«El asesinato de mi hija metió toda nuestra vida en un ataúd»

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

VENEZUELA

Ana García

La familia víctima del doble crimen de Venezuela llega a Vimianzo

23 dic 2018 . Actualizado a las 09:02 h.

Ni siquiera han podido traerse los cuerpos y llevaban más de dos meses escondidos lejos de su casa hasta que, por fin, esta semana han podido refugiarse en el lugar de Bribes, en Vimianzo.

«Llegamos el miércoles y dormimos como hacía años que no lo hacíamos», explica Génecis Nailet Pérez Rojas, la novia de Jonnathan Enrique Chirino de León, de 41 años, asesinado junto a su madre, Ana María de León de Chirino, de 62, en el municipio venezolano de Mariara el pasado 5 de octubre. Irene Janette, hija y hermana de las víctimas, recuerda cada detalle del crimen con la misma viveza que el dolor que le produce la bala ahora alojada en la cadera izquierda y que ni siquiera sintió cuando su hermano cayó muerto en sus brazos y trasladaron a su madre, ya moribunda al hospital. Relata cómo entraron los dos asaltantes en la casa, mientras el grueso de su familia dormía, cómo Jonnathan, en la única ocasión que tuvo, trató de protegerlos disparando a quemarropa en el vientre a uno de los criminales. Cómo recibió las balas que le segaron la vida al tiempo que el otro ladrón mataba a su madre ya desmayada sobre un armario por la tensión sufrida.

Un drama inenarrable que cuentan con enorme entereza, sobre todo para denunciar en qué se ha convertido su país y poner en valor la figura de Ana María, trabajadora incansable desde los nueve años, y de Jonnathan, bombero y paramédico, que adaptó él mismo una camioneta para convertirla en la única ambulancia del municipio, dirigía un grupo de rescate que sacó a numerosos jóvenes de la calle y era un baluarte para su familia.

«Llevábamos 10 años de relación y teníamos casa, pero él no se quiso separar de sus padres porque sentía que era la única manera de protegerlos. Desde hace unos cuatro años pensamos en tener hijos y no lo hicimos por la situación del país, porque veíamos que no podíamos darles un futuro», detalla su novia con enorme pesar y ahora con la sensación de que han tenido que resumir «la vida entera a una maleta». La que se han traído a la casa que Ana María compró unos cuatro meses antes en Vimianzo y a la que pretendían trasladarse todos.

Lo explica todavía con más crudeza Ana Santos Barcia, la abuela de la familia que, con 92 años, nunca podría haber imaginado peor final para sus días. «A él le encantaba hacer el bien a los pobres y ella trabajó durante toda la vida y nunca estaba cansada. Esto metió toda nuestra vida dentro de un ataúd», resume la mujer que se llevó a su pequeña a Venezuela cuando solo tenía 9 años. Allí construyeron todo un porvenir que se vino abajo de repente y que ahora tienen que reconstruir sin tan siquiera saber si los asesinos pagarán por lo que hicieron. De hecho, en los días posteriores al crimen, fueron asesinados también un jefe de homicidios y un comisario que los investigaba, y el Gobierno respondió con la ejecución de al menos 17 asaltantes, lo que todavía incrementó más el miedo a represalias sobre la familia. «A nosotros nos quitaron la mitad del corazón», sentencia Irene.