«Ahora las empresas españolas te dicen que tienes demasiado currículo para ellas»

EUROPA

Héctor Pérez y su mujer Iria en Perpignan
Héctor Pérez y su mujer Iria en Perpignan

Héctor Pérez, Ingeniero de Caminos, lleva más de ocho años viviendo en Francia. Es uno más de todos los gallegos que han tenido que despedirse de su tierra por motivos de trabajo

02 sep 2019 . Actualizado a las 09:55 h.

«Me dije: 'te has sacrificado, es una carrera difícil'». Ingeniero de Caminos, y natural de Camariñas, Héctor Pérez ha sido uno de los muchos gallegos que ha tenido que hacer las maletas y emprender una nueva etapa. Más de ocho años lleva en su ya no tan nuevo hogar: Francia. Y, aunque «hubiese tenido alguna posibilidad montando algún negocio» en Galicia, la necesidad de encontrar un trabajo no conoce de fronteras.

Con una carrera bajo el brazo, sobre la que reconoce «pasó de tener 100 % de empleo, a 100 % de paro», y una experiencia de Erasmus en Bélgica, llegó a tierras galas. Un país diferente, con un sistema social «más desarrollado que en España» y, sobre todo, con más posibilidades de trabajo. Tal es la diferencia, que no duda en afirmar que, allí, «sí hay una oferta que se publica, una oferta verdadera, y yo siempre he tenido una respuesta, negativa o favorable, a las que he postulado». Una situación que dista mucho de su experiencia en España.

«Es mi personalidad, pero creo que los inmigrantes tenemos todos una carga mental de decir que nos tenemos que dar al máximo, porque si no hay un francés que está esperando a la puerta». A pesar de sus años de recorrido en Francia, Pérez no duda en mostrar cómo es la carga de responsabilidad a la que se enfrenta diariamente. Una carga que le lleva a «darlo todo» para convencer, para demostrar que la apuesta por un extranjero ha sido la correcta.

Su buen nivel de francés, y sus años de experiencia, no le impiden que su cerebro tenga que estar a doble velocidad. «Para tener un buen nivel de negociación, de cualquier otro tipo de conversación fuerte, de ventas o de ingeniería, siempre supone un esfuerzo», reconoce. Y, es que al final, sus lenguas maternas no dejan de ser el gallego y el castellano.

Lejos de casa, de la Costa da Morte, su calidad de vida mejora sustancialmente. «Todo lo que he hecho aquí en este tiempo, no lo hubiera hecho en España ni en dos vidas». Así de contundente se muestra Héctor Pérez, quien relata cómo él y su mujer ya son propietarios de un piso y cómo están terminando de pagar su nueva casa en Marsella. Una vida, un proyecto, ya en funcionamiento. Y que levanta sueños entres quienes le rodean: «Hablándolo con mis amigos, la gente lo sueña. Y nosotros, con el sudor, con mucho trabajo, lo hemos conseguido».

Aunque en el país galo ha hecho amistades, asegura que, como la gente de Galicia, no hay ninguna: «Tenemos una autenticidad, una solidaridad, y una manera de vivir que en Francia no la he encontrado. Una vez que nos abrimos, esa amistad es para toda la vida. Aquí no son amigos de contarles tus intimidades». Y, a pesar de que echa de menos la vida gallega, la comida y su familia y amigos, en sus planes de futuro cercano, no entra retornar a su tierra. Deja claro que le «encantaría» y que, incluso, ha mandado su currículo, «pero casi como un juego, a empresas gallegas que merecían la pena». Una paradoja que, ahora, tiene demasiado currículo para ellas. «Traducido, que sería demasiado caro. Siguen cogiendo a becarios, a gente subpagada para no pagar, quizá, a gente que merezca la pena».

El necesario cambio de perspectiva

«Somos un perfil que se puede abrir a muchas más cosas, y creo que lo que nos juega malas pasadas aquí en España es que la gente solo te llama para obra. Y, desgraciadamente, la obra en España está bastante acabada». Con estas palabras se resume el problema que perjudica a muchos ingenieros de caminos. La concentración de la carrera en España ha dado pie a ese bucle. Un bucle que termina con muchos ingenieros sin trabajo. Héctor apunta que, a día de hoy, es comercial en sistemas constructivos de edificación. Una profesión que, igualmente, está basada en el perfil técnico que posee.

Sin la obra pública al 100 %, y la escasa inversión, el cambio pasa por las universidades: «La carrera debería pasar por una modernización, en cuanto aspectos a enseñar».