Curros Enríquez moría en La Habana en 1908 y Galicia lloraba al poeta de Celanova

x. m. r. OURENSE / LA VOZ

CUBA

La comitiva fúnebre cruzaba una ciudad abarrotada por las personas que habían acudido a despedir a Curros Enríquez
La comitiva fúnebre cruzaba una ciudad abarrotada por las personas que habían acudido a despedir a Curros Enríquez ALBERTO MARTI VILLARDEFRANCOS

Hace 115 años miles de personas aclamaban al escritor al paso del cortejo fúnebre

12 mar 2023 . Actualizado a las 17:16 h.

El 8 de marzo de 1908 Galicia quedaba paralizada por la que se consideraba una pérdida irreparable. La de su poeta civil por excelencia: Manuel Curros Enríquez (Celanova, 1851 - Cuba, 1908). En las tres ediciones diarias que publicaba La Voz de Galicia hace 115 años la presencia del escritor y periodista era ostensible, recordándose entre otras cosas el protagonismo del periódico en el espectacular y emotivo acto de despedida brindado al escritor en A Coruña cuatro años atrás —antes de partir para Cuba— en el que, entre otras cousas, le fue entregada la famosa corona de oro y plata que en la actualidad se puede ver en la Casa dos Poetas de Celanova, sede de la Fundación Curros Enríquez.

Un escueto telegrama fechado en La Habana el día anterior daba cuenta del óbito. Y La Voz lo reproducía al comienzo de la noticia, que iba ilustrada con el dibujo de la histórica corona laureada. «Habana 7. 4 y 45. Hoy, ocho mañana, falleció ilustre compatriota Curros Enríquez». En la información, donde los elogios y las alabanzas al escritor se apelotonaban en el texto, se indicaba que «Curros ha muerto ayer, no en tierra extraña, como creerán muchos, que no es extraño el suelo en donde más que aquí se alienta el amor a Galicia y en donde es una religión sin cismas el cariño al suelo nativo». A modo de ejemplo de su calidad y altura creativa se citaban títulos como A virxe do Cristal, A Igrexa fría, O mayo, Unha boda en Einibó, As cartas o ¿Cómo foy?

LVG

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También se incidía en la noticia de portada de hace 115 años en que la suerte no le había sido propicia. «De haberle sonreído, Curros hubiera sido un manantial inagotable». Lo que no habría sido nunca sería «un hombre político, ni concejal, ni diputado, ni juez; su carácter era una valía insuperable para ello». Si no hubiera tenido que compatibilizar su trabajo con el periodismo y no hubiese acabado en el Diario de la Marina, de La Habana, su producción literaria habría sido mucho más prolífica. Aún así, y con solo 58 años, dejaba un legado literario que lo había convertido, desaparecida Rosalía, en el poeta por excelencia de Galicia. Títulos como Aires da miña terra, O divino sainete, El Maestro de Santiago, Paniagua y Compañía «y los cientos de romances que por los periódicos andan dispersos han dejado rastro luminoso de un cerebro poderoso, de un alma gigantesca, de un corazón gallego». Precisamente el corazón fue el que acabó con su vida, ya que en las crónicas se informaba que había fallecido por asistolia. 

La muerte de Curros movilizaba a las instituciones de A Coruña, del Concello a la Real Academia Galega, y La Voz de Galicia daba un paso al frente para rendir el gran homenaje que el poeta se merecía: lo más urgente era repatriar el cadáver para honrarlo en la patria y hacerle justicia. En la portada del 8 de marzo de 1908 también se daba profusa cuenta del último homenaje. La Voz lo había iniciado y aquel 21 de octubre de 1904, en el teatro de A Coruña, entre los oradores se habían distinguido Alfredo Vicenti, Murguía —que alabando al vate y recordando a Rosalía había arrancado «tempestades de aplausos»— y Filomena Dato. Allí, y antes de partir para Cuba, recibía Curros Enríquez «la áurea corona ante las más significadas personalidades de la intelectualidad gallega». Los días que transcurrieron entre el 8 de marzo y el 2 de abril fueron un sinvivir. Instituciones y entidades trabajando a destajo para organizar las honras fúnebres, el Concello de A Coruña aprobando la donación de una parcela en el cementerio para enterrarlo y el envío de una carroza de primera categoría para trasladar los restos del poeta desde el barco en el que llegarían de Cuba. Desde allá arribó el presidente del Centro Gallego de la Habana.

Los días 2 y 3 de abril —jornada de las honras fúnebres y la posterior a las mismas— Curros fue el auténtico y exclusivo protagonista, con la portada y varias páginas dedicadas al poeta. La capilla ardiente se instaló en el Concello —inviable hacerlo en la RAG— y la presencia de su hijo, Adelardo Curros, era una de las imágenes simbólicas. Las coronas desbordaban el recinto y se tuvo que acordar un orden de la comitiva al fin de evitar problemas. Se vendían por cientos las postales que reproducían la ofrenda que Curros había realizado el 24 de septiembre de 1901 ante la tumba de Rosalía de Castro. Y en A Coruña se vivía la jornada más emotiva que se recuerda, con miles de personas aclamando a Curros al paso de la carroza que lo conducía al cementerio.

8-3-1908

Un telegrama remitido desde Cuba anunciaba la muerte del aclamado como «El poeta de Galicia». Tenía 58 años y trabajaba el «Diario de la Marina».