Carballés, el músico de Celeiro que dirigió la academia del Centro Gallego de La Habana
CUBA

Os Montes, de Viveiro, Trovadores de España o los gaiteiros Dopazo y Pichel tocaban en los centros
21 nov 2016 . Actualizado a las 10:13 h.La nostalgia comienza siempre por la música. Y la emigración gallega no fue más que una lenta, interminable, canción del adiós. Por eso quienes marcharon supieron siempre que la música, _como la cocina o el baile_ era la forma que tenían de recrear Galicia en América. Y por eso se ocuparon en conservarla y en formar a sus hijos en esa actividad. Esas serían _pensaban_ sus señas de identidad. Y también el legado que dejarían a su tierra de origen y a la de adopción.
Quizá ninguna entidad brilló en esa faceta más que el Centro Gallego de La Habana. Desde su mismo origen mantuvo una Academia de Bellas Artes donde, entre otros, estudió un joven llamado Laxeiro. Pero pronto, en 1920, desgajó de ella un Orfeón, una Rondalla y una Academia de Música, con rango de Conservatorio Nacional, que se convirtió en un auténtico centro de formación para nativos y emigrantes.
En un primer momento, pusieron al frente de la sección al pianista Eustaquio López y al ourensán José F. Vide. Con Vide, la Academia vivió su mejor etapa pero, en 1932, el maestro regresó a Galicia. Llegó entonces un periodo irregular hasta que, en 1935, asumió la dirección el violinista de Celeiro (Viveiro), Francisco Rodríguez Carballés, que le devolvió el brillo y el esplendor hasta los años 50.
Violín en Manzanillo
Carballés había emigrado a finales del siglo XIX y tuvo que luchar muy duro para abrirse camino. Se instaló en Manzanillo _una zona rural próxima a Guantánamo y Santiago de Cuba_ y tuvo una escasa presencia pública porque se dedicó a la enseñanza. Si fuese pianista hubiera tenido exceso de trabajo pues todas las señoritas de clase media-alta o acomodada tenían casi la obligación de mostrar conocimientos pianísticos.
Pero su vocación eran los instrumentos de cuerda. Y enseñaba de modo particular, y en el Instituto de Música de Manzanillo, especialmente Violín aunque accedía a dar clase de Mandolina, Bandurria, Laúd o Guitarra. Tenía tal nivel de conocimientos y de profesionalidad que formó a generaciones de alumnos. Y de sus manos salieron algunos de los más grandes músicos cubanos, como el famoso violinista Diego Bonilla (1898-1976), miembro de la Orquesta Filarmónica de Madrid y triunfador en España, Francia y Estados Unidos.
Cuando llegó a La Habana, Carballés formó un nuevo equipo, dinamizó las clases, atrajo a numerosos jóvenes, compuso un Poupourrit de aires gallegos, estrenado en 1936, e incorporó obras como O pensar do galeguiño, de Juan Montes, Canto de pandeiro, popular, y otras de corte moderno que dieron un nuevo aire al centro. Había nacido en Celeiro (Viveiro) en 1862. Era hijo de Francisco López y de Vicenta Carballés y tuvo dos hermanos llamados Bonifacio y Benigno. Tal vez no figure en la historia de la música. Pero es seguro que quedó en la propia música de Cuba y de Galicia.
Os Montes, de Viveiro, Trovadores de España o los gaiteiros Dopazo y Pichel tocaban en los centros
Las fiestas familiares y las celebraciones colectivas en los centros de emigrantes seguían un mismo ritual: cocina gallega, música y baile. Ya en 1908, el grupo de gaiteiros viveirenses Os Montes formado _según Emilio Insua_ por el sastre Antón Soto, el músico Juan Latorre, el pintor mindoniense Ramón Salaverri y el ebanista Eugenio González, viajó a Cuba para actuar en los centros. Y después lo harían los Gaiteiros de Soutelo y otros.
El hábito musical y la costumbre festiva hicieron que en la isla se formasen quintetos como los Monterrei, Barcalés o Tomé _asiduos a La Tropical, a las jiras campestres, a los bailes sociales…_ u orquestas, como la del gallego Miguel Faílde creador del danzón cubano y autor de célebres canciones como Antón Pirulero, Para La Habana me voy o Cuba libre. En Argentina fueron muy populares las orquestas Varela Varelita Los Celtas de Vigo, Los Chavales de España y el gaiteiro Dopazo que grabó un disco a principios de siglo.
En Uruguay, el alma de los centros y de la música fue, hasta hace poco, Celestino Pichel, heredero de Los Gaiteiros de Arnoia y promotor de grupos actuales como Montegal, Os Trapalleiros o Fisterra. En Montevideo dos conjuntos tuvieron protagonistas de A Mariña. Uno fue Los Trovadores de España, que actuaba en el Centro Lucense y del que formaron parte un viveirense y el emigrante retornado, cofundador y gerente de la empresa Frenos Carpe de Burela, José Neira Pena. El otro aún sigue activo y con éxito: es el dúo Washington Carrasco y Cristina Fernández, ella hija de José Fernández Seivane, de Bretoña.
Los dos himnos oficiosos que llegaron de la emigración
Músicos gallegos tan importantes como José Castro, Chané, Felisindo Rego, R. Fortes, los Guede, Vide o el ortigueirés Sinesio Fraga fueron emigrantes en Cuba. Por eso, y por la presencia de miles de paisanos, no es extraño que muchas de nuestras más emblemáticas canciones llegasen desde la emigración. Ni que Unha noite na eira do trigo y A Rianxeira, fuesen, en Cuba y en Argentina, dos oficiosos himnos de Galicia.
Unha noite… fue la primera poesía que escribió en gallego Curros Enríquez. Estudiaba Leyes en Madrid en 1869 cuando escribió su famosa Cántiga. Tan famosa que la musa popular la hizo suya y le cambió el primer verso “No xardín unha noite sentada” por el de “Unha noite na eira do trigo”... Alcanzó tal notoriedad que 40 años después, siendo él y Chané emigrantes en Cuba, el músico la llevó al pentagrama y la convirtió en la referencia más concreta y representativa de Galicia. Una especie de himno, símbolo y presencia ineludible, como dice Neira Vilas.
En Argentina, ese carácter simbólico y familiar lo adquirió A Rianxeira. Dos emigrantes de esa villa coruñesa querían conmemorar la visita de su paisano Alfonso Rodríguez Castelao a Buenos Aires en 1947. Y Xesús Frieiro Dourado Pinciñas escribió unos versos que llamó “Ondiñas da nosa ría” y el también rianxeiro Anxo Romero Loxo les puso música.
Los versos de Pinciñas decían: “Moito me gustas rianxeira/ que estás eiquí, na Arxentina/ verche cantar e beilar-e/ como alá na terra miña” y seguían aludiendo a la mujer de Rianxo… Pero la musa popular, para celebrar A Virxe de Guadalupe el primer domingo después del 8 de septiembre, los trocó por un canto a la Virgen: “A Virxe de Guadalupe/ cando vai pola ribeira/ descalziña pola área/ parece unha rianxeira”…
Ahora, cada madrugada de ese domingo, Rianxo se convierte en La Meca de la tribu galaica y miles de peregrinos que abarrotan la plaza cantan A Rianxeira con la fuerza de un esconjuro, de un himno vibrante, una oración.
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