Agustín Rodríguez, el vicedense que escribió mil obras y mató a dos personas en Cuba

MARTIN FERNANDEZ

CUBA

MARÍA ARGELIA VIZCAÍNO

Sus melodías reflejaron mejor que nada y que nadie el alma cubana

19 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Escribió 1.087 obras, casi como Lope de Vega. Alguna de sus canciones -sobre todo Quiéreme mucho- es el horizonte sentimental de medio mundo y una de las más grabadas por mayor número de cantantes. Fue tipógrafo, apuntador, empresario y escritor de obras y melodías que reflejan mejor que nada y que nadie el alma de Cuba. Tenía carácter y vivió la vida como los tipos que saben que lo importante es tomar a tiempo el último tren que salga tarde. Una vida turbulenta, exagerada, limítrofe con el lugar donde da la vuelta el aire.

Agustín Rodríguez Castro (O Vicedo, 1885) mató por accidente a dos personas en La Habana. La primera muerte tuvo lugar en 1928 y fue inculpado tras disparar contra un hombre que lo atacó. La segunda sucedió cinco meses más tarde y fue procesado por matar a su compañera de un tiro en la cabeza.

De ambas causas salió absuelto. De una, por considerarse que actuó en defensa propia. Y de la otra, porque se entendió que, obsesionado por amenazas anónimas de amigos de su perseguidor ?un sujeto vinculado a la sociedad abakuá, una entidad secreta masculina que protege y defiende a cofrades pobres, arrastrados- una noche confundió en la oscuridad la sombra de su mujer con alguien que venía a agredirlo nuevamente y le disparó con el revólver que guardaba bajo la almohada.

La prensa de la época, sobre todo Heraldo de Cuba, recogió con detalle los sucesos y juicios que apasionaron a un público enfervorizado. Por entonces, Agustín Rodríguez era toda una celebridad en el país.

Zarzuelas y sainetes

Había llegado en 1901 de la mano de su tío materno José Castro Mera. Tenía 16 años y era huérfano de padre. Primero se ocupó como tipógrafo pero pronto el naciente teatro cubano de zarzuelas y sainetes le comió los sesos para siempre. En 1908 estrenó su primera obra, Cuba se hunde, y en 1912 viajó a México con la compañía de Arquímides Pous. Ya era un reconocido letrista y guionista al que llamaban músicos y empresarios para sus trabajos en teatros como El Molino Rojo, el Martí o el Alhambra.

Al regreso de México, el Teatro Alhambra lo incluyó en su plantel como apuntador. No dejaba de escribir y pronto se representaron sus primeras obras, Ramón, el conquistador y De guardia a motorista. Permaneció en ese teatro hasta 1930 y entre sus creaciones destacaron La toma de Veracruz, La mulata, La rumba en España, Qué tiene la niña, Arreglando el mundo y La blanca que tenía el alma negra, con la que ganó un concurso de libretos en 1927.

En esta etapa compuso también canciones que grabaron artistas populares en las firmas RCA-Víctor y Columbia, y sainetes como La cleptómana, Tres gallegos en un tiro, Carne y pescado o ¡Apaga y vámonos!. Todos ellos fueron concebidos para situaciones y personajes-tipo asociados en esas coyunturas a un teatro de actualidad.

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Era hijo de maestro y fue enterrado en La Habana a los sones de su canción «Quiéreme mucho»

Agustín Rodríguez Castro nació en O Coto (O Vicedo) el 29 de agosto de 1885. Era hijo de Fidel Rodríguez Fernández, maestro, y de Matilde Castro Mera, y nieto de Antonia Rodríguez Fernández, madre soltera, y de Francisco Castro y María Mera. Se bautizó en San Estebo do Val apadrinado por Agustín Rodríguez Martínez y Dolores Castro. Dos de sus hermanos ?Cándido y Saturnino, que tuvo tienda de ropa y quincalla en Báez, Las Villas? emigraron a Cuba y dos hermanas, Esperanza y Delfina, quedaron en O Vicedo.

Agustín vivió con varias mujeres. La que estaba con él cuando falleció de un cáncer de laringe el 2 de octubre de 1957 se llamaba Amelia Mauri y era amiga de la actriz mexicana María Félix, según recuerda María Argelia Vizcaíno. Con ella, y con su hija Yolanda, fruto de una relación anterior, mantuvo contacto durante años la familia de Agustín. En concreto, una hija de Delfina llamada Remedios Vale Rodríguez.

Su entierro fue una gran manifestación de duelo popular. El dramaturgo Feliciano Salas lo contó así: «Se quedó para siempre en la tierra que eligió como suya y bajó a la tumba, una mañana, envuelto en las notas de Quiéreme mucho interpretadas por una orquesta que dirigía, firme, sin una lágrima, el maestro Gonzalo Roig mientras un coro cantaba: «Quiéreme mucho, dulce amor mío/ que amante siempre, te adoraré./ Yo con tus besos y tus caricias/ mis sufrimientos acallaré./ Cuando se quiere de veras/ como yo te quiero a ti/ es imposible, mi cielo,/ tan separados vivir».

Agustín quedó en la historia de la cultura de Cuba, en la propia cultura y en la misma Cuba. En O Vicedo apenas se le recuerda…

El Teatro Martí, el alma de Cuba y su imaginario social

Decir Cuba es decir mango, guaracha o ron. Pero también Agustín Rodríguez. Porque fue el más cubano de los emigrantes gallegos y porque recogió en sus obras el alma y el modo de ser de sus gentes para crear un imaginario social colectivo que hoy todos asociamos a lo cubano, a la cubanía. Ese fue el sentido de su trabajo.

Su hora alta comenzó en 1931, tras dejar el Teatro Alhambra. Se asoció con Manuel Suárez Pastoriza -un emigrante de Negreira (A Coruña) dueño de un popular café- para regentar el Teatro Martí y crear la Compañía de Zarzuelas Cubanas, con Gonzalo Roig, Rodrigo Prats y Ernesto Lecuona como compositores y directores de orquesta.

Escribió los libretos de piezas claves en la historia de Cuba según dice Enrique Río en La venus de bronce. Entre otras, María de la O, El clarín, La hija del sol, Carmiña, Perlas, Habana de noche, El pirata y, sobre todo, Amalia Batista y Cecilia Valdés, la obra cumbre del teatro cubano basada en la novela homónima de Cirilo Villaverde.

El «segundo himno» de Cuba

En ese tiempo, puso, además, la letra a melodías de diversos músicos. Su preferido fue su gran amigo y colaborador, Gonzalo Roig, fundador, con Ernesto Lecuona, de la Orquesta Sinfónica de La Habana. Muchas de sus canciones llevan sus letras.

La más famosa y universal fue, sin duda, Quiéreme mucho, considerada el segundo himno de Cuba e interpretada, entre otros, por Plácido Domingo, Los Panchos, Javier Solís, Ibrahim Ferrer o Julio Iglesias, entre otros. Pero también escribió La veguerita (estrenada por Rita Muntaner, La Única), Hija del amor, Ojos brujos, Yo te amé («Yo te amé con fe nunca mentida y con mis besos te dí mi corazón…»), Es mi vida su querer, Lamento negroide, Soledad o Amalia BatistaAmalia Bayón/ ¿qué tiene esa negra,/ que amarra a los hombres?»)...

En el cine, escribió guiones de películas como Sucedió en La Habana, El romance del Palmar (1938) y Estampas habaneras (1939). Y en televisión, entre otros trabajos, adaptó en los 50 zarzuelas y sainetes en el espacio Gran Teatro del Canal 6.