Gallegos confinados en el extranjero: «Esto es un enredo, un enorme lío»

m. c. reigosa REDACCIÓN

ESTADOS UNIDOS

Tres testimonios de personas que pasan la pandemia en Ecuador, Atalanta (EE.UU.) y Suecia, de tres maneras muy diferentes

04 may 2020 . Actualizado a las 13:26 h.

Luis Bello Juanatey se crio en Noia, creció en Compostela y lleva un par de décadas afincado en Estados Unidos, actualmente asentado en Atlanta, la capital de Georgia. El gobernador, el republicano Brian Kemp, fue el primero que levantó el confinamiento, incluso a costa de ganarse la reprensión de Donald Trump. «Defiende que no se puede poner en peligro la economía, que se está magnificando la crisis sanitaria», apunta Bello Juanatey. En cambio la alcaldesa, la demócrata Keisha Lance Bottoms, «no deja de pedir a los ciudadanos que no bajen la guardia, de avisar que estamos ante un problema de salud serio». Y la población está dividida: «Esto es un enredo, un enorme lío».

Luis Bello comenta que tanto se podían encontrar protestas pidiendo el fin del confinamiento como «ver ahora ciudadanos que rodean la casa del gobernador y le recriminan que está poniendo en riesgo a la gente». Hay negocios que han reabierto igual que antes, otros que extreman las medidas de higiene y las normas de aislamiento y otros que siguen a la espera. La nueva normalidad todavía tiene poco de normal en Atlanta. Basta una vuelta por la ciudad para comprobarlo.

Luis Bello optó por el confinamiento antes de que fuese impuesto en Estados Unidos viendo lo que sucedía en España. Rescata una vivencia en primera persona para poner de manifiesto esa división social: «El otro día estaba pagando en el súper, con mi mascarilla y mis gafas. Justo detrás, unos clientes no dejaban de hablar de exageración, que ya estaba bien de tantas precauciones».

«A las dos en casa y, si no, multa fuerte»

Hasta finales de enero Susú Cores repartía su tiempo entre A Coruña, la ciudad en la que se afincó; Boimorto, a cuyo equipo entrenaba en el grupo Norte de Preferente Autonómica; y Ribeira, donde reside la mayor parte de su familia. Aceptó una oferta para incorporarse al cuadro técnico del Independiente del Valle, hizo las maletas y llegó a Ecuador a mediados de febrero. Apenas tuvo tiempo de instalarse y empezar a conocer a sus nuevas jugadoras, porque un mes más tarde empezó el confinamiento. «Llevo más tiempo en casa que fuera, todavía no conozco nada de Ecuador», resume.

Está instalada cerca de Quito, pero lejos de Guayaquil, dónde más fuerte está golpeando el coronavirus en el país centroamericano: «Aquello da miedo, pero eso no es lo que está pasando aquí. Sé lo mismo que vosotros, por lo que se puede ver en los medios».

Es un aislamiento domiciliario muy severo: «Hay toque de queda de 14 a 5 horas. De cinco a dos puedes salir, para hacer las compras básicas. Solo he ido tres o cuatro veces al supermercado. El coche particular se puede usar un día a la semana, de lunes a viernes, según el número de matrícula. Y a las dos en casa, si no, multa fuerte. Parece que a partir del 4 de mayo podría haber restricciones por provincias».

Prefiere no hacer pronósticos. «En general, volver a los campos es un riesgo que no hay que correr ahora», comenta. Y, entre tanto, está en contacto con sus jugadoras a través de Internet. También sigue «en el grupo del Boimorto», como cuando empezó la temporada, sintiendo cerca O Carballal en la distancia.

«En Suecia las mascarillas no son obligatorias»

La lucense Nerea Capón reside en Estocolmo y acude a su centro de trabajo, el Instituto Karolinska, en bicicleta. Pero también puede echar mano del transporte público o del coche, porque en Suecia las restricciones son pocas y la población se aplica en seguir las recomendaciones sin necesidad de multas. No hay un confinamiento por decreto, pero sí se nota menos actividad en la ciudad porque muchos ciudadanos se resguardan en el teletrabajo.

«Algunos comercios han optado por cerrar porque no tenían clientes —explica Nerea Capón—. Pero pueden abrir. También los restaurantes. Lo que no está permitido es tomarse las consumiciones en la barra».

Apunta que «hay una serie de factores culturales que juegan a favor de los suecos en la lucha contra esta pandemia, sobre todo en el distanciamiento social». No son tan proclives al contacto físico como los latinos. Y pone otro ejemplo: «Antes de que pasara todo eso, si tenías que hacer cola en la parada del bus ya había un paso largo de separación».

Otras dos estampas dan fe de que las restricciones son mucho más laxas que en el resto de Europa: «Ni las mascarillas ni los guantes son obligatorios. Si vas a un supermercado, ves que ni siquiera quienes trabajan en las cajas o reponiendo productos se protegen la cara, aunque sí utilizan guantes». La otra imagen se traslada a los exteriores: «En Estocolmo hay parques y zonas verdes muy extensas. La gente sale bastante a pasear y también se pueden ver grupos, a veces incluso numerosos, haciendo barbacoas, aunque bastante separados unos de otros».