«Nunca esperé ser subcampeona de Suiza de bachata en tan poco tiempo»

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

SUIZA

Aunque baila desde niña, se inició en la danza dominicana hace solo dos años y medio, y se apuntó al título nacional dos semanas antes. Con éxito

16 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Gabriela Gaby Santabaya Sánchez, de 23 años, forma parte de la larga lista de vecinos originarios de la Costa da Morte (en su caso, padre y madre, Brens y Cee) criados en la emigración, a 2.000 kilómetros de distancia, en una cultura y ambiente absolutamente distintos a los que hubiera vivido en su tierra de origen. Hija única, desde que nació su entorno ha sido el del cantón de Turgovia (Thurgau), en la zona alemana. Por mucho que desde siempre sus vacaciones hayan estado ligadas al municipio ceense, su vida está mucho más lejos. Graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Friburgo (zona francófona), está terminando el primero de los dos años de su máster final.

Pero su vida, además de la filología y Galicia en el ADN, con la sangre, tiene mucho que ver con el baile. Danza desde los 8 años, cuando empezó con los bailes de salón. Hace apenas dos años y medio, durante un Erasmus en Málaga, empezó con la bachata, «casi por casualidad». No le fue mal. Desde este pasado fin de semana, en un campeonato celebrado en Zúrich, es subcampeona nacional de bachata. Así, de repente, tras superar unas eliminatorias y llegar a la final ocho parejas, con la que lleva un año y medio. «La verdad es que nunca esperé ser subcampeona de Suiza de bachata en tan poco tiempo», explica. Y, además, habiéndose apuntado dos semana antes de la celebración final.

No es un tema menor, ni una reunión de colegas de un fin de semana para quién baila mejor. Requiere mucho entrenamiento, disciplina. Y convencer al jurado, sorteando eliminatorias. Participó en dos modalidades, individual y en pareja. En el primer caso, las canciones suenan un minuto y medio, y las pareja van por sorteo. Ahí no tuvo tanta suerte, pero en la de parejas, sí. Los temas suenan tres minutos y medio, hay que improvisar y bailar. «Se valora todo: la música, los movimientos, la química de la pareja, las figuras que realizas...». Y lo valoraron bien. «Estamos muy contentos, no nos lo esperábamos en absoluto. Ni ella, ni la pareja Bod Kongjinda, de origen tailandés. Porque, aunque para la mayoría es todo un mundo aún desconocido, «hay mucho nivel». Además, la bachata aún no figura entre las danzas más conocidas, «pero cada vez lo es más. La salsa sí lo es, tiene más prestigio. La bachata, y en concreto la bachata sensual, muy asociada al erotismo, surgió hace pocos años. En España y otro países del mundo arrasa, pero en Suiza aún no se conoce muy bien», explica.

Gabriela insiste en que esta disciplina, que ya para siempre estará ligada a su historia personal, es fruto de «mucho trabajo duro». En su caso, en los últimos meses ha tenido que asistir a congresos de baile, pasando por Sevilla, Cádiz, Alemania... «Hay que estar con los mejores bailarines. Dedicarle muchas horas de entrenamiento, hacer gimnasio, fortalecer los músculos, trabajar horas y horas, supone mucho esfuerzo». Algún día le gustaría dar clases, pero de momento lo ve complicado. Igual que conseguir títulos en otros países, por ejemplo España, pero lo ve muy complicado «porque el nivel es muy alto». La competencia, muy alta.

Aún mastica el sabor del éxito. «Nunca pensamos que íbamos a quedar tantos. Ser segundos es como ganar, los primeros fueron profesores con muchos éxitos».

«Me he criado en un ambiente muy de Galicia y muy de España», asegura

Gabriela se crio en Fraunfeld, la capital del cantón de Turgovia. Con unos 25.000 habitantes la ciudad y 263.000 en todo el territorio cantonal, que por el norte tiene todo el lago Constanza y Alemania, y por el este está muy cerca de Austria y de Liechtenstein. Tierras lejanas, de profunda germanofonía, con apenas centros españoles o gallegos en la actualidad, nada que ver con años atrás. Acaso San Galo, y desde luego Zúrich, y otros de larga historia como Zug o Winterthur.

Ese ha sido el paisaje de Gabriela desde niña, viviendo la dicotomía de dos orígenes. ¿Cómo se vive eso? «Gracias a Dios mi padre y mi madre están aquí, pero toda la familia vive en Galicia», explica, a la que ve cuando acude de vacaciones. Es raro que se pierda la Xunqueira, por ejemplo. Su castellano, por cierto, tiene un deje centroamericano fruto de la influencia de sus amigos latinos y sus viajes por América. Le gusta España, sobre todo el calor, «y eso en Galicia no es lo típico», bromea, en el sentido de que se encuentra muchas veces con clima frío y húmedo, aunque no tanto como su tierra adoptiva. «Me he criado en un ambiente muy de Galicia, muy de España». También ve diferencias evidentes en el carácter. En Suiza, dice, la gente «es más fría, más distante». Las variantes culturales también son muy notorias. Tampoco tiene opciones para hacer piña con otros paisanos. «Los que vinieron en los primeros años ya se han ido o se están jubilando ahora. Y los jóvenes que llegan no son tantos como para formar nuevos centros o colectivos. Además, aquí llegan pocos, la mayor parte van a la zona francófona», indica.