García Mon, un iniciador de la academia gallega con negocios turbios y trágico final

Martín Fernández

CUBA

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

27 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El día en que lo iban a matar, el doctor Ramón García Mon, de Boimente (Viveiro), no hizo nada especial. Nada que no hubiera hecho los veinte o treinta años anteriores. Disponía de una gran fortuna, era un triunfador, vivía en una lujosa mansión en El Vedado y contaba con el respeto de la colonia y de Galicia donde lo nombraran Académico. Pero Antonio Gómez Sar ?El Legionario, que había huido a Cuba tras asesinar a dos muchachos en A Estrada- no participaba de aquella consideración colectiva. A él se la había jugado. Y cobró su deuda con dos tiros que acabaron con la vida del doctor y de su guardaespaldas. García Mon había llegado a La Habana a fines del XIX y era médico titular de la Embajada de España. Aprovechó tan privilegiada plataforma para obtener réditos personales de gestiones a las que estaban obligados los emigrantes y, sobre todo, los jóvenes que marcharan sin cumplir el servicio militar. Su puesto le sirvió también para beneficiarse con otros trabajos y negocios.

Comercio, seguros y un palacio

Uno de ellos fue el cargo de director de la Clínica La Purísima que había abierto en 1886 el Centro de Dependientes de Comercio de Cuba y que, en 1925, tenía 47.250 asociados. La entidad había sido constituida seis años antes por comerciantes y dependientes para mejorar sus condiciones de vida y protegerse en caso de accidente o desempleo. En su imponente palacio del Paseo del Prado ofrecía servicios de ocio y recreo, Caja de Ahorros, Escuela de Comercio y salones de primer nivel, como el de baile, apto para 5.000 parejas. García Mon fue facultativo de La Purísima desde su inicio y director desde 1915. El Centro de Dependientes fue una de las cuatro entidades más relevantes de Cuba, junto al Centro Gallego, el Asturiano y la Asociación Canaria. El sistema sanitario y de enseñanza de La Habana dependían de ellas.

La influyente posición del doctor y su contacto con esa gran masa social lo llevó a fundar y presidir la Compañía de Seguros La Comercial que, en 1925, recaudó primas por valor de 1.362.053 pesos oro y pagó siniestros por 355.453. En la directiva figuraban pesos pesados de la colonia como los vicepresidentes Alfredo Cañal, G. García Tuñón y el viveirense Jesús Fernández Victorio que, entonces, presidía el Banco Comercial de Cuba. La actividad y los ingresos de Mon no acababan ahí pues pasaba consulta particular en un edificio de la calle Sol, esquina a Aguacate, en La Habana.

Todas esas ocupaciones le dieron fama y dinero. Era un triunfador y exhibía su triunfo. Vivía con su mujer, María Luisa Brown, y sus dos hijos -Ramón, abogado, y Lidia García-Mon Brown, casada con el abogado Rogelio Martínez Pedro- en un hermoso palacete de la calle 19, número 102, del exclusivo barrio de El Vedado. En los 60, el castrismo lo incautó y convirtió en sede del Grupo Empresarial de Tabaco de Cuba (Tabacuba).

El padre de dos asesinados en A Estrada lo siguió a Cuba y lo acusó al ver su foto en prensa

El 30 de marzo de 1925, El Legionario, subió al consultorio privado de García Mon. Había huido a Cuba desde Galicia tras asesinar en una reyerta a los hermanos José y Antonio Morlán, de Moreira (A Estrada). Le pidió explicaciones por el compromiso que había contraído de eximirlo -previo pago de una cantidad de dinero- de cumplir el servicio militar en España. García Mon dijo no poder hacerlo porque estaba reclamado por la justicia. Pero El Legionario no atendió razones y con un revólver calibre 38 mató con dos tiros al doctor y a su chófer, Manuel Iglesias Rodríguez.

La prensa recogió el suceso y también la noticia de que fue el padre de los dos hermanos de A Estrada ?que marchara a Cuba tras el asesino en busca de justicia y venganza- el que lo reconoció y denunció al ver su foto en los periódicos. Pero seis días después del crimen, un editorial de Eco de Galicia puso la luz.

Decía así: “conocedores de la actuación que el Dr. García Mon vino desempeñando en la Embajada de España y del carácter despótico con que trataba a quienes tenían necesidad de acudir a él, nos inclinamos a creer que los motivos que armaron el brazo del criminal hay que buscarlos dentro de la actuación de esa oficina consular donde tantas y tan grandes desvergüenzas se cometieron con los infelices españoles, sobre todo con los comprendidos en el servicio militar”. Y deseaba que “los que han sido nombrados para defender y dirigir los intereses de los españoles no se constituyan en sus explotadores”.

A Ramón García Mon lo enterraron en el Cementerio de Colón y El Legionario fue condenado a 29 años de cárcel. Pero un diagnóstico médico de alteración mental hizo que solo pasase 60 días en un psiquiátrico. Eso pasó. Cosas que dejé en La Habana…

Del éxito económico al respeto en la colonia y en Galicia

García Mon sabía que una cosa era tener dinero y otra contar con el respeto y la consideración social. Por eso se implicó en la vida de la colonia y formó parte de Hijos de Boimente, Vivero y su Comarca y, sobre todo, de la Asociación Iniciadora y Protectora de la Academia Gallega. Esta sociedad nació en La Habana en junio de 1905 para preservar y defender la lengua y la cultura de Galicia. Entre sus 433 socios se hallaban los mariñanos José Mª Candia, Antonio Villamil y Ramón García Mon, que presidió la entidad en 1910. Como presidente, organizó el 15 de septiembre de 1910 el homenaje a Curros y un año después el centenario de Pastor Díaz.

Desde el principio, el doctor viveirense fue ?con Cándido Mugía- uno de los dos miembros que adelantaron dinero para constituir y dotar la Academia en Galicia. Para devolverles su aportación, Fontenla Leal promovió elaborar un Álbum Científico, Artístico y Literario que no llegó a imprimirse y cuyas páginas ?con textos manuscritos o impresos- fueron donadas, años después, a la Academia por el Padre Rubinos.

La Real Academia Gallega nació en septiembre de 1905 pero no inició sus actividades hasta un año después. Fue la convergencia de dos corrientes: una, en torno a Murguía, el Rexurdimento y el Rexionalismo; y la otra, alrededor de los emigrantes de Cuba que aportaron remesas y financiación para ella. Su presidente fue Manuel Murguía y entre sus primeros académicos figuraron los residentes en La Habana Nan de Allariz, Mercedes Vieito, Fontenla, Adelardo Novo y el propio García Mon que, fuera de alguna publicación médica, ni escribió ni aportó obra relevante alguna.

Con su nombramiento, el médico de Boimente alcanzó la respetabilidad social que los emigrantes tanto buscaron ?y a veces compraron- con aportaciones económicas, filantrópicas o de ayuda a sus localidades de origen. En su caso, se vio reforzada por condecoraciones recibidas en España y Cuba por su lucha contra la peste bubónica y por su elección como directivo del Colegio Médico de Cuba.

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