«Viajamos de Uruguay a Lugo con 10 hijos y ahora queremos criar terneros gallegos»

Roberto y Emilia acaban de comprar una casa en Santadrao a la que se mudarán después de rehabilitarla

Santadrao / La Voz, 06 de octubre de 2019. Actualizado a las 05:00 h. 0

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Roberto y Emilia nacieron en Uruguay. Hace 15 años cogieron unas maletas, a sus diez hijos y llegaron a Lugo para empezar de cero, buscar trabajo y criar a sus pequeños. Aquí tuvieron a su última niña, que tiene 14 años. Desde entonces han trabajado y se han esforzado para cumplir el sueño que tenían en común: comprar una casa en el campo, mudarse a ella y tener animales. «Voy a criar vacas de raza gallega en cuanto pueda», sentencia Roberto muy convencido. Emilia lleva su termo con mate en la mano. Las tradiciones, la cultura y los principios son valores que no deberían cambiar con el paso de los años, tal y como demuestra esta familia, que aún recuerda con nostalgia su vida en Uruguay.

A este matrimonio siempre le gustó los pueblos y la tranquilidad que desprenden, esa paz que solo se puede alcanzar en contacto con la naturaleza. Hace dos meses compraron una casa en Santadrao que rehabilitarán en cuanto el ayuntamiento les conceda los permisos y licencias pertinentes. Después, se mudarán a esta aldea de Montecubeiro y volverán a empezar, tras 15 años viviendo en Lugo. Pero para entender cómo han llegado hasta aquí estos uruguayos es necesario pedirles que expliquen cómo empezó todo. «Yo llegué un día y al otro, empecé a trabajar», cuenta Roberto. Emilia logró un empleo a la semana siguiente de realizar la mudanza. Desde entonces, el trabajo ha sido una constante que les ha permitido cumplir este sueño, que ya ve las primeras luces.

Una nueva vida

«Uno de los motivos por los que nos mudamos de Uruguay a Lugo es porque nos llevábamos mal políticamente. Allí defendíamos a la gente joven y a la más desfavorecida. Entonces, por decir la verdad, tuvimos algunos conflictos», cuenta Roberto, que también explica cómo se enfrentaba a la policía para defender a toda aquella persona que necesitaba ayuda o estaba pasando por una situación injusta. «En realidad, somos unos aventureros. También hemos trabajado en sitios como Brasil o Argentina, algunos peligrosos», cuentan los dos mirándose y sonriendo, con esa complicidad que solo afianza el paso de los años y la sinceridad de dos personas que deciden empezar un proyecto de tal envergadura, a casi 10.000 kilómetros de casa. Entonces, el miedo no fue una opción.

Amor a primera vista

«Miramos unas cuantas casas antes de comprar esta. En cuanto la vimos y llegamos a Santadrao, nos gustó». Antes, estos uruguayos tenían una finca alquilada cerca de Lugo. Ahora ya han trasladado a sus animales hasta la aldea y ya están más que habituados a su nueva finca. Además, han adoptado a dos perros que fueron maltratados para proteger el recinto, lidiar con las ovejas y controlar a los demás animales. Ellos también tienen una nueva vida y una nueva oportunidad.

Roberto acaba de comprar un tractor porque quiere empezar a trabajar y disfrutar de su nueva adquisición cuanto antes. Aunque la vivienda necesita una reforma integral, son varias las casas que hay en el recinto. Una ya sirve como cocina y permite a esta familia uruguaya disfrutar de la vida en el campo y hacer barbacoas los fines de semana. La vivienda principal aún conserva la cuadra en la planta baja, debajo de las habitaciones, una escena habitual de las casas tradicionales de la provincia. Antes, los animales eran la única calefacción y desprendían el calor que llegaba hasta las zonas altas de las casas, que habitualmente eran las que servían de dormitorio.

Aunque no serán fáciles las labores de rehabilitación, esta pareja uruguaya tiene claro que el esfuerzo y la ilusión harán el trabajo más llevadero. Además, contarán con la ayuda de algunos de sus hijos y podrán dedicar los fines de semana a forjar su futura vida en el campo. Un carro de vacas de madera bien conservado adorna el medio de la finca, «lo conservaremos ahí porque es precioso», explican. Desde el prado, un banco permite que Emilia disfrute de los atardeceres, impresionantes en ocasiones. «Podría pasarme horas mirando hacia el monte, es una sensación maravillosa y plena, que haré a diario cuando nos podamos mudar y hacer nuestra vida aquí», explica Emilia.

Por el momento, acuden todas las tardes desde Lugo y hasta la aldea para alimentar a los animales y tener un momento de paz y tranquilidad.

Roberto y Emilia tienen 19 nietos, aunque no todos viven en Lugo. Algunos días llevan a los pequeños hasta Santadrao para que disfruten de los animales y entren en contacto con la naturaleza. Cuando se muden, los pequeños podrán jugar con Martín, el único niño que, por ahora, reside en esta aldea de Montecubeiro.

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