La gallega que supervisa 420 millones de huevas de salmón al año en Islandia

Monica Torres
mónica torres TUI / LA VOZ

EUROPA

Rosana Estévez está al frente de los tres laboratorios de criopreservación de esperma del pez atlántico de una de las firmas líderes en biotecnología acuícola

27 mar 2024 . Actualizado a las 00:59 h.

Una biotecnóloga de Tui está al frente de los laboratorios de criopreservación de esperma de salmones que una de las empresas de biotecnología acuícola líderes a nivel mundial tiene en sus granjas de Islandia, Noruega y Chile. Rosana Estévez Estévez asumió hace dos años el proyecto de investigación para la mejora de la calidad de la cría y producción de huevas de salmón genéticamente seleccionadas de Benchmark Genetics, la firma con sede en el Ártico para la que trabaja desde el 2015.

Hace doce años que se trasladó con su marido y sus hijos, Álex y Lía, a Reikiavik. Desde allí supervisa la calidad de los 420 millones de huevas de salmón atlántico seleccionadas a la carta que, cada año, distribuyen a decenas de empresas con las que trabajan en más de cuarenta países. Alguna de ellas está en Galicia, adonde la familia regresa, al menos dos veces al año durante mes de y medio. «Para sobrellevar el invierno y escapar del frío y las noches de 20 horas nos vamos quince días a disfrutar del clima, la familia y la gastronomía gallega, en febrero o en Navidad y después, un mes en verano», explica Rosana Estévez. Lo que peor llevan en la capital más septentrional del planeta es «el duro clima del invierno, pero la gente es muy amable y el trabajo gratificante».

«Estoy participando activamente en el cambio hacia la acuicultura más sostenible y es un sueño muy gratificante», explica la bióloga molecular especializada en el campo de la genética.

El objetivo es el empleo de estas huevas genéticamente seleccionadas para preservar la calidad del salmón y, cada empresa tiene propios sus parámetros por lo que hay que conseguir la idónea para cada caso. «Cada cliente nos requiere unas determinadas características, como resistencia a determinadas enfermedades o con extra de crecimiento, por ejemplo. Nosotros seleccionamos genéticamente los padres y hacemos la fertilización in vitro, según esos requerimientos», explica Rosana Estévez.

Trabaja en Benchmark Genetics desde que acabó allí sus prácticas tras un máster de genética en salmones en la Universidad de Islandia y su marido, también de Tui, es técnico de calidad de agua en la misma empresa. «Es un país con mejores oportunidades para las mujeres. La brecha de género es mucho menor y, tanto en salarios como en cargos de responsabilidad, el porcentaje de hombres y mujeres es similar», indica la genetista.

La criopreservación consiste en congelar en nitrógeno líquido y a temperaturas muy bajas del esperma de salmón para conservarlo con la máxima calidad durante años. Disponen de una sala específica que permite que, tras la selección del esperma congelado se lleve a cabo la fertilización in vitro para completar la producción de los huevos a la carta. Rosana se encarga de certificar la calidad, tanto del semen como de los huevos que se envían a las empresas.

La labor en estas granjas es crucial «porque necesitamos desarrollar una industria de acuicultura más sostenible». «Cuando hacemos una selección genética para resistencia a enfermedades quiere decir que el propio salmón tienen sus recursos para luchar contra determinadas patologías lo que hace que se reduzcan el uso de antibióticos u otros químicos que contaminan por ejemplo», apunta.

Las huevas nacidas por fecundación in vitro se envían as clientes de todo el mundo en cajas de poliespán con unas condiciones controladas de temperatura y humedad antes de que eclosione y nazca el alevín. La empresa receptora los siembra en sus viveros para que las huevas eclosionen y sigan el proceso de cría hasta que los salmones ganen el tamaño adecuado para filetes.

Licenciada por la Universidade de Santiago con un máster en Biotecnología, participó en proyectos de investigación tanto de la Universidade de Vigo como en la de Pablo de Olavide de Sevilla y en el Intecmar antes de trabajar como profesora de Ciencias en el CPR Possumus de Vigo. Con 35 años, decidió hacer las maletas con su familia «para poder conciliar mi carrera con la familia ya que en España era imposible sin ayuda de los abuelos».

Conocía Islandia porque su hermano vivía ya allí y ellos iban de vacaciones. «Nos habíamos enamorado de la exuberante naturaleza, de la amabilidad de sus gentes y sabíamos que era un país de oportunidades con buenas condiciones», afirma. «Lo mejor es la educación. Las escuelas se centran en que los alumnos socialicen y sean independientes y desde pequeños pueden ir y volver andando solos; aunque sea totalmente de noche durante 20 horas, es todo seguro», dice.