Alfajores con dulce de leche gallego, otro fruto de la nueva inmigración

María Cedrón REDACCIÓN

ARGENTINA

MARCOS MÍGUEZ

Emprendedores llegados de Argentina hace un año echan mano del producto gallego para despegar en su nueva vida en Galicia

02 dic 2022 . Actualizado a las 11:08 h.

Hay un escaparate en el barrio de Monte Alto, en A Coruña, donde no es raro detenerse a leer los pequeños carteles que acompañan los manjares que expone. Llaman la atención. Solo con leerlos la boca de un goloso se hace agua. Tortitas negras, conitos de dulce de leche bañados en chocolate, sandwich de miga, alfajores de harina de arroz.... Son dulces y salados que se mezclan con paquetes de hierba mate y que delatan que tras ese escaparate hay un obrador en el que trabajan manos argentinas. Son las de Ana y Germán, un matrimonio de Buenos Aires que llegó a Galicia el 20 de septiembre del año pasado con la idea de importar sabores creados al otro lado del Atlántico y elaborarlos con productos de aquí. Porque hasta el dulce de leche que usan es gallego hecho en la granja que Alfonso Fernández tiene en el concello lucense de Chantada, a unos kilómetros de Vilachá, una parroquia del municipio de A Pobra de Brollón, donde nació el padre de Ana.

Pero esa es una historia secundaria que ninguno de ellos sabía. Porque esa cercanía geográfica es fruto de la casualidad. Eso que lo primero que hizo Ana cuando llegó a Galicia fue ir al pueblo en el que había nacido su padre: «Él se fue de allí a los nueve años. Junto a sus padres puso rumbo a Buenos Aires en un barco que salió del puerto de Vigo. Lo busqué en Internet y lo encontré, hallé el nombre de mi padre en el listado de pasajeros. Era el año 1950, pero luego no quiso regresar nunca más. No volvió, pero me contaba historias de su aldea, de cuando le mandaban a buscar agua.... Cuando vi la casa en donde había nacido, me dio mucha pena porque estaba derruida, pero quería conocer el lugar del que tanto hablaban él y mis abuelos», dice una Ana que ahora quiere emprender nueva vida y nuevo negocio en Galicia. Aunque experiencia en el gremio no le falta porque ella y su esposo tenían un restaurante en Buenos Aires.

Cuenta Germán que ellos optaron por «venir a Galicia por raíces y por buscar tranquilidad. Unos amigos que conocíamos fueron los que nos empujaron a instalarnos en A Coruña. Acá solo habíamos estado en Barcelona, la verdad». Buscando, buscando, encontraron un local en Monte Alto, donde hace justo un mes abrieron su Gerchef 33. Y fueron llenando el escaparate de su obrador con esas delicias que en poco tiempo les han acercado a los vecinos del barrio que entran preguntando a Ana por un postre que les puede recomendar. Ella los atiende por el nombre y sabe cuál han probado o cual les queda todavía por degustar. «La gente nos ha acogido muy bien», dice Ana. Y por eso es ahí donde han encontrado el lugar en Galicia desde el que distribuir por toda España sus alfajores de arroz a los que han bautizado como Petisco Doce. E incluso, en el futuro, piensan hacerlo a distintos países de la UE.

Las manos argentinas que trabajan la masa son parte del secreto de esos alfajores «de Galicia», un origen que les gusta destacar en la caja , pero también lo es el dulce de leche que producen en Chantada Alfonso y su socio Álvaro Pérez Paiva, un ingeniero agrónomo uruguayo hijo de gallegos que enseñó a Alfonso a añadir valor a la leche de sus frisonas elaborando un producto artesanal que, aunque Galicia es una potencia láctea, no se producía en la comunidad. «Eu teño unha ganadería e como nunca lle deixas de dar voltas á cabeza pensaba en cómo engadir valor ao leite. Coñecía a un rapaz de Uruguay que sabía facer o dulce de leite e decidimos emprender. Agora é o meu socio e o dulce de leite ten moita saída, tanto en España como en Europa. Hai distintos tipos, para facer xeado, para repostería, para untar, para usar de topping...».

No es la primera vez que de la unión de inmigrantes argentinos y gallegos, que también saben mucho de emigración, sale una combinación excepcional. La primera prueba se fraguó a finales de los setenta, principios de los ochenta, cuando muchos parrilleros argentinos cruzaron el charco para abrir en Galicia unos asadores que jugaron con la ventaja de encontrar en el ala oeste de Europa una de las mejores carnes de vacuno del mundo. Unos animales que nada tenían que envidiar a los que pastan en las extensas praderas de la Pampa. Ahora los alfajores con dulce de leche gallego son otro de los frutos de esta nueva oleada de inmigración.