Un mindoniense huyó a Cuba con el dinero que le dieron sus vecinos para llevar al banco

Martín Fernández

CUBA

Casa Banca de Casas, en Ribadeo. Foto Sáez
Casa Banca de Casas, en Ribadeo. Foto Sáez ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Un muchacho de 14 años de A Devesa, dependiente en La Habana, murió víctima de la fiebre amarilla

19 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La emigración fue un problema pero también una oportunidad. A comienzos del siglo XX, muchos gallegos que se fueron, en realidad escapaban. Huían del hambre, de una sociedad asfixiante e inmóvil, de un destino gris y prefijado. Algunos habían delinquido y América era un refugio seguro y la ocasión de comenzar de nuevo. Para otros, era el final de una escapada...

El 29 de marzo de 1887, El Reparador de Mondoñedo publicó que el conocido carretero de la ciudad, Antonio López, había desaparecido en compañía de una “individua” -así la califica- de Lourenzá. Según la policía, la pareja se había embarcado en A Coruña rumbo a Montevideo (Uruguay). La noticia conmovió a la comarca porque López tenía la confianza de muchos vecinos y era habitual que algunos le entregaran cantidades de dinero para que las depositara en un banco en Ribadeo. El día de su desaparición así lo hicieron Antonio García, Alejo Ferreiro y otros comerciantes mindonienses que, además, le confiaron mercancías. En total, entre el efectivo proporcionado y lo que obtuvo con la venta de los productos, el carretero y su pareja huyeron -como El Dioni- con “más de 30.000 reales”, según El Reparador.

América era una tentación y más cuando la Ley no era dura lex, sed lex sino ‘depende de quién’… Algo así sucedió con otro mindoniense, Manuel María Iglesias, de 17 años, que -según La Voz de Galicia del 5 de julio de 1896- era buscado por agentes de Vigilancia Portuaria y guardias de A Coruña. Se había fugado de la cárcel local en la que llevaba meses en prisión provisional, a la espera de juicio, por “por hurto de carneros”… El muchacho no tenía dinero, nadie se acordaba de él y no halló mejor opción que fugarse “a Ultramar”, dice la crónica.

La policía, entonces, no tenía buena prensa. En la novela negra se decía “nunca te fíes de la policía, Charlie, en cualquier momento se pone de parte de la Ley”. Pero, a fines del XIX, la consideración no era mejor. Una crónica de La Voz del 7 de julio de 1897 decía: “La policía busca, con su pachorra acostumbrada, a tres individuos cuya orden de detención tiene dada el Gobernador”. Eran Antonio Villar Díaz y José Rodríguez Iglesia, de 54 y 24 años, fugados de la cárcel de Zamora donde cumplían condena por homicidio y robo; y el tercero era Joaquín Rey Expósito, fugado del presidio de Ribadeo. Los tres embarcaron para Cuba y la policía les seguía buscando meses después...

Claro que, a veces, los agentes se pasaban por el otro lado… El 31 de agosto de 1897, dos muchachos de Ribadeo, Ramón López y Pedro Soto Alonso, deambulaban por el puerto de A Coruña. La policía dedujo que estaban sin documentos y que pretendían marchar a América. Los metió en el trullo, sin explicaciones. Pero -según la crónica- “no resultó nada de eso, porque estaban autorizados por la Comandancia de Marina para navegar por España y el extranjero hasta junio del 98. Los garantizó una persona de responsabilidad suficiente y fueron puestos en libertad”. Así funcionaban las cosas entonces…

Un muchacho de 14 años de A Devesa, dependiente en La Habana, murió víctima de la fiebre amarilla

Las fugas y escapadas a Cuba no siempre respondían al deseo de burlar Ley o al de ver cumplidos sueños y aspiraciones amorosas. En ocasiones, marcharon muchachos muy jóvenes con la manifiesta oposición de sus padres y en busca de aventuras, de satisfacer sus expectativas o, sencillamente, de intentar tener un mundo y un vida mejor. La emigración fue el gran refugio, el lugar donde muchos situaban sus sueños en tecnicolor...

Claro que no siempre se cumplían. El Eco de Galicia del 16 de noviembre de 1886 destacaba que en la madrugada del 19 de octubre de aquel año había fallecido “de fiebre amarilla” en la Casa de Salud Quinta del Rey, de La Habana, José Raimundo Iglesias, natural de A Devesa (Ribadeo), “hijo legítimo de don Antonio y de doña Antonia”, soltero, de 14 años de edad. El muchacho -que, según la publicación vivía en la calle San Nicolás 152- había llegado a Cuba aquel mismo año y se había empleado como dependiente-recadero de una casa comercial…

Otro muchacho, en esta ocasión de Mondoñedo, llamado Pedro Luis Rivas era intensamente buscado por la policía pues -según la denuncia interpuesta por sus padres que reprodujo La Voz el 7 de agosto de 1896- se había fugado del domicilio familiar ante la oposición de sus padres a que marchase a la emigración. El muchacho tenía 20 años y embarcó en A Coruña rumbo a América del Sur…

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Amantes que escapan en Ribadeo y una casada detenida al intentarlo

Para una pareja de Ribadeo, América fue también el final de su escapada. Según El Eco de Galicia del 15 de enero de 1928, eran dos jóvenes muy conocidos en la villa. Él, casado y con tres hijos, trabajaba en una panadería de Vegadeo. Y ella, soltera, vivía con su madre en A Devesa. El periodista la tilda de “una paloma de 20 años pero madre ya de dos niños y con fama de cariñosa”. El caso es que ambos tenían relaciones y escaparon a A Coruña para “embarcar hacia Buenos Aires si las autoridades, puestas sobre aviso, no les echan la mano antes”. El redactor -que no da nombres- ponía este broche: “Sobre todo a él, que además de abandonar a su esposa e hijos, se llevó algunas pesetas pertenecientes a la fábrica en la que estaba empleado”… La huida de novios y amantes debía ser frecuente entonces, como lo era el lenguaje y el trato sexista de los informadores. La Voz del 12 de julio de 1924 señalaba que dos novios de Pedrafita “pusieron término a sus contrariedades amorosas desapareciendo de sus domicilios rumbo a América”. Ella era “una hermosa señorita de 17 primaveras, regular estatura, de blanco y sonrosado color, muy simpática, de ojos castaños y cejas negras que, además, tuvo el buen gusto de no incurrir en la chabacanería de cortar su abundante cabellera de azabache”. De él, dice: “distínguese el galán por su buena estatura y robustez, afeitado, con bigote kaiseriano, larga nariz, rubio, y lleva arrogantemente sus 30 inviernos”. Y añade: “Isabelita, que así se llama la muchacha, es reclamada por un tío suyo ante las autoridades, a las que denunció el hecho como un delito de rapto realizado por el galán que, para más inri, se apellida Raposo”...

Ese distinto trato y consideración a hombres y mujeres venía de lejos. El mismo periódico publicó el 12 de enero de 1893 esta noticia: “El gobernador civil de Lugo ha comunicado al de esta provincia (A Coruña) que, habiéndose fugado hace días del domicilio conyugal en Rinlo (Ribadeo), Isabel Olveira, con objeto de embarcarse en La Coruña con rumbo a Ultramar, impida que se lleve a efecto dicho embarque por orden del marido de la citada”. La denunció porque era suya…