La mujer del espía Garbo: «Pueden matarme, pero lo contaré todo»

maría santalla REDACCIÓN / LA VOZ

REINO UNIDO

Araceli no aguantaba la vida en Londres y amenazaba con descubrir a su marido, el espía Garbo

30 sep 2016 . Actualizado a las 09:34 h.

Un año antes de que las tropas aliadas desembarcasen en Normandía, en junio de 1943, en un barrio de Londres el matrimonio que formaban la lucense Araceli González y el catalán Juan Pujol se resquebrajaba y ponía en peligro los planes aliados para lanzar el ataque definitivo contra el ejército alemán. Araceli y Juan llevaban meses colaborando con la inteligencia británica y Pujol, conocido con los alias de Garbo, Bovril e Inmortal, actuaba como agente doble pasando información falsa a los nazis. Su participación en el éxito del desembarco de las tropas aliadas en las playas francesas se considera esencial, porque hizo creer a los alemanes que era una falsa alarma y que el ataque decisivo se produciría en Calais.

Pero aquella crisis matrimonial pudo haberlo cambiado todo. Araceli no consiguió adaptarse a Londres. Las actividades secretas de la pareja les impedían tener vida social y, aislada, Araceli deseaba volver a su casa en Lugo. Los documentos de los servicios secretos británicos desclasificados el miércoles incluyen la transcripción de varias conversaciones telefónicas que la mujer mantuvo con Tomas Harris, el agente del MI5 a cargo de Garbo, el 21 de junio de aquel 1943. En ellas queda claro el momento crítico, el otro día D, que la morriña de Araceli supuso para la operación.

Araceli. Le llamo para decirle que esta es la última vez que le digo que debo dejar Inglaterra, porque no quiero permanecer aquí ni un día más.

Harris. ...

Araceli. No quiero hablar con usted nada más. Es la última vez que se lo digo y espero que me dé una respuesta mañana. Si no arregla las cosas para que pueda salir de aquí inmediatamente, haré las cosas a mi manera.

Harris. ...

Araceli. Si mañana no ha arreglado mis papeles para que pueda dejar el país inmediatamente, porque no quiero vivir cinco minutos más con mi marido, iré a la embajada de España. Como puede suponer, ir a la embajada de España me puede costar la vida.

Harris. Eso es una amenaza.

Araceli. Incluso si me matan iré a la embajada española. Sé muy bien qué hacer para fastidiarlos a usted y a mi marido.

Harris. ¿Qué cree que va a ganar?

Araceli. Pueden matarme mañana, pero lo contaré todo. Tendré la satisfacción de haberlo contado todo. ¿Entiende? No quiero vivir otro día más en Inglaterra.

Araceli no cumplió su amenaza, pero los servicios secretos no debían de tenerlas todas consigo, porque tal como demuestran los documentos desclasificados, durante esos días se vigiló la embajada española para comprobar si acudía una mujer que respondiese a su descripción.

Dos días después de esta conversación, Araceli González firmaba un escrito en el que se disculpaba. «Pido mil perdones para mi marido, puesto que la culpa de todo lo que pasó es mía y cuestión totalmente personal llevada de un momento de enfado», decía, y añadía: «Prometo muy seriamente no cometer jamás acción alguna que pueda comprometer el trabajo de mi marido».

Araceli se refiere al trabajo de su marido, pero muchos investigadores sostienen que ella misma no desempeñó un papel menor. De hecho, fue envió algunos de los primeros mensajes de Garbo para convencer a los interlocutores alemanes de su marido de que este estaba realizando labores de espionaje en Inglaterra cuando en realidad ambos se encontraban en Portugal. Fue ella, además, la que consiguió el contacto que los llevaría a trabajar para los servicios secretos británicos y que convertiría a su marido en uno de los espías dobles más famosos de la Segunda Guerra Mundial.

Durante esos años al servicio del MI5, Garbo llegó a diseñar una compleja red de subagentes, que en realidad eran ficticios, con los que engañaba a la inteligencia alemana y ocultaba su trabajo para el MI5. Para los germanos, Gracia, nombre con el que conocían a Garbo, tenía un empleo como traductor en la cadena pública BBC. La composición de esa supuesta red de espionaje al servicio de Juan Pujol figura también en los documentos desclasificados esta semana por el Gobierno británico y que se hicieron públicos a través de los Archivos Nacionales.

Una documentación de la que también se desprende el eficaz entrenamiento del matrimonio Pujol-González en técnicas de espionaje. Prueba de ello es que muchos de los documentos están escritos con tintas especiales para que el contenido secreto solo pudiese ser conocido por sus destinatarios. Estratagemas de espías como la que Garbo y los agentes del MI5 pusieron en marcha para frenar definitivamente cualquier tentación de Araceli de desvelar la identidad de su marido. Le hicieron creer que este había sido encarcelado, y ella prometió la paz a cambio de la libertad de Garbo.