Villalonga, un emigrante de A Pontenova que trabajó en tabaquerías y fue rentista

Martín Fernández MEMORIA DE MARIÑÁNS

CUBA

Emigró a Cuba con 17 años

18 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Una cadiceña enamorada escribió a su novio, que estaba en la mili, para decirle que lo recordaba en todo momento, lugar y circunstancia. Y se lo dijo con gracia y en verso: «Ziempre que mientan a Francia/ me acuerdo de tu prezencia/ y ez que entre Francia y Francisco/ ¡no ez tanta la diferencia!». Con los tabaqueros de Cuba pasó algo parecido. No era tanta la diferencia -decían- entre rezagadores o torcedores o fileteadores de tabaco y el ribadense Murias que tenía una finca de 47.000 hectáreas; el devesano Moreda para el que trabajaban 500 obreros; o Fernández Rocha, el productor de Reinante, que llegó a exportar 2,3 millones de habanos. No era tanta la diferencia porque, cuando regresaban, el balance se percibía similar y también la pajilla, el traje blanco, la leontina o el veguero…

José María Villadonga López fue un emigrante de A Pontenova que no tuvo empresas propias. Trabajó en varias fábricas y en diversos niveles de la producción de tabaco y, sin embargo, logró poseer varios bienes inmuebles y vivir de rentas.

Nació en Vilameá el 9 de marzo de 1881. Su padre, Robustiano, era asturiano y su madre Josefa, gallega. Cuando tenía 17 años, emigró a Cuba el 25 de noviembre de 1898 en el vapor Telesfora, de Bilbao, para trabajar en la fábrica de tabacos La Flor del Puro Habano, propiedad de su vecino Antonio Villamil Colmenares, natural de Vilameá. A partir de ahí, siempre trabajó en ese sector. Tras un tiempo con Villamil, se empleó en otra firma, La Flor de Estanillo, propiedad de F. Rodríguez y Cía que, por aquel entonces, 1906, participaba en la Exposición Universal tabacalera que se celebró en Bruselas. Después, se trasladó a Tampa (Florida) donde combinó su trabajo de rezagador de tabacos con el de agente de ventas. 

Volvió con cuatro hijos

Tras unos años en los Estados Unidos, en 1916 regresó a Cuba, a Bejucal, como encargado y administrador de la fábrica de cigarros Partagás. Y unos años después, en 1920, se casó con la cubana María Teresa de las Nieves Blanco Reyes con la que tuvo cuatro hijos: Abelardo, que fue farmacéutico, Adolfina, Daniel, representante comercial en los Estados Unidos, y Heraclio. En los quince años que pasó en Partagás, Villalonga consolidó una buena posición económica pues adquirió fincas y bienes inmobiliarios en el entorno de La Habana que le permitieron, cuando dejó de trabajar, vivir de rentas.

En 1931, tras una vida de trabajo, regresó a Vilameá con su familia y visitó diversas ciudades y regiones de España. En 1935 volvió a Cuba para administrar una división de ómnibus de las rutas 31 y 76 hasta que, en 1939, según declaró, dejó de trabajar para dedicarse a administrar sus bienes. Hasta el fin de sus días, a finales de los años 50, vivió de rentas.

Marchó a Cuba contratado por su paisano Antonio Villamil para La flor del puro habano

Aunque no fue un empresario del tabaco, toda la vida de José Mª Villalonga giró en torno a ese sector. Su primer contrato laboral se lo ofreció su paisano ?también natural de Vilameá- Antonio Villamil Colmenares, “miembro prominente y prestigioso de la colonia gallega en La Habana”, según lo calificaban diversos medios de prensa de la época, tanto cubanos como gallegos.

En los primeros años del pasado siglo, emigrar así era bastante frecuente. Y varios empresarios del tabaco de A Mariña ?Murias, Moreda, Ramón Prieto, Félix Murias, Inocente González, Fernández Rocha…- originaron auténticas cadenas migratorias a Cuba contratando a paisanos de sus pueblos y aldeas. 

Filántropo en Ribadeo

José María Villamil -que viajó con frecuencia a Galicia y ejerció como filántropo en municipios como Ribadeo, Riotorto o A Pontenova-, presidió Hijos de Vilameá y Vilaodrid y el Centro Gallego de La Habana en 1915, una de sus épocas de mayor esplendor. Era dueño de las fábricas de tabacos La Flor del Puro Habano y La Moda, vicepresidente de la empresa editora del Diario Español y presidente de la S.A. de Vendedores de Tabaco y Cigarros de Cuba.

Antonio Villamil se casó con Concepción Santalla Fraguela y tuvo cuatro hijos: Dulce María, Elena, Josefina y Antonio. Con sus cuñados José y Benito Santalla Fraguela, que eran naturales de Ortigueira, en la provincia, A Coruña, y estaban en el sector del tabaco desde el año 1889, amplió sus negocios y constituyó en 1905 Villamil, Santalla y Cía, uno de los más sólidos y solventes grupos económicos vinculados al tabaco de todo Cuba.

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De tampa a encargado y gerente de Partagás en Bejucal

Villalonga siguió la estela de otros gallegos en Cuba que, en los primeros años del siglo pasado, marcharon a Tampa (Florida). Escapaban de las tensiones y la conflictividad derivadas de las luchas por la independencia cubana y de la represalias que llevaban a cabo los bandos cubano y español.

En esos años, empresarios como el valenciano Martínez Ibor, el cántabro Ignacio Haya o los asturianos Sánchez y Enrique Pendas trasladaron sus fábricas a Florida. Con ellos se fueron cientos de mariñanos como los Rañón, Oural, Rico, Otero, Dorado, Yáñez, Moreda, Docobo, Maseda y otros, oriundos de Ribadeo, Barreiros, Foz o Lourenzá. Villalonga comenzó trabajando de rezagador y luego pasó a encargado de almacén. En 1911 se trasladó a una fábrica de Jacksonville (Florida) y ejercía también como agente de ventas de las casas de tejidos J.L. Taylor y Boston Rain Co., radicadas en Boston.

En 1916 regresó a Bejucal (Cuba) como encargado y administrador de Partagás. Esta prestigiosa firma había sido fundada por el catalán Jaime Partagás en 1854. Pronto alcanzó un gran éxito, lo que le causó envidias y rivalidades. Fue asesinado en 1868 y su esposa, Catalina Puig, se asoció con el asturiano Allones que, al final, se quedaría con la empresa en sociedad con otro asturiano, Ramón Cifuentes Llano, propietario único cuando Bances se retiró. Cifuentes, a su vez, vendió la firma a Pancho Pego Pita, natural de Ortigueira (A Coruña), que la llevó a su mayor esplendor.

Pancho Pego era un tipo afable y populista que fue presidente del Centro Gallego. Murió en 1940 y sus herederos se deshicieron de una empresa que continuó su exitoso periplo hasta que fue intervenida por el castrismo.

Villalonga trabajó en Partagás de 1916 a 1931. Al cumplir 50 años, decidió tomarse un respiro, regresar a Vilameá y recorrer España. Un periplo vacacional que le llevó cuatro años. Podía permitírselo. No era empresario ni hacendado ni propietario de zafras. Pero no era tanta la diferencia con los tabaqueros y había sabido administrar bien sus ganancias. Y sus bienes inmuebles le generaban rentas suficientes.