El vigués que ameniza los cruceros por el Rin

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

EUROPA

El actor Agustín Leirós retoma, tras la pandemia, su faceta como animador a bordo de barcos que hacen rutas turísticas por los ríos de Centroeuropa. En octubre volverá a Galicia con sus personajes habituales

15 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando se acaba mayo, Agustín Leirós (Vigo, 1976) ya sabe que tiene que ir pensando en hacer las maletas. Desde hace cinco años, él y sus personajes viajan hasta el centro de Europa para subirse a escenarios móviles sobre aguas tranquilas. A los personajes que encarna el resto del año los mete en un imaginario baúl hasta octubre y del mismo saca otros, los que navegan con él a bordo de los barcos que recorren los grandes ríos del viejo continente en embarcaciones turísticas. La versión fluvial de los cruceros es otro mundo. Para empezar, son barcos a una escala más humana.

Leirós, que lleva en el mundo del espectáculo desde hace casi 20 años, se topó por casualidad con esta oportunidad profesional que le garantiza un sueldo fijo durante medio año, un lujo para un sector siempre pendiente de cerrar bolos, para el que el sueño de la estabilidad debe ser apellidarse Alcántara y jubilarse como funcionario en Cuéntame.

El vigués cuenta que participaba en unas jornadas de la Escuela de Turismo, donde él estudió, invitado por un antiguo profesor suyo a animar el evento, cuando conoció allí a un comercial de Politours. «Me comentó que en la empresa —que por cierto se fue al tacho debido al covid— siempre estaban buscando animadores, me alentó a enviar el currículo y desde entonces voy cada año, excepto los dos de pandemia en que todo se paralizó».

Durante en un descanso en su jornada, desde la ciudad de Linz am Rhein donde acaba de desembarcar, explica que este verano, como empleado de Catai Tours, su ruta será por Alemania a través del Rin desde el hasta Mannheim, pero en otras ocasiones ha hecho otros recorridos: «Por los Países Bajos desde Bruselas a Ámsterdam; por el Danubio empezamos en Budapest y terminamos en Viena; por el Sena, desde París hasta la desembocadura y volvemos a subir; y en Rusia hacíamos Moscú-San Petersburgo navegando por ríos y lagos», repasa.

Comparados con los mastodónticos cruceros marítimos, los fluviales son circuitos tranquilos paz pensados como hoteles flotantes. En el caso del que está actualmente, el Charles Dickens tiene capacidad para 150 personas y hace viajes de una semana. De domingo a domingo, embarcan y desembarcan pasajeros. «Viene gente con una media de edad más alta que en los trasatlánticos, donde la variedad de público es más amplia. Aquí no te mareas, es imposible. La velocidad máxima es de 25 kilómetros por hora y ni siquiera tienen que tomar autobuses. Atracamos en la ciudad y salen caminando a verla», aclara.

Otro atractivo de los recorridos fluviales es el paso por las esclusas para ver cómo la nave sube y baja de nivel para acceder al siguiente tramo del río. Su barco tiene 114 metros de eslora por 11,5 de manga y es que no pueden ser más grandes porque si no, ¡no cabemos!».

El actor cuenta que su labor profesional a bordo es intensa y se extiende incluso a las paradas, en las que complementa las funciones de guía turístico, vistiéndose e interpretando a personajes que ayudan a que el relato sea más ameno. Por ejemplo, ayer en Bonn, él era Beethoven delante de la casa museo dedicada al músico.

En el escenario del barco también tienen funciones en las que bailarines, cantantes y otros artistas adaptan los espectáculos a su propio estilo y trabajan con pasajeros de habla hispana.

En «La memoria de los pies» cuenta su peripecia vital

La aventura vital de Agustín Leirós como actor tuvo su momento más triste cuando en el 2013 decidió ir andando a Madrid como forma de reivindicar su trabajo y abandonar el papel de parado que estaba cansado de interpretar. Aquel viaje era la persecución de un sueño para el que se inventó un alter ego: Dream Walkman, que sigue usando como marca para las muchas producciones que vinieron después. Fruto de aquella experiencia es el libro La memoria de los pies. Diario de un anormal, en el que relata su historia. Fue Tito Spaguetto para niños, sigue siendo un personaje de historias infantiles en la obra Los Cacharros de Papá, hace teatro musical para adultos con Desenfreno Cabaret y muta en el supervillano El Ghicho cuando vuelve a su ciudad natal y se disfraza para colarse en actos públicos y espolear a los que se duermen en los laureles.