Una profesora ourensana en Francia: «Aunque hacía años que vivía fuera, en Dijon sentí que me independizaba»

Marta Vázquez Fernández
marta vázquez OURENSE / LA VOZ

EUROPA

M. A.

De su infancia en Ourense Marta Álvarez  recuerda lo «malísima» que era la directora de su colegio

11 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Los cambios suelen ser duros, pero casi siempre estimulantes. Lo sabe bien Marta Álvarez Rodríguez, que con apenas 20 años cogió la maleta y, gracias a una beca Erasmus, se fue a vivir a Francia. Sintió nostalgia, quizás por primera vez, de su hogar ourensano, pero la experiencia la hizo más fuerte. Hoy esta brillante y empática profesional es docente titular en la Université de Franche-Comté de Besançon, aunque reside en la ciudad de Dijon. Llegó por primera vez a esa urbe cuando aún era estudiante de Filología Hispánica, una carrera que estudió en Santiago de Compostela. Antes había pasado por el instituto de O Couto y por el colegio Santa Cecilia, un centro privado de EGB (el equivalente a primaria en aquellos años), en la calle Remedios.

Tiene muy vivos los recuerdos de aquellos años, no todos buenos. «Hoy me digo que aquello era bien raro», admite sobre el colegio situado en un piso, sin patio para el recreo. «La directora era malísima y pegaba muchísimo, nos tenía aterrorizadas. Se ponía el anillo para dentro, para que dolieran más las bofetadas», cuenta. Ella no probó esos golpes, por su buen comportamiento, pero admite que «ya era bastante horrible ver cómo pegaban a las demás». También tuvo profesores buenos. «Recuerdo a don Antonio, un hombre majísimo, y al cura que daba religión, que nos gustaba mucho a todas y lo llamábamos la tentación», afirma.

Describe como «años agradables» los que pasó en el instituto, donde conoció a amigas que aún mantiene hoy en día. Fue en este tiempo cuando, como ella dice, se dio al «vicio». «Abandoné las Matemáticas y otras ciencias y estudié letras puras: Literatura, Latín y Griego. Me encantaba leer y ver películas, pero a partir de ahí no tenía muy claro lo que se podía hacer más allá de ser profesora. Luego supe que es la opción tradicional para quienes tenemos ciertos intereses y venimos de un medio popular. De hecho, ni sabía que existía Filología Hispánica, que fue lo que estudié», asegura. Las experiencias universitarias en la capital gallega afirma que fueron más personales que académicas. «Me parecía una continuación del instituto, aunque también descubrí la potencialidad de la teoría literaria y de la lingüística. Hoy me digo que es una pena que yo estuviera tan ‘dormida' y que los programas no fueran más arriesgados, como parece que lo ya lo van siendo», recuerda.

El conflicto lingüístico

El primer gran sobresalto de su vida llegó cuando se marchó a Francia. «Recuerdo que escribí muchas cartas el primer año. Aunque hacía años que vivía fuera de la casa familiar, fue en Dijon donde tuve la impresión de independizarme por primera vez», asegura. Tampoco fue fácil para ella moverse tiempo después hasta Zúrich, sin apenas saber una palabra de alemán. Fue valiente y hoy no se arrepiente. «Estoy muy contenta de haber pasado tanto tiempo allí. Las diferencias culturales eran grandes, con España y con Francia, pero eso te ayuda a relativizar muchas cosas. He acabado entendiendo que la cuestión lingüística la llevaba ya conmigo, como conflicto, por haber crecido en una situación de diglosia: mi familia es galego-falante, pero nunca he podido hablar en gallego; con el tiempo he ido entendiendo los mecanismos sociales de una situación que yo veía entonces como personal», confiesa.

Se queda en Francia

Es sincera a la hora de ponderar un posible regreso. «Creo que me quedo en Francia, diría incluso que en Besançon, si no me echan. Soy profesora titular, funcionaria, pero se están cargando allí el sistema público».

Devoradora de libros y fanática del cine, admite que ahora le cuesta terminar una novela, en parte por la «fragmentación atencional a la que nos han llevado las tecnologías» y también por la carga de trabajo que tiene. Con todo, en Dijon —donde reside con su pareja— resisten pantallas de cine con una variedad de películas que define como «llamativa» y teatros que favorecen la creación contemporánea.

Cuando puede, y cada vez con más frecuencia, regresa a su Ourense para ver a su familia y echar una mano a su hermana, que se ocupa del cuidado de su madre. «Me gusta dar paseos, nadar en la piscina municipal y comer pan de centeno».

De Ourense a Francia, pasando por Suiza.

 María Marta Álvarez Rodríguez nació en 1972 en Ribadavia. Vivió su primer año en Francelos, a solo un kilómetro de la villa, porque de allí es originaria su madre. Después la familia se mudó a Ourense, en concreto al barrio de O Couto. Ella estudió en el colegio Santa Cecilia, que hoy ya no existe, y luego en el instituto del barrio. Se matriculó en la carrera de Filología Hispánica y se fue a vivir a Santiago de Compostela. Le concedieron una beca Erasmus y con ella vio la oportunidad de viajar por primera vez al extranjero, eligiendo como destino la ciudad francesa de Dijon. Luego estuvo un tiempo residiendo en Zúrich (Suiza) y desde allí regresó de nuevo a la ciudad francesa. En la actualidad es profesora titular en la Université de Franche-Comté de Besançon, urbe a la que se desplaza a diario para dar clases e investigar. Regresa a Ourense con frecuencia para ver a su familia, su madre es dependiente desde hace algunos años, y a sus amistades.