El Quijote lugués al que su novia quiso salvar del manicomio en La Habana

M. Fernández / X. Carreira LUGO / LA VOZ

CUBA

El lugués Manuel Curiel se entrevistó con el médico que trató a El Caballero de París, que nació en Negueira

29 jul 2018 . Actualizado a las 21:25 h.

Unos meses antes de que José María López Lledín, nacido en una aldea de Negueira de Muñiz en diciembre de 1899, muriese en un psiquiátrico de La Habana, recibió la inesperada visita de una elegante dama que pretendía rescatarlo del manicomio y llevarlo a Miami. Buscaba a El Caballero de París, el personaje callejero más popular de La Habana del siglo XX; todo un quijote que consiguió despertar las simpatías de jóvenes y adultos. Esta parte de la historia de este personaje lucense que tiene estatua en la capital cubana, pero ningún reconocimiento en su tierra, la cuenta Manuel Curiel Fernández, director de la Semana Internacional de Cine de Lugo, en el libro titulado «Eu son o cabaleiro de París».

Curiel recopiló multitud de datos y fotografías que incluso presentó en dos exposiciones realizadas en Lugo y A Fonsagrada. Además, mantuvo una entrevista con Luis Calzadilla Fierro, el médico que lo atendió hasta que el lucense murió hace ahora 33 años.

Lledín «toleó» en La Habana, pero nadie conoce la causa exacta, aunque hay diversas teorías. Una de ellas es porque lo encarcelaron por un robo que no cometió. La otra, que perdió la cabeza por amor. Y ese amor tenía un nombre: Merceditas. Esta mujer, cuenta Curiel, era hija de un médico de A Fonsagrada.

El autor del libro dice que un compañero de vivienda de Lledín lo acusó en septiembre de 1920 de haberle robado una hoja de billetes de lotería. Por ello fue a la cárcel. «Ninguén soubo precisar o tempo que permaneceu no cárcere. O xornalista cubano Quílez Vicente, que investigou a súa vida e rastreou toda La Habana en 1949, non achou documentos, nin persoas, todo foi inútil. Foron dous, tres, seis meses). Fraco, abaixado, silencioso, desaliñado, así saíu do cárcere onde tamén perdeu a razón. Entrou no penal do Castelo do Príncipe José María López Lledín e saíu del o Cabaleiro da Triste Figura. Nin familiares, nin amigos, nin antigos compañeiros de traballo puideron reintegralo á súa vida anterior. Os irmáns, ben establecidos xa en La Habana, ofrecéronlle as súas casas para vivir nelas. Todo foi inútil: comezou unha vida errante e vagabunda», apunta Manuel Curiel.

Cuando ya su salud comenzó a deteriorarse y ya resultaba complicado que sobreviviese en la calle, fue ingresado en el psiquiátrico de Mazorra en 1977. Pero mucho antes, en 1959, se produjo un encuentro para la intriga. En el mes de enero de ese año, cuenta Curiel en su libro, llegó a la Habana, en un vuelo procedente de Miami, una dama que se presentó en la consulta del psiquiatra que atendía a Lledín. Le dijo al profesional que quería que examinara al Caballero. «Si su enfermedad mental puede curarse, quiero llevarlo conmigo a Miami para vivir juntos», le explicó la dama al médico.

Quedaron para las cinco de la tarde del día siguiente. Puntual, allí se presentó el Caballero de París recién bañado. La consulta duró una hora. Al término de la misma el psiquiatra, que ya sabía lo que había, le dijo a la mujer que sanar a Lledín era imposible.

«No tiene cura»

«A muller recibiu a noticia con resignación, como se tamén ela o esperara. Non verteu nin unha bágoa, non fixo comentarios. Aceptou caladamente a dura realidade. Esa noite, os que pasaron polos arredores dun parque observaron que o Cabaleiro non estaba só: ao seu lado, apertando as súas mans, unha muller madura faláballe docemente dun pasado mellor. (...) ¿Quen era esa muller? Alguén contou que foi moza do Cabaleiro de París antes de que toleara. ¿Cal era o seu nome? ¿Por que volveu a Cuba. ¿Era un familiar? Ou será... a mesma que pensamos todos, aquela Merceditas, filla dun médico de A Fonsagrada. As respostas xacen con ela nun cemiterio de Florida, onde descansa, e nos arquivos dun psiquiatra habaneiro, vedados polo segredo profesional», escribió Manuel Curiel.