Erik Noya, el subcampeón del mundo que la emigración le devuelve a Galicia

Iván Antelo REDACCIÓN

VENEZUELA

El escalador, gran baza española a París 2024, se siente gallego: «Mis abuelos se fueron a Venezuela porque eran rojos y los buscaban para fusilarlos»

08 may 2022 . Actualizado a las 10:37 h.

—¿Le podemos llamar gallego?

—Sí, hombre, claro... Y me pone supercontento que lo hagan. Es un orgullo para mí serlo, es en donde están mis raíces y hacia donde gira mi corazón.

Es la confesión de Erik Noya Cardona (Caracas, 1994), reciente subcampeón del mundo de escalada de velocidad y principal baza de España para los próximos Juegos Olímpicos de París 2024. Su historia no es muy diferente a la de muchos hijos y nietos de la emigración gallega que por razones políticas o económicas se vieron forzados a abandonar Galicia durante el siglo XX. En su caso, eso sí, con la fortuna de poder haber mantenido siempre contacto con su «otra familia» y de volver con asiduidad a su casa. «Todas mis raíces paternas son de Galicia. Mi abuelo es de A Guarda y yo frecuento muchísimo el pueblo. Tenemos allí una casa y nos reunimos todos los años. Somos unos fanáticos de las Festas do Monte. Mi abuela es también gallega, de un pueblo muy pequeño llamado Saa», explica.

«Mis abuelos emigraron a Venezuela porque eran rojos y los estaban buscando para fusilarlos. Era la movida de aquella época tras la Guerra Civil. Una parte de mi familia se fue para la República Dominicana y otra bastante grande a Venezuela. De los cinco hijos que tuvieron mis abuelos, mi padre es el único que nació en Galicia. Tuvo la suerte de hacerlo en Vigo, en el Hospital Xeral, pero su crianza fue en Venezuela», agrega. «Mis abuelos estuvieron siempre muy cerca de sus raíces. Cuando se calmó todo, venían todos los años de visita a A Guarda e incluso invirtieron mucho en Galicia», apostilla.

Su camino de vuelta fue en el 2017. «Curiosamente, ahora es a mí el que me tocó lo contrario, pero prácticamente por lo mismo. La historia es cíclica. Esta vez somos los nietos los que tuvimos que regresar. Ahora, me reencuentro con la parte de mi familia que se había quedado. Éramos como dos mundos lejanos. Poco a poco nos vamos conociendo mejor y mola mucho», explica. «Yo a España había venido muchas veces de vacaciones y a ver la familia, pero en el 2017 fue cuando decidí coger mi par de maletas y emigrar. En Venezuela se estaba viviendo una tragedia económica y social, no tenía calidad de vida ni capacidad de progreso... Mi vida estaba truncada en ese país. Por lo menos con las cosas que a mí me gustaban. Así que como soy gallego de origen, creía que lo mejor era regresar a mis raíces y volver. Me decanté, en principio, por Madrid. Allí estaba el que entonces era el primer muro de velocidad. Allí, además, tenía a mi madrina, que también es de origen gallego», explica.

Repartidor de Glovo

Erik Noya no lo tuvo fácil en su regreso. Se tuvo que buscar la vida en trabajos ajenos a su formación académica, sin con ello dejar de lado su pasión, la escalado. «Al llegar a España empecé a buscarme la vida. No estaba seguro si continuar con la carrera de Económicas que había empezado en Venezuela o si apostar por mi carrera deportiva. No fue fácil, pero me decanté por la segunda. Al principio compatibilizaba con el trabajo de repartidor con Glovo y ya luego, más adelante, me contrataron en un rocódromo y empecé a trabajar con la federación madrileña. En el 2018 ya conseguí ser campeón nacional y ahí empezó toda mi historia como velocista», relata.

«Yo, ahora mismo, estoy viviendo en Pamplona porque es aquí en donde está la única instalación homologada. En España no lo tenemos nada fácil para entrenar. Lo que hemos hecho Alberto Ginés [campeón olímpico en Tokio] y yo es bastante épico. Conseguimos sobrepasar todas las adversidades para conseguir resultados. Los otros escaladores de otros países tampoco están de brazos cruzados, pero nosotros hemos tenido el doble de trabajo. Nos tocaba movernos por todo el mundo para poder tener entrenamientos de calidad y, en mi caso, además, tampoco podía vivir de esto. Tenía que trabajar en cosas que nada tenían que ver con mi disciplina para subsistir y seguir dedicándome a la escalada. Espero que esto cambie ahora, con la plata mundial, pero es muy complicado llegar a donde he llegado compatibilizando entrenamientos con otro trabajo. Llegar a la cima por tus propios medios es muy complicado», añade.

Galicia también fue clave en su plata mundial. «Hace un mes estuve en A Guarda. Justo antes de ir a Rusia. A orillas del Miño fue donde se produjo mi alineación chacras para ser subcampeón del mundo. Comida, buenas vibraciones... Me llevé todo lo bueno de allí», recuerda sonriente.

El hombre que le enseñó los secretos de la velocidad al campeón olímpico Alberto Ginés

A su llegado a su país de origen, Noya se encontró con un vacío absoluto en su especialidad. «Mi misión en España fue intentar visibilizar la escalada de velocidad. Aquí, prácticamente no había y me ha tocado a mí abrir camino. Una parte de mi objetivo ya lo he cumplido y espero que esto sea un empujón para que haya a partir de ahora muchos más deportistas y se tome como una disciplina a tener en cuenta y se genere una buena cantera», explica.

De hecho, fue clave en el oro olímpico de Alberto Ginés en Tokio. «Es mi compañero de entrenamiento. Hemos creado un vínculo muy importante. Para mí él es una referencia y yo para él he sido un aporte técnico total de la disciplina de velocidad, ya que en España no había prácticamente nada de eso. Pude darle mucha información, ya que en Venezuela sí que se practicaba. De la medalla de Tokio yo también  arranco un cachito con los dientes. Aunque el maestro de verdad es nuestro entrenador David Maciá, que fue consiguiendo rendijas por las que progresar. Yo también aprendí mucho de Alberto», reconoce.

En París 2024, habrá una prueba específica de velocidad y Erik Noya tiene muchas esperanzas de poder ganar una plaza. No en vano es el actual campeón del mundo. «La única esperanza que yo tenía para poder ir a unos Juegos Olímpicos era que separara la velocidad de las otras especialidades. Estoy muy contento por ello y me dejaré la piel pensando en clasificarme para París, que es el objetivo a largo plazo que tengo desde ya. Hay que esperar a que saquen el formato de clasificación, pero imagino que será complicado porque solo podremos ir pocos atletas. Ya en Tokio era complicadísimo. Solo por haberse metido Alberto, era una locura, pero esa parte es más desconocida. Es muy complicado, pero ya sabemos que imposible no es»., avisa.

«Desde los ocho años no he podido parar de escalar»

El pasado 16 de septiembre, Erik Noya se colgó la medalla de plata en el Mundial de escalada, en la modalidad de velocidad. «Ser subcampeón del mundo fue para mí una sorpresa. No es que no confiara en mí, pero es que es muy difícil. Por más que une trabaje, se tienen que dar muchos factores y se tienen que alinear los planetas. Uno tiene que ir a la competición sin saber que eso va a pasar. Mi anterior experiencia había sido una Copa del Mundo y ya vi que los tiempos eran buenos, pero ni siquiera había podido pasar el primer corte. Así que fui al Mundial consciente de que iba a ser muy difícil pasar la primera ronda. El segundo puesto no entraba dentro de mis expectativas», reconoce.

Sus inicios

A pesar de su juventud —tiene 27 años—, Erik lleva ya dos décadas vinculado a la escalada. «La primera vez que escalé en mi vida fue en el cumpleaños de una amiga. Era un campamento en Venezuela y tendría unos seis años. Ya más adelante, descubrí en mi ciudad, San Antonio de los Altos, que había un rocódromo muy modesto. Un día, mi madre, para evitar tráfico, se metió por una calle que pasaba al lado, lo vi y le dije que quería escalar. Justamente acabábamos de terminar con las clases de natación mi hermano y yo y como mi madre me había dicho que tenía que hacer algún deporte, elegí este. Fue un amor a primera vista. Probé y me enganché muchísimo. Desde los ocho años no he podido parar de escalar», destaca.