«Un ladrón me perforó el pulmón y el hígado de un disparo, estuve muerto»

Personas con historia | Fundador de una importante empresa de importación en Uruguay, la de Jesús Rama no es una historia más de la emigración

Carballo / la voz, 18 de abril de 2019. Actualizado a las 05:00 h. 0

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A Jesús se le escapa de vez en cuando algún «vení», «mirá» o «escuchá». Lógico, después de casi 63 años emigrado en Montevideo, pero cuando levanta la vista y mira hacia las paredes de la casa que lo vio nacer se le revuelven las entrañas: «Aquí nací yo, en una familia de labradores. Teníamos tierras, ya que mi madre había sido hija única, seis o siete vacas, una yunta de bueyes, una yegua y unos cerdos que llegaban a pesar cuatrocientos kilos. Buenos cerdos eran».

Jesús Rama Castro, de 81 años, fue el tercero de siete hermanos. Nunca faltó de comer en aquella casa de Xoane, en Carballo, pero a base de esfuerzo y sudor. «Yo trabajé la tierra desde niño, no pude ir a la escuela, así que cuando tenía 15 años me daba vergüenza que un niño de ocho supiera leer y yo no», dice Jesús. «Había un señor al que le decíamos O Rato que daba clase en su casa después de que Franco le destituyese por izquierdista. Con él aprendí lo elemental», añade.

Su hermano mayor, que en agosto cumpliría 85 años, emigró a Montevideo joven, pero no le fue bien. «Por nada del mundo quería que yo fuera para allá, pero quise ir, porque aquí no había oportunidades», explica Rama. Y partió un 9 de septiembre de 1956, en el barco Monte Urbasa, de carga y pasajeros. Tenía los 19 años recién cumplidos y veinte días después llegó a Uruguay con algo de ropa en una maleta y veinte pesetas en el bolsillo: «Cuatro pesos uruguayos, que por aquel entonces equivalían a unos cuatro dólares».

Empezó muy poco a poco a abrirse camino: primero en el ultramarinos de una viuda, después en un bar y seguidamente en un almacén. Allí conoció a la mujer de su vida, a Teresa, con la que lleva casado 56 años. No fue una conquista fácil, se la ganó «de a poquito». Primero sacándola a bailar. «Me fascinaba el baile, ya desde que vivía en España e iba a las verbenas. Recuerdo llegar del San Juan de Carballo y tener que ir a sachar el millo», confiesa.

Después consiguió que los suegros le dejasen visitarla los domingos por la tarde: «No fue fácil: yo nunca había tenido una novia y tenía que hablar con sus padres. ¡Nada menos! No sabía qué decir, así que me fijé que había una parra y dije: ‘‘Bueno, pues las uvas todavía están verdes’’». Esa frase quedó para la historia».

Más tarde tuvo que reconquistarla tras un año «enojados». «Después de un tiempo le dije que yo ya la había elegido para toda la vida», apunta Jesús, y nueve meses justos después de la boda llegó el primero de sus cinco hijos, al que llamó Antonio, en honor a su padre. «En el mismo minuto que nació asesinaron a Kennedy, no me olvidaré jamás», asegura.

Al poco tiempo nació Daniel, el segundo, y unos años más tarde su única hija, Karina, que con apenas diez meses de existencia presenció el episodio más violento en la vida de Jesús Rama. «El 22 de diciembre de 1971 vinieron dos asaltantes [al comercio que entonces regentaba]. Les abrí la caja y les di todo lo que tenía mientras pedía por mi madre y por mis hijos. Uno le dijo al otro: ‘‘Matalo, que tiene poca plata’’, así que me dispararon, perforándome el pulmón y el hígado. Lo único para lo que me dieron las fuerzas fue para tirarme en la acera, ahí me quedé muerto», narra el carballés afincado en Montevideo. Un vecino lo subió en su coche y lo llevó al hospital, donde le dieron por perdido hasta que un médico libanés tomó las riendas y no le dejó morir. «Fue un milagro que volviera a este mundo, pero tenía motivos para vivir, entre ellos un hijo que estaba todavía en la panza de mi mujer», añade Jesús. Años después, tal y como le había prometido al doctor, visitó el Líbano: «Nada más bajar del avión en Beirut me arrodillé. Me salió del alma al pisar la tierra del hombre que me salvó la vida».

Un tiempo después sufriría un segundo asalto: cuatro encapuchados armados que atracaron su negocio y su casa. «Nos hicieron tirar al piso boca abajo. Se llevaron 5.000 dólares y un BMW kilómetro cero», narra Rama, que desde entonces tuvo siempre seguridad privada para protegerle a él y a su familia.

Empresa de importación

Fue creciendo, como dice él, «de a poquito» hasta fundar la empresa Pontyn S.A., de importación de productos alimentarios, que hoy tiene más de 140 empleados y ostenta la representación exclusiva en Uruguay de marcas como Calvo o Estrella Galicia. También tiene su propia firma, Emigrante, que registró en honor a la canción de Juanito Valderrama que tanto le gustaba escuchar cuando era apenas un niño.

América le trajo prosperidad, y ese niño que tardó quince años en aprender a leer es hoy un prestigioso empresario, premiado jugador de golf y filántropo. Fue dos veces presidente de los Rotarios de Uruguay y colabora siempre que puede con el Hogar Español de Ancianos. «Cuando cumplí 80 años, y mi señora 75, hicimos una gran fiesta con 1.200 invitados. ¡Hasta mis hijos trajeron a las Azúcar Moreno! Todo el efectivo que pusieron los asistentes, más de 40.000 euros, lo doné al hogar de ancianos», señala Jesús Rama, que también es benefactor de una escuela en el Líbano, en la que proporciona atención bucodental a más de ochocientos niños. «No importan los títulos, ni el dinero, sino andar por la vida con honor y ser fiel a tus principios», asevera.

El sábado dará en Xoane una gran fiesta para inaugurar la restauración de la casa en la que nació, y que hace tres años decidió restaurar al verla caer zozobrar entre las ruinas y las malas hierbas. «He llegado a comprar más de 40 propiedades en Uruguay, y ninguna es tan especial como esta: nunca la venderé».

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