El asalto del régimen anterior a la Fundación Fernando Blanco

luis lamela

CUBA

ana garcia

Liquidó el sistema de administración que había establecido el filántropo

09 oct 2021 . Actualizado a las 20:35 h.

Fernando Blanco de Lema otorgó testamento en La Habana el 2 de abril de 1875. Y con su fortuna instituyó una fundación benéfico-docente para su pueblo: un colegio de primera y segunda enseñanza. Para ello designó como albaceas a Juan A. Baldonedo y Brígido Zabala, a los que les concedió la facultad de nombrar a la persona o personas de su completa confianza para ejecutar su mandato. Y así fue desde el principio.

En 1913 accedió a la condición de patrono José Quiroga Vázquez, segundo conde de San Martín de Quiroga, residente en Sarria (Lugo) y familiar de Antonio Vázquez Queipo, el albacea de mayor recuerdo y prestigio de la historia de la fundación. A José Quiroga le acompañó Benito Hermida Losada, el representante en España del cuarto albacea, Anselmo Rodríguez Domínguez, y diez años después, en octubre de 1923, la fundación fue declarada oficialmente de beneficencia particular, en una época en la que los patronos eran Anselmo Rodríguez Cadavid y José Quiroga Vázquez. Se aprobó en una real orden que todos los bienes adscritos se convirtiesen, excepto los inmuebles precisos para su fin docente, en láminas intransferibles de la deuda pública. En octubre de 1923, el inventario se componía de 1.090.400 pesetas en títulos del 4 por ciento interior; 667.000, en títulos del 5 por ciento; 28.500 pesetas, en acciones de la Arrendataria de Tabacos; 55.750, en acciones del Banco Hipotecario; 66.933 pesos, oro español, en fincas urbanas en La Habana; 500.000 pesetas en que estaban valoradas las fincas de Cee, y 40.000 pesetas más en metálico. 

Importante patrimonio

A esas alturas, después de más de tres décadas dando enseñanza y cultura a los jóvenes de Cee y de la comarca, existía aún un importante patrimonio, aparte de los bienes inmuebles, muebles y fondos instrumentales didácticos y de carácter artístico, que financió durante años los gastos de la actividad escolar y del mantenimiento del patrimonio. Sin embargo, con los años llegó el golpe de Estado de julio de 1936 y la guerra civil que desangró a España, lo que hizo sufrir a la economía nacional un enorme retroceso que tardó varias décadas en recuperarse. También surgió una galopante y progresiva inflación que minó la solvencia de la institución y provocó su decadencia económica, además de sufrir la depuración de varios profesores. El patrimonio financiero invertido en deuda pública y en acciones de empresas se deterioró y los gastos de administración comieron las inversiones financieras, de modo que entre unas cosas y otras llevaron a la institución a una difícil situación económica. El patrimonio del filántropo, indudablemente, era finito, y aun así tuvo infinitivamente más suerte que las demás escuelas fundadas por los emigrantes en países americanos, que terminaron incautadas por los golpistas ya al principio y a muchas las dejaron arruinar.

En su condición de fundación de beneficencia particular, administrada por dos albaceas que accedían por medio testamentario, el nuevo régimen franquista, principalmente las autoridades municipales de Cee, en esos años intentaron entrar en ella para controlar aquel bocado tan apetecible. 

Hostilidad

Y catorce años después de la guerra, en 1953 le llegó la oportunidad al romperse la manda del benefactor e impusieron de patrono a Jesús Corbal Sendón, el alcalde de Dumbría y diputado provincial, que sustituyó a Anselmo Rodríguez Rendueles. Pero, la imposición de Jesús Corbal como patrono hizo surgir la hostilidad al no sentar nada bien al fideicomisario José Quiroga, que negó a Corbal toda intervención en la vida de la institución, resultando seis años de crispación y discusión entre ambos.

Un asalto con la disculpa de salvarla 

Se intuye que Quiroga Vázquez, que fue juez municipal de Sarria al principio de la República, no simpatizaba con el régimen de Franco e intentó que la fundación no fuese sometida a los manejos del Movimiento Nacional. Y por eso, el 20 de diciembre de 1959 la Subsecretaría de la Dirección General de Enseñanza Primaria ordenó, en los tiempos oscuros del final de la posguerra, que se incoase un expediente de destitución de José Quiroga, el patrono por derecho de la fundación.

El acusado, por el mero hecho de serlo, y de entorpecer el interés de las autoridades locales, se convirtió en culpable y trataron de imputarle los siguientes cargos: incumplimiento de las funciones inherentes a su cargo; incumplimiento de la voluntad del fundador al dejar desatendida la enseñanza; desobediencia a las órdenes del protectorado, especialmente en cuanto a la formación del inventario; negar toda intervención en la vida de la institución a su copatrono, don José (sic) Corbal, y actuación totalmente negligente en el desempeño de sus funciones que provocó la progresiva decadencia del colegio fundacional.

Desde ese momento, el patrono José Quiroga quedó en el centro del huracán. No pudieron imputarle ningún delito de índole económico, que es lo que afanosamente buscaron, y se intuye que Jesús Corbal no fue ajeno, como autor intelectual, a las acusaciones contra Quiroga Vázquez. Esta intervención del aparato del Movimiento coincidió con la llegada al poder en Cuba de Fidel Castro, que también perjudicó la situación económica de la institución, aunque no tanto como se transmitió. Por orden de 30 de diciembre de 1959 se confirmó la suspensión provisional del patrono de la fundación después de 46 años de fideicomisario, el que más tiempo permaneció en el cargo, encargándose del gobierno provisional de la obra pía una junta patronal. Esta decisión nació después de estimar que la situación presentaba «caracteres de extremada urgencia». 

Punta de lanza

Paralelo a esta decisión, la Junta Provincial de Beneficencia trasladó a la Dirección General de Enseñanza Primaria un comunicado del otro patrón, el alcalde de Dumbría, Jesús Corbal Sendón, pidiendo se le aceptase la dimisión de su cargo, «en razón al exceso de sus ocupaciones». Su misión de punta de lanza y caballo de Troya de la posible, o hipotética, conspiración, se había cumplido. Y por eso el Ministerio de Educación le dio las gracias «por el espíritu de cooperación demostrado».

Mientras no se sustanciase el expediente de destitución, la junta propuso nombrar con carácter provisional (sic), una junta de patronato integrada por el alcalde de Cee, el cura párroco y el juez de paz. El primero y el tercero nombrados por la maquinaria del Movimiento. Esta junta debería hacerse cargo de los bienes fundacionales y requerir al patrono suspendido que hiciese entrega de ellos y «caso de que el citado señor hiciera resistencia a la referida entrega, deberá requerir don Jesús Corbal, para que, a su presencia y con las debidas garantías de fe, se inventaríe cuanto contiene el colegio fundacional».

Nombrado un juez instructor, en el expediente consta la respuesta de José Quiroga negando taxativa las acusaciones que le hicieron. En agosto de 1963, el juez propone que procedía la destitución, con pérdida de todos los derechos. Y cuando intentaron notificar al expedientado, este había fallecido el 10 de enero de 1964, y por este motivo, en un considerando de la resolución se afirma que, «teniendo en cuenta la índole de las responsabilidades que en el expediente de carácter disciplinario se imputan, exclusivamente de carácter disciplinario y en modo alguno económicas, las responsabilidades se extinguieron con la muerte del expedientado». Por lo tanto, sobreseyeron el expediente y quedó vía libre: la gobernanza de la fundación quedaba controlada por el régimen en contra de lo establecido por el fundador. Y los fideicomisarios desaparecieron para siempre.

Con el fallecimiento del último patrono de la fundación elegido según lo establecido por el filántropo, se rompió la cadena y terminó la mejor etapa, de más de setenta años, y el mejor retrato. Tampoco tomó posesión el hijo de Quiroga, al que había nombrado en su testamento. Así, el deseo póstumo del filántropo, en la elección de fideocomisarios que administrasen y mantuviesen su obra viva, dejó de cumplirse. El régimen del 18 de julio había decidido asaltarla con la disculpa de salvarla. Esta es la legitimidad actual y esa es la realidad adaptada ahora a los tiempos de la democracia.