
Con 23 años y una mochila de ilusión la estradense se fue a Oceanía y lleva dos años viajando con los ingresos que logra encadenando trabajos
02 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.No todo el mundo tiene el coraje para coger un macuto y plantarse a 16.000 kilómetros de su casa en busca de nuevas experiencias. Lucía Liste Prieto (A Estrada, 1999), sí. Y lo recomienda a todo el mundo. «Pode impoñer ao principio porque Australia está lonxe e é outro idioma, pero como di unha amiga miña: ‘Se che da medo, faino con medo’. Aprendes un montón e creces un montón como persoa. Alí as cousas danse bastante fácil e é unha experiencia moi enriquecedora. Recomendable ao 100 %», cuenta la estradense. «A maioría da xente que vai coa idea de botar alá uns meses queda máis tempo», comenta.
Lucía no es ninguna niña mimada a la que le hayan dado todo hecho. De estudiante hizo extras en la hostelería para tener sus propios ahorros y, en los veranos, se las apañó para estudiar idiomas en el extranjero con becas. Con 18 años se fue a Irlanda superando un proceso selectivo con la empresa Eurolingua. A los 19 se embarcó en un voluntariado de la Xunta en la ciudad francesa de Dinard y a los 20 se fue con otra beca a Malta. En su cuarto año en la Universidad, Lucía también hizo un Erasmus en Italia, en la ciudad de Padua.
En esa etapa de estudiante la estradense empezó a interesarse por Australia. «Non é que estivera enfocada niso, pero era un dos destinos aos que me gustaría ir. Xa con 18 anos tentara ir a Austin un verán a estudar. O que pasa é que era moi caro e daquela non atopei ningunha beca», cuenta.
Pero cuando estaba preparando los exámenes finales de su doble grado de Derecho y ACE, a Lucía le entró un correo publicitario de una de las empresas con las que había contactado años atrás buscando irse a Australia. «Eu estaba dándolle voltas a que ía facer ao rematar a carreira e vía que as opcións que estaban collendo os meus compañeiros —oposicións, másteres, empezar a traballar...— non me apetecían nese momento. Entón entrei na web da empresa que me enviara o correo, mirei os tipos de visas que había e vin que era factible. Hoxe non o faría a través dunha empresa. Non por nada, pero para ir a un pobo como fun eu non é necesario ir a través de ningunha empresa porque tramitar o visado non é difícil e a empresa dáche apoio só nas cidades nas que ten sede», cuenta. «Eu realmente, unha vez que puxen un pé en Australia, non volvín contactar con eles», dice.
Un pueblo de mochileros
Lucía Liste eligió como primer destino Byron Bay, un pueblo en la costa este al que llegó con una visa Work and Holiday. «O único que levaba de aquí era aloxamento nun hostal por dúas semanas. Australia sen traballo é insostible porque é un lugar moi, moi caro. Ao principio custoume atopar traballo porque Byron Bay é un destino moi estacional e eu cheguei en febreiro, cando a tempada de verán empeza a baixar. Pero é un pobo de moda, con moitos backpackers, e eu nunca escoitei de ninguén que tivera que marchar por non atopar traballo ou casa», dice Lucía.
La joven empezó trabajando de limpiadora en su hostal a cambio de alojamiento y luego complementó eso con otro trabajo como ayudante de cocina en un restaurante. «O país é moi caro, pero gáñase ben. Con 20 horas semanais de traballo podes vivir e, full time, vívese ben e afórrase. Esa grande estabilidade económica permíteche descansar a cabeza deses problemas. Alí o problema é cal será a seguinte viaxe», explica la aventurera.
Para conseguir el visado se necesita certificar el nivel de inglés, tener al menos dos años de educación superior y acreditar un fondo bancario mínimo para imprevistos. El permiso se concede por un año, pero haciendo determinados trabajos durante tres meses se puede extender por otro año más y, trabajando de nuevo seis meses en esos oficios predeterminados, por un tercero. «Hai unha lista na web do goberno. Son traballos en granxas de animais ou de paneis solares ou en hostalería en zonas apartadas», resume.

A mayores, para aprovechar el visado se necesita adaptarse bien al medio y dejarse en casa los planes. «Hai que improvisar continuamente. Planear en Australia non serve de nada. As cousas non sempre saen como queres. Hai que saber adaptarse, moverse e manexar a incertidume. Hai que deixarse levar», dice Lucía.
En una granja solar
Lucía logró la primera extensión de su visado trabajando en la hostelería en Port Douglas y la segunda en una granja solar de Albury, dando el callo y ganando 1.200 euros a la semana. Gracias a eso pudo disfrutar del surf y el buceo, nadar con tortugas, descubrir la Gran Barrera de Coral, visitar el bosque forestal más antiguo del mundo, saludar a los canguros cara a cara, comprarse un coche hacer un road trip de 2.000 kilómetros por la costa este y hacer decenas de amigos de todas las culturas. Cuesta sintetizar semejante experiencia.
Esta temporada, Lucía está de regreso en A Estrada, pero no será por mucho tiempo. Aún le queda un año de visa en Australia y medio país por conocer.
Después, Lucía quiere seguir exprimiendo un tiempo la vida y conocer otros países antes de centrarse en su profesión. Aunque, como ya ha aprendido, la vida es fluir y a veces improvisar.