Originario de A Pobra do Brollón, se hizo colegiado en Venezuela y pitó partidos en la Copa Libertadores y los Juegos Olímpicos de Moscú
03 feb 2024 . Actualizado a las 16:47 h.Una extensa crónica publicada por el diario La Nación en septiembre de 1977 daba cuenta del último partido que disputó Pelé en Venezuela antes de su retirada. La estrella brasileña, ya en las filas del Cosmos de Nueva York, jugó entonces un amistoso contra el Portuguesa, primer equipo venezolano que alcanzó las semifinales de la Copa Libertadores. En la foto que ilustra ese reportaje, Pelé posa con el colegiado antes del inicio del encuentro. El árbitro era José Castro Losada, nacido en A Ferreirúa, en el municipio lucense de A Pobra do Brollón, que falleció el pasado miércoles en Caracas a los 81 años.
Pepe Castro, como le llamaban sus amigos, guardaba el recorte como oro en paño. Y solía compartirlo con sus más allegados, aquellos con los que compartía tertulias interminables sobre fútbol. La crónica detalla que Pelé había posado para la foto previa al pitido del inicio del encuentro con el capitán del Portuguesa, el lateral derecho Carlos Enrique Chiquichagua; Asdrúbal Olivares, apodado Quemao, presidente de la Federación Venezolana de Fútbol; y la terna arbitral integrada por «Castro Lozada, Vergara y Llobregat».
No era un error del periodista que redactó la noticia. Para la Federación Venezolana de Fútbol José Castro Losada era Castro Lozada y con ese nombre figura en las bases de datos disponibles en internet sobre los colegiados de ese país. Lo más destacado de su palmarés, al margen de la liga de fútbol venezolana, fueron los arbitrajes en partidos clasificatorios de las ediciones de la Copa Libertadores de 1976, 1977, 1982, 1984, 1987 y 1990. En representación de la federación de Venezuela, en 1980 arbitró en los Juegos Olímpicos de Moscú el partido España-Siria que acabó en empate a cero.
El amistoso entre el Cosmos y el Portuguesa arbitrado por José Castro posiblemente fue una de las últimas apariciones deportivas de Pelé fuera de Estados Unidos —si no la última— antes de su retirada definitiva del fútbol. El astro brasileño colgó las botas el 1 de octubre de 1977, menos de un mes después del encuentro disputado en Venezuela, en un partido en Nueva York entre el Cosmos y el Santos —el equipo en el que se convirtió en estrella— en el que jugo un tiempo con la camiseta de cada club.
De regreso de las olimpiadas celebradas en 1980, el árbitro de origen gallego hizo escala en la casa de su familia en A Ferreirúa con un aparatoso radiocasete de regalo adquirido en Moscú que entonces era el último grito en equipos musicales. José Castro nació en esa aldea de A Pobra do Brollón, a medio camino entre la Ribeira Sacra y la montaña de O Courel, en junio de 1942. Era hijo de Celia Castro mujer muy apreciada, voluntariosa y trabajadora incansable, que supo cargar con la losa que suponía en aquella época para una mujer ser madre soltera. Celia viajó a Venezuela, como tantos otros, en busca de un mejor porvenir, mientras su hijo se criaba con otra hermana.
Pepe estudió en la vieja escuela de A Ferreirúa, donde jugó de chaval en el equipo de pueblo. Su paso posterior por los Escolapios de Monforte acrecentó su afición por el fútbol, ya que el colegio era escenario habitual de competiciones de ese deporte en diferentes categorías. Cumplida la mayoría de edad, se reunió con su madre en Venezuela. El deporte nacional en ese país era el béisbol, pero el fútbol despuntaba tímidamente y él vio en el arbitraje una oportunidad profesional por explotar. Tenía fama de buen árbitro, pero también de caprichoso. Por ello, según cuentan sus allegados, tuvo que salir más de una vez escoltado de los campos de juego.
A finales de la pasada década de los 90, regresó con su madre a España. Ambos se instalaron en Monforte, hasta el fallecimiento de Celia en el año 2004. Tras la muerte de ella, aguantó muy poco tiempo en Galicia. Volvió a Venezuela y solo regresó en una ocasión, el pasado verano, para pasar unos meses en Monforte alojado en un hotel. «El trópico engancha», decía a los que le preguntaban si iba a volver para quedarse. José Castro será incinerado en Caracas y, cuando sea posible, sus restos se trasladarán al cementerio de A Ferreirúa, donde descansa su madre.