Francisco Parapar, de Viveiro, laureado por trabajar 50 años como peón de azúcar

MARTÍN FERNÁNDEZ

CUBA

Fue uno de los 82 gallegos que Fidel Castro condecoró en 1967

14 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Se llamaba Francisco Parapar Cervo. Y había nacido en Viveiro el 4 de mayo de 1900. Como el viejo trabajador de Celso Emilio, también él tomó el sol alguna vez. Pero hasta entonces trabajó 50 años sin sosiego, comió el pan sudando cada día y gastó el tiempo con el salario del sábado. Le dio al patrón la flor de su esfuerzo y todos sus sueños. Y nada tuvo, nada consiguió. Bueno, sí. Fue uno de los 82 gallegos que Fidel Castro condecoró en 1967 para reconocerles 50 años de trabajo ininterrumpido como peones en la industria azucarera. Un sector en el que pocos paisanos fueron hacendados o dueños de ingenios y en el que la mayoría desempeñó trabajos simples, elementales.

La presencia de los gallegos en el Azúcar vino derivada de la gran necesidad de operarios agrarios que sustituyesen a la mano de obra africana cuando la esclavitud fue abolida en Cuba en 1886. Se precisaban tanto obreros para la industria como agricultores para la siembra y el corte de caña. Al principio, muchos ?la mayoría analfabetos- llegaron dentro de un plan de semiesclavitud presentado en las Cortes por el diputado ourensano Urbano Feijoo Sotomayor que buscaba emplear gallegos y, de paso, blanquear la población de la isla.

Los emigrantes firmaban contratos con hacendados azucareros y Feijoo cobraba 200 pesos por cada uno que se colocaba...

Desde finales del siglo XIX, la mayor parte de la fuerza de trabajo de las centrales azucareras eran emigrantes gallegos. Asumían los trabajos más duros, los más fáciles de aprender y los peor remunerados: peones, estibadores de sacos, mecánicos, celadores de guarapos, bagaceros, carretilleros, trapicheros, albañiles, narigoneros

De Lugo eran 23

En 1967, Fidel Castro rindió un homenaje a los que trabajaran 50 años en el sector. Entre ellos figuraba Francisco Parapar Cervo, que fue fogonero y mecánico en las centrales El Pilar, en Artemisa, del vasco Francisco Durañona; San Antonio, de los Gómez Mena, en Guantánamo; Andreíta, de Las Villas, el segundo grupo del país; el San Germán, en Oriente, propiedad de The Chase National Bank; y el Quintín Banderas, en Las Villas, que antes de ser confiscado por el régimen se llamaba el central Ramona.

Junto al viveirense, fueron homenajeados otros 81 operarios, entre ellos los lucenses José Vaamonde Blanco, Jesús Varela Meilán, José A. Prado Carreiras, Jesús Sánchez, Pegerto Magín Fernández, Evaristo Blanco Rodríguez, Jesús López, Gerardo Carballo Alvarado, José López Alvariño, Jesús Ramos Arias, Modesto Fanego Paz, Manuel Anseán Celeiro, Teolindo Gallego González, Hilario López, Antonio Vázquez, José Cendán Rego, Julio Gómez, José Carreira Vázquez, José Serén y Emilio Lorenzo Río (de

Santaballa), Juan Antonio Debasa Maceda (de San Lorenzo de Arbol) y Manuel y Eugenio Rodríguez Castro, de Castro de Rei.

Dos viveirenses entre los cinco gallegos dueños de ingenios

Solo dos familias gallegas figuran en el siglo XIX entre los hacendados cubanos del azúcar. Una fue la de Pedro Diago Baranda que poseía dos ingenios en Güines y que, tras casarse con la cubana Luisa Tato, tuvo cinco hijos que emparentaron con la élite de la industria azucarera. La otra fue la de los hermanos Antonio y Nicolás Acea Pérez, de Ortigueira (A Coruña), que fundaron en 1839 las centrales Dos Hermanos y Manuelita, en Cienfuegos, ciudad de la que fueron benefactores.

Los Acea administraron sus empresas hasta 1919, año en que la última heredera de la familia ?Francisca Toste, viuda de Nicolás Acea de los Ríos- las vendió a José Ferrer Sirés, un comerciante catalán propietario de los tranvías de la ciudad y que vivía en el Palacio Ferrer, hoy gran atractivo turístico de La Perla del Sur.

En el siglo XX, fueron tres los gallegos con fábricas de azúcar. El ourensán José López Rodríguez O Pote -dueño de la librería La Moderna Poesía tras casarse con una rica viuda cubana- tuvo cuatro: las denominadas Conchita, en Alacranes; Asunción, en Mariel; y España y Reglita, en Matanzas. Había apoyado la causa independentista y cuando el general Gómez llegó al poder en 1907 le concedió en exclusiva la Lotería Nacional. Se hizo contratista y, aunque era semianalfabeto, presidió el Banco Nacional de Cuba. En 1920 llegó la crisis financiera, la quiebra bancaria y la suspensión de pagos que arruinó a muchos emigrantes gallegos. O Pote pudo indemnizar a alguno pero en 1921 no aguantó más y se ahorcó en su casa del Vedado.

Dos viveirenses -de los que ya se escribió en esta serie- tuvieron también intereses en el sector. Uno, Francisco Infante, productor de caña y dueño de fincas en Real Campiña (Cienfuegos) que empleaban a 300 operarios. Y el otro, Antonio Rodríguez Vázquez que -además de tener cementeras, una inmobiliaria, cines y otras compañías- presidía la Corporación Industrial del Trópico, arrendataria de la refinería San Agustín, en Remedios (Caibarién), que ocupaba a 2.300 trabajadores.

Una medalla con el nombre de Suárez Gayol, el eonaviego que murió luchando con el Che en Bolivia

El 13 de octubre de 1960, Fidel Castro informó a la opinión pública de la nacionalización de 195 centrales azucareras. Más tarde, en 1965, instauró la Orden Nacional por 50 años de trabajo en la industria azucarera. Y desde entonces cada 13 de octubre el régimen condecora a los trabajadores que cumplen ese requisito con la

Medalla Suárez Gayol. Hasta la fecha otorgó esa distinción honorífica a 13.492 operarios, según informa la Agencia Cubana de Noticias (ACN).

Jesús Suárez Gayol nació en Manatí (Las Tunas), el 24 de mayo de 1936. Era hijo de dos emigrados a Cuba, Aurora Gayol y Manuel Suárez, naturales del occidente de Asturias. Con apenas 20 años fundó el Movimiento 26 de julio en Camagüey y se incorporó a la lucha armada contra la dictadura de Batista.

Cuando triunfó la Revolución, dirigió varias empresas azucareras incautadas por el régimen, entre ellas el Central Azucarero Braulio Coroneaux, el antiguo Ingenio Macagua, el primero nacionalizado por la Revolución. Luego ocupó el cargo de Viceministro de Industria que abandonó tras ser convocado por el Che Guevara para viajar a Bolivia y extender la revolución por América Latina. El 10 de abril de 1967, cuando integraba un grupo que preparaba una emboscada al Ejército Boliviano, murió en combate. Fue el primer guerrillero de la partida del Che caído y el único cubano cuyos restos no fueron encontrados.

En su honor, y por su pasado relacionado con las industrias azucareras intervenidas por el castrismo, Fidel instituyó la medalla conmemorativa y honorífica que lleva su nombre para reconocer a peones y operarios con 50 años de trabajo en el sector…

martinfvizoso@gmail.com