La historia de amor de más de 60 años de una familia francesa con Espasante: «Aquí nos sentimos mejor que en casa»
EUROPA
Anne Le Gonidec explica este romance por la gente: «Es una cita anual con personas a las que amamos, que hemos visto crecer, envejecer...»
04 ago 2024 . Actualizado a las 12:03 h.La historia de amor de la familia Le Gonidec, originaria de Pléhédel, en el noroeste de la Bretaña francesa, con Espasante dura ya más de seis décadas. Anne Le Gonidec tenía tres años cuando pisó por primera vez esta localidad costera, entonces una pequeña aldea. Cuenta que uno de sus tíos paternos fue profesor de español en la Universidad de Rennes, la capital bretona. «Conoció a un pescador que seguramente era de Espasante y la primera vez vino en barco, y al año siguiente ya vino con mi padre [Hubert] y su otro hermano», relata. Pero ella sostiene que la conexión de su familia con esta población gallega responde a otros motivos, menos racionales.
«Mi teoría es de psicoanálisis —ríe—. Si superpones un mapa de Bretaña y uno de Galicia, Espasante se corresponde con Pléhédel, el pueblo del que eran mis abuelos maternos y paternos; Ortigueira está a siete kilómetros de Espasante, la misma distancia que hay de Pléhédel a Paimpol, la villa más cercana, con puerto; y A Coruña queda a cien kilómetros de aquí, lo mismo que de Pléhédel a Brest, la ciudad grande más cercana [...]. Somos celtas, origen común». ¿Quién sabe? La pasión entre su familia y Espasante se desató en seguida, y perdura. «Era distinto, había pocas casas, no había agua corriente, íbamos a buscarla a dos fuentes... mis padres alquilaban casas y vivíamos con la gente de aquí, era lo que les gustaba», evoca.
Su padre falleció el invierno pasado a los 96 años y llevaba años sin volver al pueblo en el que tanto disfrutó, del que tomó cientos de fotografías. «Era piloto de aviones, pero le gustaba ayudar con la cosecha [en la malla]. A él y a mi madre les encantó aquella vida sencilla, esa generación que nació hace un siglo y de la que muchos ya se han ido muriendo. Era muy especial, gente que vivió la posguerra y que tenía 40 y tantos años en la salida del franquismo. Era una generación increíble, personas muy generosas», subraya. Habla con familiaridad de Lola y Vicente, Blanca, Regina y su marido...
Anne viajó a Espasante con sus padres cada año desde 1962 a 1976. «Ya había alemanes aquí», rememora. A su primera amiga la conoció en las rocas de la playa: «He ido a su casa a Senra y ella ha ido a visitarnos a Francia». Aquella niña acabó casándose con Florian, uno de los hijos de Klaus-Peter Noever, el alemán, ya fallecido, que había recalado en Espasante algo antes, en 1959.
Del verano de los 18 años, «con el bachillerato en el bolsillo», Anne evoca su ruta en moto con su hermano hasta Estaca de Bares y el esquí acuático en Arealonga «con los americanos de la base». También se acuerda de aquellos veranos cuando salía del mar con la piel azul: «Estaba a 16 grados, la temperatura ha subido mucho... y las playas han cambiado muchísimo, sobre todo A Concha (por el espigón)».
«Del 76 al 92 solo vine dos o tres veces. Desde el 92 vengo todos los años», relata. Su hija tiene 34 años y solo faltó uno, el de los 18. «Se quedó en París [donde vive Anne desde hace muchos años] trabajando en un cine, julio y agosto, y al final dijo: ‘Nunca máis', estaba tan triste...». Cuenta que cuando su niña era un bebé, los vecinos le ayudaban: «Era una maravilla, la gente la cuidaba en la playa; nos quedábamos en casa de Lola y Vicente, y siempre se ocupaban de ella en la siesta... pasé las vacaciones genial [risas]». Enfatiza que nadie se habría comportado así en su país.
A su enamoramiento con este lugar contribuyeron el Bar de Fredi, A Escondida (de Ramón) o el Mar de Mares, espacios de goce y libertad, y, sobre todo, «la gente». «Aquí nos sentimos mejor que en casa» repite. «No creo que sea por la arquitectura ni por el urbanismo, los paisajes seguramente sí, pero en Bretaña también hay paisajes grandiosos... es, sobre todo, por la gente [...]. Con el tiempo, nuestra relación con Espasante se ha convertido en una cita anual con mucha gente a la que amamos, que hemos visto crecer, envejecer...».
Trabajó en el cine, «primero en montaje y después en la Escuela Nacional de París, en producción», y ahora, ya retirada, planea alargar sus estancias en Espasante, donde ha comprado dos casas, una a medias con un hermano y otra con el otro: «Dicen que tengo dos mitades [risas]. Mi idea es pasar seis meses aquí, tres en París y tres en Bretaña». Entre sus placeres irrenunciables destaca la playa de San Antonio, el pulpo —«ahora no estoy segura de si es de aquí o no»— y los percebes (en Bretaña no se comen), o el Festival de Ortigueira, «el mejor de Europa, muy bien organizado, gratuito y, sobre todo, un espacio de libertad para los jóvenes; hay que cuidarlo».