Amara Pérez: «Mis amigos iban a Pirámide, y yo, a clase con las zapatillas de ballet»

Por Pablo Portabales

RETORNADOS

ANGEL MANSO

Después de una larga etapa en Nueva York, Chile y Escandinavia, la bailarina regresó a su ciudad con la pandemia y ya ha retomado su actividad, ensayando con Nova Galega de Danza, y como profesora en varios centros

09 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Pasó parte de su infancia y juventud en el Conservatorio de la calle de la Franja. «Mis amigos se iban a la sesión de tarde de Pirámide, que era lo máximo, y yo, a clase con las zapatillas de ballet y el maillot. Me costaba mucho no ir con ellos, pero agradezco no haber faltado», recuerda la bailarina, coreógrafa y profesora coruñesa Amara Carlota Pérez Baliñas. Sus padres (muy presentes siempre durante la entrevista) le pusieron el nombre por una de las hijas de Rosalía de Castro. «Siempre les gustó. Y el de Carlota es porque les apetecía que fuese compuesto. Por Chile me encontré con algunas más, pero por aquí hay muy pocas», apunta Amara Pérez, o @amara_cpb en Instagram. Vivió en Madrid, Nueva York, Sudamérica o Escandinavia antes de asentarse de nuevo en casa. «Soy de La Coru de toda la vida. Nací y crecí en un sexto piso de un edificio de Adormideras, al lado del hotel. Te levantas y ves el mar. Es un lujo». Por las mañanas ensaya con Nova Galega de Danza a las órdenes de Jaime Pablo Díaz, ferrolano del año. Por las tardes da clases en As Pontes, en la escuela municipal de Oleiros, en un club de gimnasia rítmica, en el colegio Eirís y enseña lyrical jazz en la academia L’Atelier, al lado de Riazor. «De vez en cuando imparto alguna clase online a chilenos que me lo piden», añade. 

«Flashmob» en Nueva York

Estudió en el colegio Rías Altas de A Zapateira desde los 3 a los 17 años. «Quedaba muy lejos de Adormideras, pero mis padres querían que estuviese en un centro rodeado de naturaleza y con servicio de comedor porque ellos no estaban en casa al mediodía. Era un coñazo, porque cuando pasé la prueba en el Conservatorio Superior de Danza apenas me quedaba tiempo para nada», recuerda. Desde entonces se acostumbró a no parar y a viajar. De los 17 a los 23 años dejó de bailar por un problema de salud. Se alejó de la danza y se fue a estudiar Ciencias Políticas a Santiago. «Pasé del blanco al negro. Duré menos de un año. Después empecé la carrera en el Inef, hasta que poco a poco fui retomando el contacto con el baile», relata. Dice que siempre tuvo una relación de amor-odio con su profesión, pero llegó el día en que se lo tuvo que plantear a sus padres. «Soy bailarina y no quiero hacer otra cosa en mi vida», les dijo. Hizo la maleta y se fue a Madrid a estudiar teatro musical y danza moderna con Fernando Lázaro. De ahí, a Nueva York. «Fue una experiencia brutal. El ritmo es infernal. Hice de todo. Bailé en varias compañías y participé en el aniversario del 11-S y me emocioné un montón. Actúe en cantidad de flashmob de pedidas de matrimonio en Times Square o Central Park...», rememora. Cuatro años después se fue al norte de Europa a trabajar de asistente de una coreógrafa hasta que un esguince jugando al vóley truncó esa aventura. Ya recuperada, aceptó el reto de participar en un festival de danza en Chile. «Iba para poco más de un mes y estuve seis años. Trabajé en la tele de bailarina, rodé videoclips, hice shows... Era algo que nunca antes había experimentado». Con la pandemia decidió regresar a su ciudad. 

La comida basura

Tiene 37 años, aunque todo el mundo le echa menos. «Mi cuerpo pide danza. Lo necesito, es mi manera de expresarme, aunque me tengo que ir adaptando a las limitaciones de la edad», explica. Le quedan dos asignaturas para acabar Ciencias del Deporte, donde sus compañeros de clase son más jóvenes que ella. Vive cerca de la plaza del Humor y reconoce que su sueño no cumplido es haber bailado en la Cedar Lake Contemporary Ballet, de Nueva York. «Fui a varias audiciones y estuve a punto. En el mundo de la danza he aceptado muchos noes», reconoce. Se declara cabezota, y confiesa que le encanta «la comida basura» que no puede comer, «y soy muy de Estrella Galicia». Tiene pareja y, si tuviese hijos, los matricularía en ballet. «Me gusta la disciplina que se adquiere. Me haría ilusión ver a una mini Amara o un mini Amaro bailarín», comenta. Le gusta leer, ver el mar y estar con los amigos. «Salir de fiesta y bailar me apasiona. Ojalá todo vuelva a ser como antes».