La historia es cruel con hombres como el fisterrán Francisco Ballón

luis lamela

VENEZUELA

Fue asesinado en Punta Herminia y su mujer y sus hijas sobrevivieron en Venezuela

16 may 2017 . Actualizado a las 10:55 h.

El pasado verano unos vecinos de Fisterra, propietarios de un conocido horno de pan, se interesaron por la memoria de Sebastiana Vitales, una mujer pariente suya, interés que me sirve de punto de partida para afrontar hoy la reconstrucción de una parte de su vida. Desde aquel momento sentí que esta historia, la de Sebastiana, merece ser contadas, reconstruyendo su perfil.

Este parentesco del que me hablaron viene de que Sebastiana Vitales Gascón, de origen aragonés, nacida en Ansó-Huesca, fue la esposa de un fisterrán emigrado, Francisco Ballón Pequeño, nacido en 1899. Una mujer que también se fue con 18 años en noviembre de 1920 a Estados Unidos, país en el que conoció al fisterrán y allí contrajeron matrimonio.

Después de su retorno de EE.UU., en 1933, el matrimonio residió en A Coruña y el marido probó suerte en la construcción. En esa actividad, y por sus vivencias y experiencia en la emigración americana, quiso ayudar a reclamar derechos que eran negados a los trabajadores españoles y entró en el movimiento obrero y en la lucha social, en una actitud por otro lado muy de su tiempo, comprometiéndose firmemente en la actividad sindical.

Ballón ejerció de secretario del Sindicato de Peones de la CNT y desempeñó una vocalía, ejerciendo además de secretario del exterior. De igual forma, se hizo socio del importante Centro de Estudios Sociales Germinal, para posteriormente cambiar de profesión y dedicarse, como un buen fisterrán que se precie, a una actividad relacionada con la pesca, pero siguiendo con su afiliación sindicalista, pasando a la sección de rederos del Sindicato de la Industria Pesquera, desempeñando la secretaría de la Federación Local de Grupos Anarquistas de A Coruña (FAI).

Experiencia sindical

Por otra parte, en los últimos tiempos de la Segunda República tampoco Sebastiana quiso quedar inactiva. Con experiencia también sindical acumulada durante su etapa en la emigración, se integró en el grupo Vanguardia Femenina de la FAI y fundó el grupo Mujeres libres, colaborando asimismo en varios números del semanario Solidaridad Obrera. De esta forma, y compartiendo objetivos sociales con su marido, Sebastiana se hizo muy conocida en A Coruña por su participación como oradora en numerosos actos públicos. Por ejemplo, participó en mítines obreros celebrados en Cabovilaño-Laracha, Vilagarcía, Viveiro, Elviña-Coruña, Sada, Irixoa, Betanzos, San Pedro de Nos, A Coruña... [...].

No obstante, poco más de dos meses después llegó uno de esos giros que lo cambian todo, desapareciendo las reglas de convivencia en España y tirando por tierra la esperanza de la mayoría de sus habitantes. Con la sublevación militar de julio de 1936 todo saltó por los aires y comenzó un nuevo tiempo y la locura represora, trocando la ilusión en miedo, en juicios sumarísimos y fusilamientos que destrozaron numerosas vidas y familias: Francisco Ballón Pequeño, por sus antecedentes sindicalistas y por haber defendido la legalidad republicana en las calles coruñesas, fue atrapado por la tragedia y detenido por los militares acusado de revolucionario y condenado a muerte en un consejo de guerra. Fue pasado por las armas en Punta Hermina el 14 de agosto. Una vida que estalló por los aires dejando dos pequeñas hijas huérfanas completamente desprotegidas, y a una esposa en medio de un mundo envenenado.

Luego vino lo que vino. Y, a partir de ahí, todo fue desgarro, odio, miseria y luto. Y tiempo después su mujer, Sebastiana Vitales, desamparada y con el dolor incrustado en su piel y arrastrada en una negrura de desesperación, ansiedad y miedo fue detenida también, acusada de dar cobijo en su vivienda a militantes anarcosindicalistas e izquierdistas perseguidos por la Guardia Civil y los falangistas, todo ello en una inútil rebeldía, para pasar una temporada encerrada en la prisión provincial y en una situación que consideró límite.

Lamentablemente, la victoria militar de los franquistas no trajo a España ni paz ni perdón y sí los llamados años oscuros en los que Sebastiana estuvo siempre bajo sospecha. Como todos los tildados de rojos. Y, después de varios años hostilizada y frenando a duras penas su justa indignación, pudo sobrevivir en medio de la miseria trabajando en penosas actividades poco rentables para poder mantener a sus dos hijas, pero siempre perseguida y con miedo en un mundo inmisericorde al que tampoco quería acomodarse, viviendo un permanente viacrucis en un exilio interior que era lo único que había en España.

Sensación de destierro

Una mujer que no se arredraba, pero sufriendo una permanente sensación de destierro. Y, cuando vio que su voluntad flaqueaba, que ya no quedaba una sola gota de esperanza a la que asirse, pudo escapar del yugo franquista logrando exiliarse en 1954 con sus hijas en Venezuela, unas hijas que también sufrieron en carne viva el dolor, la miseria y la desesperación de su madre.

En fin, unas de las muchas vidas que desaparecieron con la sublevación de los militares, las de Ballón Pequeño y Sebastiana Vitales, que retratan momentos clave de nuestra propia historia como pueblo, como sociedad. Reflejar ahora que, sin haberse curado totalmente de sus cicatrices de 1936 y años posteriores, Sebastiana falleció en 2001 en el país del libertador Bolívar, 65 años después de la muerte violenta de su marido en Punta Herminia, un tiempo en el que habían convertido la ilusión de la Segunda República en una auténtica tragedia humana y social.

Estos son los hechos crudos y ya ha pasado mucho tiempo. Más de 80 años de olvido, o desidia social. Y son muchos años. Vidas de las que no se guarda memoria alguna, olvidados por unos y voluntariamente ocultos por otros, aunque hoy, con esta pequeña se le pone rostro a una historia de un fisterrán y de su esposa, maltratados por la vida. Microhistorias e intrahistorias que entraron en el limbo de la amnesia colectiva, que la mayoría de los habitantes del Fisterra de hoy, a excepción de algún familiar como los que se interesaron por ella, desconocen completamente, quedando patente que su interés solo está en el presente. Así de simple. Y es que nuestra historia como pueblo son muchas historias personales que muchas veces ignoramos. Y no debería ser así.

«Nuestra historia como pueblo son muchas historias personales que muchas veces ignoramos»