Niquea Outeiral, 25 años: «Lo dejé todo para conocer Nueva Zelanda en un año»

OCEANÍA

Esta gallega inició sola una de las aventuras más emocionantes de su vida: vivir en el extranjero con una visa «working holiday». Mientras trabaja y descubre Nueva Zelanda, nos cuenta su experiencia

17 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Niquea Outeiral (Pontevedra, 1998) decidió dejarlo todo para irse sola a Nueva Zelanda con el objetivo de conocer el país mientras trabaja con una visa working holiday durante un año. «La autorización te permite entrar en el país y viajar por él mientras trabajas para costearlo. El tiempo viene determinado por el tipo de convenio; en España existen cuatro países para elegir: Nueva Zelanda, Australia, Canadá y Japón», explica la aventurera gallega.

 La joven llegó el pasado mes de septiembre al país oceánico con una maleta y una mochila a la espalda cargada con sus pertenencias, pero, sobre todo, con ganas de conocer mundo y de vivir por primera vez sola lejos de casa: «Fue una decisión improvisada. Siempre me gustó viajar y cuando terminé mis estudios de Psicología no tenía muy claro el rumbo que debía tomar mi vida. Hasta que oí por un amigo que una amiga suya se iba a marchar a Australia de working holiday». Así empezó a investigar más sobre este tipo de permiso de residencia: «Me acordé de que hace unos años, cuando aún estaba en el instituto, había visto un vídeo de un chico que estaba en Nueva Zelanda con este visado y que enseñaba cómo estaba siendo su experiencia. Recuerdo que aluciné con la cantidad de paisajes increíbles y de naturaleza que tiene el país».

La decisión de irse a Nueva Zelanda, y no a otro de los países del convenio, la tomó por su gusto por los lugares rodeados de naturaleza: «Es lo que me gusta y lo que busco en los viajes». En el caso de este país, las visas solamente se ofertan un día al año, lo que hace más difícil acceder a una de ellas: «Solo había 200 y se agotaban en cuestión de minutos. Otros países las abren más tiempo porque disponen de más cantidad. De hecho, mi segunda opción era irme a Australia, donde, por lo general, necesitan a más gente». El proceso es sencillo: entrar en la página de inmigración y cubrir un formulario. También se deben cumplir unos requisitos, como tener entre 18 y 30 años y contar con un mínimo de ahorros que te permitan comprar el vuelo de vuelta. «Una vez me hice con la visa tuve que hacerme la prueba de la tuberculosis para poder entrar en el país. Eso fue lo más rollo porque tuve que ir hasta Barcelona para hacerla». Existen agencias que ayudan a agilizar los trámites, pero Niquea decidió hacerlo por libre: «Si pones un poco de interés e investigas bien no te hace falta contar con una de ellas». 

Enamorada del país

Lo cierto es que Nueva Zelanda ha conquistado el corazón de esta pontevedresa. ¿Razones? El cielo es una pasada, «es uno de los más oscuros del mundo —apunta—, y por la noche se puede ver toda la Vía Láctea». «Mucha gente piensa que hay animales peligrosos como en Australia, pero todo lo contrario, este es el país de los pájaros y la vegetación», asegura la joven. Además, Niquea cuenta que los neozelandeses son gente muy cercana, amable y alegre: «Se les llama kiwis. Básicamente se dividen entre los maoríes, que son los aborígenes que llegaron desde las islas del Pacífico, y los pakehas, que son los descendientes de europeos». La joven dice sentir auténtica fascinación por la cultura maorí: «Son muy familiares y defensores de su tierra, están muy conectados con la naturaleza, y en especial con el agua, porque al final llegaron a través de ella a esta tierra».

Desde que llegó, ella ha tenido dos trabajos, el primero en la isla Norte en la campaña del kiwi, que es la fruta y símbolo nacional de Nueva Zelanda: «Es muy típico trabajar en el kiwi, estuve durante dos meses y fue muy divertido. Aunque algún día también fue duro. Me dedicaba a hacer labores de mantenimiento porque no era la temporada de recolección». Y añade que suele intercalar temporadas de viaje, en las que se mueve todo el rato por las islas, con períodos de trabajo.

Hasta hace un mes vivía en su coche, que compró nada más llegar al país: «Tiene una cama. Viajé como unos 7 u 8 meses en él. En Nueva Zelanda existe la libre acampada y puedes instalarte prácticamente en cualquier sitio». Ahora, está en la isla Norte y con la llegada del invierno y del frío ha cambiado el coche por el calor de un hogar: «Vivo en Wanaka, un pueblo muy famoso por las pistas de esquí, y trabajo cinco días a la semana como cuidadora en una residencia de ancianos». Una experiencia que, sin duda, la está ayudando a mejorar el inglés. Además de que comparte casa con anglohablantes y que desde que llegó hace diez meses solo se ha cruzado con tres españoles.

De estos últimos meses, Niquea se queda con las personas que ha conocido. «La mayoría de gente de fuera que te encuentras está viajando con un visado de visitante o, como yo, con la working holiday. Algunos vienen de viaje, se enamoran del país o de algún neozelandés y terminan solicitando este permiso o una visa de pareja». Por supuesto, también quiere destacar el crecimiento personal que le ha supuesto esta experiencia: «Lo quieras o no, cambias, maduras, creces y te conviertes en una nueva versión de ti misma».

Y después de casi un año sabe que siempre va a tener una segunda casa en las antípodas a la que poder volver: «Toco madera porque aún no he tenido ningún bajón de morriña grande, porque sé que voy a regresar en algún momento. Hoy en día con las tecnologías estás a una videollamada de tu familia y amigos». Lo que si echa de menos es la comida, porque Nueva Zelanda es un país muy joven y con poca historia gastronómica: «Sus platos típicos son de raíz británica, como el fish and chips, y también tienen muchos platos de origen asiático y barbacoas». 

Feliz con la prórroga

Niquea tiene claro que participar en este programa para ella ha sido una experiencia increíble: «Conoces a tanta gente en el camino que es una pasada. Lógicamente cada uno tiene su idea de viaje que quiere hacer y, al final, la working holiday no tiene por que cuadrarle a todo el mundo. Aquí también hay mucha gente que viene con la idea de hacer dinero, porque en Nueva Zelanda los sueldos son más altos y ahorran para irse de viaje por Asia a gastarlo, que es un continente muy barato». Ella prefiere invertir el dinero en conocer los rincones del país y en disfrutar al máximo de la oportunidad de vivir en él. «Recomiendo que todo el mundo salga de su zona de confort, siempre que se pueda. Viajar te cambia la forma de ver la vida y replantearte cosas. Es una experiencia muy enriquecedora», cuenta la joven. Su visado caducaba el próximo mes de septiembre, pero ha conseguido una prórroga: «Siguen necesitando a gente para trabajar aquí, así que tengo permiso hasta marzo del 2024».

Después, saboreada a tope esta aventura, Niquea planea volver a casa para retomar su carrera profesional. Y empezará otra aventura.