Amanecerá y veremos

Marcos López Gutiérrez EN LÍNEA

VENEZUELA

02 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi madre, lucense, sarriana para ser más preciso, se perdió este capítulo de nuestra telenovela de veinte años de duración. El día 27 de abril salió a su tierra convencida de que esta pesadilla continuaría eternamente. Sin embargo, hoy, tres días después, fin de mes, víspera de festivo internacional y con una subida sustancial del salario de los venezolanos, amanecimos con un giro en la trama de esta telaraña en la que vivimos atemorizados sin movernos mucho para no alertar al arácnido de que estamos disponibles para ser devorados.

A las 4.30 de la madrugada del lunes el calor me despertó y decidí tomarme un vaso de agua, ya alguien a esa hora estaba tuiteando que el distribuidor frente al aeropuerto de La Carlota estaba tomado por la Guardia Nacional. Me pareció normal, pues como yo vivo también en una zona muy activa de la oposición, El Trigal, y como para el 1 de mayo el ciudadano Juán Guaidó nos convocó a la Operación Libertad con la consigna «El Poder de Guaidó eres tú. Todos a la calle», supuse que las Fuerzas Armadas ya habían tomado los puntos habituales de concentración con el fin de irnos apuntillando para bajarnos los bríos como nos tienen acostumbrados; una hora más tarde empezó el teléfono a gemir todos los sonidos anunciando la llegada de todo tipo de mensajes; Juan Guaidó y Leopoldo López estaban invitando a los venezolanos con un día de anticipación a la Operación Libertad, tempranito, a punto de amanecer ambos solos. Algún político saludó a un militar joven para luego fundirse en un abrazo fraternal. Por primera vez en muchos años sí entendí la tan mencionada unión cívico militar y, a pesar de fundirse en el abrazo de compatriotas, percibí la separación de poderes y de funciones en la sociedad y pensé: «Esta vez como que sí».

Me acerqué al distribuidor de El Trigal y ya estaba comenzando la gente a llenarlo de banderas, de consignas, de pitos, de murmullos. Los pocos carros que circulaban empezaron a disminuir la velocidad y a hacer sonar el claxon. Todo volvió otra vez a transcurrir en cámara lenta, saludos de viejos amigos, ya son veinte años protestando del chavismo al madurismo, de la desesperación a la resignación, de la prosperidad a la pobreza, de la luz a las tinieblas. Pero hoy sí pasé de lo peor a la esperanza. Dos hombres sobre el techo de una camioneta y un destino, el de 30 millones, desde La Carlota a Miraflores sin miedo, sin blindaje, sin círculos de seguridad, seguros de que no les va a ocurrir nada. La razón está con ellos y así lo percibieron las fuerzas del orden apostadas a su paso, que se les sumaron sin miedo. Hoy solo tengo una duda, ¿dónde está Nicolas Maduro? Hoy no molestó. Amanecerá y veremos.