José Ribas: «Al abrir el Milongas me decían 'no me cuentes milongas', pero no dudé»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

ARGENTINA

José Ribas lleva 17 años al frente del popular O'42, en la rúa do Franco. En el 2014 abrió en el Preguntoiro el Milongas, el primer local de una cadena que suma en siete años otros cinco restaurantes por Galicia. «Yo trabajo y roto por todos pero siempre vuelvo al O'42. Esta es mi casa», destaca
José Ribas lleva 17 años al frente del popular O'42, en la rúa do Franco. En el 2014 abrió en el Preguntoiro el Milongas, el primer local de una cadena que suma en siete años otros cinco restaurantes por Galicia. «Yo trabajo y roto por todos pero siempre vuelvo al O'42. Esta es mi casa», destaca XOAN A. SOLER

El hostelero lleva 17 años al frente del O'42, en el Franco. En el 2014 inició en Santiago una cadena que no deja de crecer. «Cuando llegué acá me repetían lo de 'ustedes los argentinos solo saben hacer churrasco'. Y pensé, pues si es así, vamos a hacerlo», destaca

26 may 2021 . Actualizado a las 00:12 h.

Ni la pandemia, durante la que abrió un nuevo local en Galicia, le resta brío a José Ribas, el hostelero de 44 años que se afianzó hace casi dos décadas en Santiago, desde donde no deja de crecer. «Cargamos con el cliché de que a los argentinos no les gusta trabajar, pero yo ya empecé duro axá», apunta riendo con un acento aún porteño. Fue en el 2001, y tras varios años empleado en un McDonald's de Buenos Aires, cuando su pasaporte español le facilitó venir a formar a franquiciados de la cadena. «Mi destino fue Vilagarcía, y yo feliz. Nunca había estado en la comunidad de mis abuelos», destaca. «Ese año se impuso en Argentina el corralito. Convencí a mis padres y, años después, a mi mujer, para que se vinieran. Somos familieros», enfatiza con cariño. «Otra razón para el traslado fue mi hermano, con parálisis cerebral. Cuando oigo quejas sobre la sanidad pública española, me digo que no se saben lo que hay. No podemos estar más agradecidos», acentúa.

Poco después del aterrizaje, se lanza por su cuenta con una parrillada en Milladoiro. «Cuando llegué acá muchos me decían, "ustedes los argentinos solo saben hacer churrasco". Y pensé, pues si es así, vamos a hacerlo», explica divertido al aludir a un primer negocio desde donde dio el salto a Santiago, al emblemático O' 42, el local situado en el mismo número del Franco, adonde se llevó a sus padres y hermanos. «Al principio nos costó. Éramos jóvenes y nuevos, pero yo allí intenté mantener la esencia y la tradición, enfocarme en la gente de Santiago y creo que eso se valoró. Saqué el escaparate y ya no hay langostas», desliza de forma gráfica sobre un mesón en el que suma 17 años y del que admite que en época precovid podía atraer cada fin de semana a 1.200 clientes, muchos ya amigos.

Foto de archivo del año 2009
Foto de archivo del año 2009 Álvaro Ballesteros

«Un cura de Mallorca que peregrina anualmente con presos y que nos conoció cuando arrancamos me prometió que volvería cuando tuviese hijos para bautizarlos. Y tuvo que venir tres veces», revela risueño. «Al contable y al responsable de márketing del grupo los conocí en estas mesas. Durante la carrera tomaban aquí las tazas», resalta agradecido antes de mirar hacia una calle apagada. «Tengo una lucha. Creo que no podemos quedarnos llorando. Hay que abrir, aunque no compense», sostiene. «Yo no me puedo quedar quieto», añade antes de recordar más proyectos, como el de la Terraza do 42, en Porta Faxeira, un negocio que duró tres años. «Cuando lo cogí tenía allí a mis padres preparando el asado al espeto, alto típico de Argentina, de costosa elaboración. Al decirme algún cliente "esto se parece a la carne ao caldeiro" entendí que cada cosa tiene su lugar», precisa con una sonrisa sobre unas singularidades que logró aunar en otro establecimiento, una parrillada galaico-argentina -«somos argentinos haciendo churrasco gallego»- que inauguró en el 2014 en el Preguntoiro. «Al abrir el Milongas todos se extrañaban del nombre y me decían ‘‘no me cuentes milongas'', pero no dudé, quise poner algo que nos identificara. Es un género folclórico rioplatense, que salió de la mezcla de la emigración. A mi abuelo le encantaba», evoca con emoción al hablar del primer restaurante de una cadena de espacio familiar que en siete años abrió sede en Milladoiro, Bertamiráns, Vilagarcía, A Coruña y Vigo, un éxito del que cree que la clave es «la conducta», algo que él persigue. «Roto por los establecimientos. ¡Y de uniforme! El cliente no sabe que soy el jefe», aclara riendo. Sin perder el ánimo también razona el sistema de turnos cerrados por el que apostó. «Al principio chocó. Me soltaban: "Tú no me vas a decir a qué hora voy a comer". Pero al final la gente entendió que era para satisfacer la demanda y se acostumbró. Ese modelo de reservas nos ayudó en la pandemia», destaca sobre un tiempo duro durante el que colgó una lona en Ames con el lema Nunca choveu que non escampara. «Una de las cosas que más me gustan de aquí son sus refranes, como Éche o que hai», sostiene jovial.

De cara al futuro, no se frena. «Mi padre me pregunta "¿para qué más?", pero a mí me llenaría de orgullo poder abrir en toda Galicia», remarca. «También seguir patrocinando el deporte base, algo social en lo que creo», confiesa. Ya en un plano más personal, no duda. «Pude abrir un Milongas en Málaga y al viajar allí me agarró la morriña. Acá soy feliz», concluye.