Pilar García Rodés, una hija de Vegadeo que emparentó con la alta burguesía mexicana

martín fernández

MEXICO

Elena Lehmann, con autoridades ante una escultura de su marido en Vegadeo
Elena Lehmann, con autoridades ante una escultura de su marido en Vegadeo ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Su padre era un comerciante de Vegadeo y ella se casó con Fernando Ponce Cantón, fundador de un importante conglomerado empresarial en México

08 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

México fue un destino muy relevante del exilio gallego tras la guerra civil de 1936 por el decidido apoyo que mostró su presidente, Lázaro Cárdenas, a los republicanos españoles que se vieron obligados a dejar su tierra. Sin embargo, hasta entonces, no fue muy alta la cifra de nuestros emigrantes en el país azteca aunque entre los pioneros figuren dos naturales de Ribadeo y Riotorto. Un caso singular fue el de Pilar García Rodés, la hija de un comerciante de Vegadeo (Asturias) que se casó con Fernando Ponce Cantón, miembro de una familia de la alta burguesía mexicana que, a través de un conglomerado empresarial, da empleo y ocupación a más de 14.000 personas.

Vegadeo, cuando mercantes cargaban en el Frondrigo
Vegadeo, cuando mercantes cargaban en el Frondrigo JUAN GARCÍA FERNÁNDEZ

Su historia comienza con Juan García López, un comerciante de Vegadeo que, en la segunda mitad del siglo XIX, en tiempos de la navegación a vela, se dedicaba al comercio marítimo entre puertos del Cantábrico y el Caribe y terminó asentándose en Ciudad del Carmen, en el estado mexicano de Campeche. Allí se casó con María Rodés Goytia, hija de otro mercader catalán también radicado en esa localidad. Del matrimonio nacieron cinco hijos: Eulalia y Juan, fallecidos en 1983, Pilar, que murió en 1995, María del Carmen y Juana García Rodés, la esposa del famoso escultor vegadense César Montaña García.

Una trayectoria de 150 años

Pilar García Rodés nació en 1910 y se casó el 25 de marzo de 1937 en Mérida (Yucatán) con Fernando Ponce Cantón, uno de los dos hijos de Álvaro Ponce Cámara y María Cantón Horta. Un hermano suyo, Juan García Rodés, se casó, curiosamente, con una hermana de él, Socorro Ponce Cantón.

La familia Ponce lleva ciento cincuenta años ocupando un lugar de primera fila en el ámbito empresarial y financiero de México. La base de su emporio económico fue la Cervecería Yucateca, fundada por José María Ponce Solís y que tuvo su edad de oro en la etapa en que fue dirigida por el ingeniero Arturo Ponce Cantón. Sus principales marcas fueron la cerveza Montejo y la León Negro, así como una exitosa cerveza de barril. A partir de esa sólida posición, la familia fue consolidando un grupo de empresas de sectores tan diversos como el bancario, el industrial y el financiero que hoy emplea a cerca de 14.000 personas no solo en el Yucatán sino en otros diversos puntos de Estados Unidos, República Dominicana y Centro América.

El trabajo y capacidad de emprendimiento de los hermanos Ponce García ?Fernando, Alberto y José Luis, hijos de Pilar García Rodés- logró diversificar con éxito la actividad de varias empresas, aglutinadas en torno a la Financiera Bepensa que fundó en 1946 Fernando Ponce Cantón, el marido de la vegadense, y que llevó a la cima su hijo, Fernando Ponce García.

Bepensa, el grupo de la familia Ponce, ocupa a 14.000 trabajadores

Fernando Ponce García, el hijo de la vegadense, nació el 2 de marzo de 1938 en Mérida, Yucatán. Estudió en la Universidad de Dayton, Ohio (Estados Unidos) y su primer empleo fue como ayudante de mantenimiento en una empresa embotelladora que había fundado su padre en colaboración con otros socios.

Desde ella, entró en contacto con el sector de bebidas y refrescos, absorbió la marca distribuidora de Pepsi Cola en México y creó Embotelladora Peninsular, la plataforma de lanzamiento del grupo empresarial Bepensa, fundado en 1946, para representación y distribución de diversas marcas. La firma agrupa empresas de refrescos y bebidas, agronegocios, parques industriales, bienes inmobiliarios, distribución para México de la fábrica de automóviles Volkswagen, talleres de servicios y agencias mercantiles y de alquiler de maquinaria pesada.

Bepensa, que tiene su sede central en Mérida (Yucatán), factura en la actualidad veinte mil millones de pesos y emplea a 14.000 trabajadores de los estados de Yucatán, Campeche y Quitana Roo. Al frente de ella figuran hoy los cuatro hijos que Fernando Ponce García tuvo con su esposa Margarita.

Su hermana Juana fue la madre del gran escultor César Montaña

Juana ?otra de las hijas del vegadense Juan García López y de la mexicana María Rodés Goytia- se casó con el también vegadense César Montaña y Álvarez de Ron. Ella, que había nacido en México, tenía una profunda formación cultural y un gran amor por la música. Y él era un ingeniero que regentaba un negocio familiar de curtidos al tiempo que cultivaba la poesía y otras artes. El tercero de sus nueve hijos fue el gran escultor César Montaña García.

El joven Montaña García estudió en el Liceo Asturiano de Vegadeo y en 1948 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Al acabar sus estudios, viajó por diversos países europeos que marcaron su vanguardismo y su trayectoria vital. En 1957 se casó con la profesora canadiense Elena Lehmann ?con la que tuvo tres hijos, Elena, Ana y César- y regresó definitivamente a España en 1960. Dos años después, obtuvo el Premio Nacional de Escultura.

Tras realizar una gran exposición en las Olimpiadas de México, en 1968, volvió a Vegadeo y rehabilitó la torre de la Casa del Campo para convertirla en su vivienda-estudio. En 1974, con otros escultores españoles y mexicanos ?entre ellos García Rodés y García Ponce, tío y primo suyos, respectivamente- abrió en la Plaza Mayor de Madrid la Galería Ponce que tuvo gran prestigio pero corta vida pues cerró en 1978. Poco después, en 1986, César Montaña fue nombrado director de la Escuela de Artes Aplicadas Central de Madrid hasta que se jubiló en 1994.

A lo largo de su carrera, el escultor realizó cerca de 300 obras, según su biógrafo Marcelino Méndez. Los últimos años de su vida los pasó en Vegadeo y, cuando murió, en el año 2000, sus cenizas, a petición suya, fueron esparcidas por su añorado río Eo.