La otra mirada de Dionisio y Lola

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

RETORNADOS

Miguel Souto

Tras seis años en Marruecos, la pareja regresó a Cerdedo y se topó con el confinamiento. La inmersión total y pausada le hizo redescubrir la aldea

13 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Dionisio Pereira y Lola Varela son una pareja entrañable. De esas con las que se podría hablar tardes enteras porque son personas abiertas, atentas y con mucho que contar. Él es economista e historiador y ella es profesora. Él ejerció la política activa hace años, con el empeño y el desgaste de quien está decidido a mejorar su entorno aunque el viento sople en contra. Ella fue durante años la presidenta de la asociación Verbo Xido y estuvo también en el colectivo de mujeres Espadela, dos de los más grandes dinamizadores de la vida sociocultural de Terra de Montes en las últimas décadas. Entre otros méritos, impulsaron la Festa da Vincha y lucharon a muerte por el Cetmo de Soutelo. Se les echa de menos.

Dionisio y Lola llevaban mucho tiempo alejados de su tierra. Que no es exactamente la suya, porque en realidad Dionisio es originario de A Coruña y Lola de Pontevedra. Buscando una casa para restaurar, sus amistades los dirigieron a Cerdedo. Hace de aquello 25 años, así que ahora Lola y Dionisio son tan cerdedenses como la Fonte do Torno o el Muíño do Covelo.

Investigando en el Rif

La pareja llevaba seis años residiendo en Marruecos. Primero se había ido Lola, que buscando un cambio de aires quiso culminar su carrera docente más allá del estrecho. Estuvo un año en Rabat y cinco más en un instituto español en Alhucemas, en la zona del Rif. Allí la acompañó también Dionisio, que como investigador aprovechó la ocasión para publicar dos libros sobre el Rif y su relación con Galicia.

La pareja se enamoró de la luz, del paisaje y de las gentes de Alhucemas. Tanto que llegó a comprar casa allá, para disfrutar la jubilación yendo y viniendo de Cerdedo a Alhucemas.

Y entonces llegó la pandemia. Recién jubilados, Lola y Dionisio regresaron a Cerdedo con la intención de pasar una temporada y volver a Marruecos. Pero se impuso el confinamiento. Truncó sus planes de aprovechar la jubilación para viajar más. A cambio, les regaló un valioso viaje hacia sus raíces que acaban de plasmar en el libro titulado Crónica miúda de Vilar de Figueiroa en tempo de pandemia. «É unha viaxe sentimental pola aldea. Nunca estiveramos tanto tempo metidos na aldea. De repente atopámonos con máis tempo ca nunca e sen poder saír da aldea. Fomos descubrindo cousas que nos chamaban a atención e, falando máis cos veciños, fomos recuperando costumes e tradicións», explica Lola Varela. «Empezamos a saír e a facer fotos co móbil e a escribir entradas no Facebook. Iso foi o xermolo deste libro», explica.

«Aprendín un montón. Moitas veces coas presas pasas por riba das cousas sen darte conta», reflexiona.

Viviendo sin prisas

Moviéndose sin prisas por la aldea de Vilar (Figueiroa), Dionisio y Lola consiguieron «un ollar máis aberto» que les permitió descubrir lo que tenían delante desde hace décadas.

La publicación documenta tradiciones recuperadas -como la molienda en el Muíño do Covelo- y habla de la matanza, el ahumado de los chorizos, la veceira -gestión comunal del pastoreo-, las hierbas de San Xoán, las lacenas de miel que conservan las paredes de algunas casas o la Rosca do Santo, un dulce que, después de bendecido en la iglesia el día de Corpus, se sigue repartiendo por la aldea, para degustarlo o guardarlo con fines protectores.

El libro recoge también alguna historia local sobre Pepa a Loba -que anduvo con su cuadrilla por los montes de Cerdedo- e imágenes y reflexiones sobre el patrimonio. Como hórreos, chozos en el monte para resguardarse del temporal, molinos recuperados, hornos y barras o palleiras que se desvanecen.

Ni Dionisio ni Lola pretenden convertir el libro en un superventas. De hecho, ni siquiera lo venden. Está disponible gratis en el portal Tabeirós-Montes (www.tabeirosmontes.com/novas/february-26th-2021). Su único afán es compartir su redescubrimiento de la aldea con amigos y vecinos, para crear comunidad e inmortalizar tradiciones que se esfuman mientras la vida moderna sigue con su frenético día a día. Vilar de Figueiroa en tempo de pandemia siembra nostalgia y curiosidad por la cultura rural que se está perdiendo. Y da para reflexionar. Para algo tenía que haber servido la pandemia.