Los retornados del extranjero son más del doble de los que deciden irse

lorena rey / S.g. CARBALLO / LA VOZ

RETORNADOS

La Costa da Morte acogió a 3.240 personas de vuelta en total el año pasado

01 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno de los pocos datos positivos que ayuda a contener el declive demográfico en la Costa da Morte, y en general en toda la Comunidade, es el número de emigrantes que tras varios años fuera retornan a sus hogares.

El saldo migratorio del 2018, difundido el viernes por el Instituto Galego de Estatística, destaca que la llegada de personas en el exterior (la mayoría emigrantes, pero también nacionales de otros países) no solo compensa las tasas de emigración hacia el resto de España y el extranjero, sino que además contribuye a moderar la pérdida de población que Galicia sigue sufriendo a causa de un bajo número de nacimientos frente a una alta cantidad de decesos, el ya tristemente clásico crecimiento vegetativo negativo. La Comunidade contabilizó 24.183 llegadas y 11.168 salidas en 2018. En otras palabras: altas y bajas en el padrón, que es de donde se toman los datos. Seguramente en la realidad es superior, pero las estadísticas se toman de registros oficiales. Las cuatro provincias han tenido un comportamiento similar, y solo 16 comarcas remataron el ejercicio con un balance negativo. Dos de ellas son Soneira y Fisterra.

Esta tendencia se mantuvo en los dieciséis concellos de la zona, adonde regresaron 3.240 personas en 2018. Del total, 653 de otros países, 100 más que en el año anterior (2017). Diez años atrás, en el 2008, la situación era semejante. Se registraron 670 personas con estancia foránea, de un total de 3.524. Estas cifras están muy por encima del número que decide dejar a un lado su lugar de origen. El año pasado, 3.002 personas de la comarca emigraron a alguna provincia, Comunidad o el extranjero. En este último, 244 casos. La emigración al exterior fue en declive en los últimos diez años. En el 2008 hubo 369 desplazamientos. .

Si se tienen en cuenta los movimientos migratorios de los dos últimos años, el número de emigrantes solo aumentó en Carballo, Laxe, Malpica, Ponteceso, Cee y Dumbría: en los demás, la cifra disminuyó. En lo relativo al número de inmigrantes, entre 2017 y 2018, Cabana, Laxe, Dumbría y Cerceda experimentaron un descenso. En el resto de concellos, las cifras aumentaron.

Las comunidades autónomas acogen cada año a un número destacado de emigrantes

El extranjero es un destino clásico para muchos gallegos. Una herencia histórica y una realidad. Sin embargo, la cifra es mayor al contabilizar las llegadas a otras Comunidades autónomas.

El año pasado, 19.198 personas se fueron a otra región, 8.030 más que a países extranjeros. Se trata de una situación que ya se podía apreciar en años atrás. En el 2008, el número de salidas a otras comunidades fue de 19.481 personas, mientras que al extranjero fueron 7.435.

El Concello de Carballo destaca por sus altas cifras de emigración externa: 114 a Comunidades Autónomas y 80 al extranjero. Corcubión, Cerceda y Zas, contabilizan menos movimientos, ya que en comparativa con otros concellos también tienen un menor número de empadronados.

Héctor Pérez: «Nos tenemos que dar al máximo»

antía s. aguado/ o. s.

«Me dije: ‘Te has sacrificado, es una carrera difícil’». Ingeniero de Caminos, y natural de Camariñas, Héctor Pérez ha sido uno de los muchos gallegos que ha tenido que hacer las maletas y emprender una nueva etapa. Más de ocho años lleva en su ya no tan nuevo hogar: Francia. Y, aunque «hubiese tenido alguna posibilidad montando algún negocio» en Galicia, la necesidad de encontrar un trabajo no conoce de fronteras.

Con una carrera bajo el brazo, sobre la que reconoce «pasó de tener 100 % de empleo, a 100 % de paro», y una experiencia de Erasmus en Bélgica, llegó a tierras galas. Un país diferente, con un sistema social «más desarrollado que en España» y, sobre todo, con más posibilidades de trabajo. Tal es la diferencia, que no duda en afirmar que, allí, «sí hay una oferta que se publica, una oferta verdadera, y yo siempre he tenido una respuesta, negativa o favorable, a las que he postulado». Una situación que dista mucho de su experiencia en España.

«Es mi personalidad, pero creo que los inmigrantes tenemos todos una carga mental de decir que nos tenemos que dar al máximo, porque si no hay un francés que está esperando a la puerta». A pesar de sus años de recorrido en Francia, Pérez no duda en mostrar cómo es la carga de responsabilidad a la que se enfrenta diariamente. Una carga que le lleva a «darlo todo» para convencer, para demostrar que la apuesta por un extranjero ha sido la correcta.

Su buen nivel de francés, y sus años de experiencia, no le impiden que su cerebro tenga que estar a doble velocidad. «Para tener un buen nivel de negociación, de cualquier otro tipo de conversación fuerte, de ventas o de ingeniería, siempre supone un esfuerzo», reconoce. Y, es que al final, sus lenguas maternas no dejan de ser el gallego y el castellano.

Lejos de casa, de la Costa da Morte, su calidad de vida mejora sustancialmente. «Todo lo que he hecho aquí en este tiempo, no lo hubiera hecho en España ni en dos vidas». Así de contundente se muestra Héctor Pérez, quien relata cómo él y su mujer ya son propietarios de un piso y cómo están terminando de pagar su nueva casa en Marsella. Una vida, un proyecto, ya en funcionamiento. Y que levanta sueños entres quienes le rodean: «Hablándolo con mis amigos, la gente lo sueña. Y nosotros, con el sudor, con mucho trabajo, lo hemos conseguido».

Aunque ha hecho amistades, asegura que, como la gente de Galicia, no hay ninguna: «Tenemos una autenticidad, una solidaridad, y una manera de vivir que en Francia no la he encontrado. Una vez que nos abrimos, esa amistad es para toda la vida. Aquí no son amigos de contarles tus intimidades». Echa de menos muchas cosas, pero no se plantea volver.

Iván González: «Los enfermeros no se valoran en nuestro país»

antía s. aguado/ o. s.

Iván González necesitaba un pequeño empujón para dar un cambio a su vida. Y a finales de agosto del 2013 encontró el mejor empujón. Recorría el Camino cuando, al séptimo día, su vida se cruzó con la de una joven estadounidense. Quién le iba a decir al gallego que, años después, habría cambiado la playa de Quenxe por el desierto de Sonora. Él, natural de Corcubión, y Lindsey decidieron, al terminar la peregrinación, mantener una relación a distancia. Cada dos o tres meses, Iván no dudaba en cruzar el charco, y con cada viaje «nuestra relación se volvía más fuerte». Con ella aguardando en Norteamérica, no le fue muy difícil rechazar un contrato de media jornada en el hospital de A Coruña. El joven enfermero cambiaba Galicia por Phoenix (Arizona) en noviembre de 2014. En su cabeza siempre había rondado la posibilidad de trabajar lejos del país. Reino Unido, Noruega, Suecia... ya habían llamado su atención. Y, a pesar de haber llegado a buscar ofertas en Internet, afirma que no dio el siguiente paso porque tuvo «la suerte de obtener varios contratos como eventual para el Sergas». El motivo de querer partir siempre lo tuvo claro: «Los enfermeros, así como otras tantas profesiones, no son valorados lo suficiente en nuestro país».

En Estados Unidos, la realidad de los enfermeros es otra muy distinta. Desde la cantidad de ofertas de trabajo hasta el crecimiento laboral, pasando por el salario. Una vez contratado en los hospitales norteamericanos, se pasa por dos semanas de formación obligatoria, «independientemente de la experiencia que tengas». Terminado dicho período, se trabaja asociado a otro enfermero. «En España no importa que tengas experiencia o no, te ponen a trabajar de manera autónoma desde el primer día», critica. El salario es otra de las grandes diferencias. Con tres turnos semanales de 12 horas, sus ganancias oscilan entre los 50 y 100.000 dólares, por año. Asimismo, añade cómo allí «cualquier posición está abierta a cualquier trabajador. En menos de un año como enfermero en una UCI cardíaca, pude desempeñar la función de encargado de la unidad».

No obstante, para llegar hasta ahí tuvo que hacer frente a una serie de procedimientos burocráticos como validar su titulación universitaria y realizar tanto un examen de inglés como de conocimientos de enfermería. Este último, es requisito indispensable para obtener la licencia y, por ende, poder ejercer. Una solicitud online a un hospital, una entrevista telefónica y dos personales después, había conseguido su puesto de trabajo. De eso hace ya más de cuatro años. Asentado en Phoenix, no duda en afirmar la facilidad con la que se adaptó a su nuevo hogar: «La gente es muy abierta y receptiva, no como la pintan en las películas».