Alba Gavaliugov, la ferrolana número uno en las oposiciones a la carrera diplomática: «Es mi sueño desde los 15 años»

GALLEGAS QUE ROMPEN TECHOS

Es la séptima mujer en lograr este hito en el proceso; su objetivo ahora es llegar a las Naciones Unidas
12 ago 2025 . Actualizado a las 12:46 h.A los quince años, Alba Gavaliugov (Ferrol, 1995) tenía claro qué quería ser de mayor: «Diplomática». Un reto dificilísimo y poco usual que ahora, casi otros quince años después, puede decir que ha logrado. Tras seis años preparando la oposición, no solo ha aprobado una de las pruebas públicas más complicadas de España, sino que ha sido la número uno de este año, un hito que solo han alcanzado otras seis mujeres en la historia de la carrera diplomática. «Como aún no he empezado a trabajar y es un resultado en Internet, todavía no me puedo creer que he cumplido el sueño de mi vida», reconoce.
Hija de una profesora cooperante ferrolana y de un político rumano, vivió en la urbe naval hasta los diez años. «Por el trabajo de mis padres nos hemos movido mucho. Viví unos años en Madrid y en Rumanía, donde empecé a participar en unas actividades que se hacían allí en los colegios, que consistían en simulaciones de modelos de las Naciones Unidas. Con 15 años, ya en el instituto, seguía participando en estas actividades incluso fuera de Rumanía, y conocí lo que era la diplomacia», recuerda. Aunque sus padres tienen carreras internacionales, no hay nadie en su familia que se dedique a esto. Pero Alba ya lo tenía claro. «Llevo la mitad de mi vida queriendo serlo y, con casi 30 años, lo he logrado», sentencia.
De Rumanía regresó a Madrid para estudiar Derecho y Ciencias Políticas. «Durante la carrera seguí organizando estos encuentros de las Naciones Unidas y, en el último año, en 2019, presidí la organización del mayor simulacro del mundo de este tipo, que impulsa la Universidad de Harvard y que cada año cambia de lugar», recuerda. Fue un evento en Ifema con 2.500 asistentes, entre ellos el rey Felipe VI, ministros y la entonces alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. «Fue increíble, tres años de preparación para organizarlo, y lo último en la universidad antes de ponerme a opositar», explica.
Setecientos aspirantes
Las oposiciones a diplomático reúnen cada año a unas 700 personas para unas 30 plazas. «Tienes un diplomático que es tu preparador», señala. Son cuatro pruebas eliminatorias de gran exigencia. La primera, un test de cien preguntas sobre 200 temas que los propios opositores deben prepararse desde cero: «Hay unos títulos de los temas y tú te los tienes que hacer». Las áreas abarcan derecho internacional, derecho español y de la Unión Europea, economía española e internacional, e historia, «que va desde los Reyes Católicos hasta hoy». El filtro es severo: «Suelen quedar ya solo 200 personas. El test lo aprobé siempre desde el primer año», recuerda.
El segundo examen es una prueba de idiomas que exige dominar «inglés y francés perfectos», con ejercicios de traducción, redacción y conversación. El tercero consiste en un ensayo sobre un tema de actualidad, que se comunica al aspirante en el momento. «Por ejemplo, el primer año que me presenté coincidió con la celebración de la Cumbre del Clima COP en Madrid y tocó un ensayo sobre el cambio climático. Otro año fue sobre desigualdad y este último sobre sur global», relata. En esas dos horas de escritura debe citar autores y aportar datos concretos.
Quienes superan estas fases se enfrentan al examen oral final. «Hay que exponer cuatro temas de los primeros 200 que preparas para el test, perfectos, cronometrados en una hora», explica. Quien lo logre se convierte al fin en diplomático. «Este año, tras muchos disgustos y dudas, no solo aprobé, sino que fui número uno. No me lo esperaba para nada. Le dediqué a esto mi juventud: empecé con 23 años y voy a hacer 30», valora. «Ahora, aprobando y número uno, la gente me pregunta cómo lo hice, y siempre respondo que soy experta en suspender», bromea.
Compaginó la preparación con su trabajo como consultora en GWL Voices, organización de exministras y antiguas jefas de la ONU que promueve la presencia femenina en política internacional. «Están, por ejemplo, las españolas Ana Palacio y Arancha González Laya, del PP y del PSOE, porque no es algo ideológico», explica. También dio clases en París, en Sciences Po, hasta un mes antes del último examen. «Recomendaría a todo el mundo que prepare oposiciones que no dejen de lado su vida. Estos año he hecho algunos de mis mejores amigos, viajado, mantengo a mi pareja con la que me he ido a vivir, he hecho nuevos amigos...», valora.
Menos del 30 % de mujeres
La ferrolana forma parte de la historia de la carrera diplomática, en la que la mujer aún tiene muy poca representación. «Somos menos del 30 %. Hay promociones desde 1977, y solo siete mujeres han logrado ser número uno», explica. Su caso es uno de ellos. «España tiene unos mil diplomáticos, y las mujeres caben en un bar, un poco grande, pero un bar», añade con humor. También recuerda una cita de García-Margallo: «En un libro dice que los diplomáticos son como los directores de orquesta y los arqueólogos: existen, pero nadie conoce a uno», bromea. Alba incide en la importantísima labor de los diplomáticos para aspectos de lo más diversos, como encontrar armonías y acuerdos para evitar que se use la fuerza militar. «Más allá de esto, es un funcionario que está fuera de España para que los españoles que estén fuera tengan servicios de su país allí donde estén. Ya sea votar, recibir atención si estás detenido, si eres una mujer víctima de violencia de género. Dar visados de turismo, trabajo, hacemos de notarios, casamos, registramos si nace un niño español...» enumera como ejemplos, además de fomentar la cultura y la imagen de España o ayudar a las empresas.
En septiembre empezará en la Escuela Diplomática, con opción de aprender un tercer idioma. «Me apetece aprender árabe. Nos olvidamos de que toda nuestra vecindad sur habla árabe y hay mucha representación en nuestro país. Es un idioma muy importante y muy difícil», reconoce. Tras cinco meses en esta escuela se incorporará al Ministerio de Exteriores y, en unos tres años, saldrá ya al exterior. Como número 1, dará un discurso en el acto de entrega de despachos presidido por el rey. «Mucha responsabilidad», comenta.
Logrado su primer sueño, ya piensa en el siguiente: «Llegar a trabajar en las Naciones Unidas». Siempre que puede, regresa a Ferrol. «Aquí guardo a mis amigos de niña y tengo familia. Me encantan las playas tan diferentes de esta zona y siempre voy a comer zamburiñas y pulpo a O'Galo».