Diego Rojo Miranda, un gallego en Dinamarca: «De un día para otro declararon el final de la pandemia»

Gabriela Consuegra
Gabriela Consuegra REDACCIÓN / LA VOZ

EUROPA

La gallega María García Portela, en el centro de la foto, disfruta de una cerveza junto a su grupo de amigos en el interior de un bar danés sin restricciones
La gallega María García Portela, en el centro de la foto, disfruta de una cerveza junto a su grupo de amigos en el interior de un bar danés sin restricciones

Cuatro gallegos comparten su testimonio desde el país en el que las restricciones ya no existen

08 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los españoles han tenido que enfrentarse a uno de los panoramas de restricciones contra el coronavirus más duros de Europa. Aunque lo han hecho de forma ejemplar, no extraña a nadie que más de uno esté deseando dar carpetazo y dejar atrás este capítulo. ¿Quién no ha fantaseado con la vida sin mascarilla, sin aforos, sin distancias y sin el fantasma del virus rondando? Pero lo que en España es solo un sueño en Dinamarca ya es realidad. Este es el testimonio de cuatro gallegos en el país en el que la pandemia ya no existe.

MARÍA GARCÍA PORTELA

«PÓDESE IMPROVISAR UNHA CEA, XA NON TES QUE RESERVAR DÍAS ANTES»

Ya desde antes de que se decretara el fin de las restricciones, en la mayoría de los espacios el uso de las mascarillas no era obligatorio. «Nos ximnasios solo tiñas que levala na entrada e nos vestiarios, pero o resto do tempo non era preciso. E o resultado foi, no meu caso, que non me deu tempo a gozar desta volta da liberdade». El 1 de febrero, el mismo día que los daneses daban la bienvenida a la normalidad, esta lucense recibió el resultado de una PCR que se había realizado el día anterior: positivo. En todo caso, en Dinamarca solo hay que guardar cuatro días de cuarentena, por lo que su aislamiento terminó hace un par de días. ¿Su primera impresión? Que no hay grandes cambios. «Onde máis o notei foi no trasporte. Hai unha semana era obrigatorio levar a máscara, aínda que moita xente non o fixera», cuenta. Ahora, oficialmente, nadie tendrá que usarla, «salvo en sitios como hospitais e centros de maiores». «Imaxino que se pretende normalizar a vida o máis rápido posible», aventura. Así, puede que el verdadero cambio esté en las pequeñas cosas: «Nos restaurantes hai máis liberdades, xa se poden improvisar ceas sen necesidade de chamar varios días antes para reservar unha mesa polo tema dos aforos». En resumen, «empeza a haber máis vida, concertos e eventos que antes se cancelaban».

DIEGO ROJO MIRANDA

«DE UN DÍA PARA OTRO SE DECLARÓ POCO MENOS QUE EL FINAL DE LA PANDEMIA»

La sensación inicial fue de incredulidad: «Pasó de un día para otro. Nos pilló por sorpresa la rueda de prensa en la que declararon poco menos que el final de la pandemia», dice. En ese sentido, cree que el cambio fue un poco drástico, aunque piensa que, en la práctica, las restricciones nunca fueron muchas. «El cambio más grande ha sido en la hostelería. Hasta ahora tenía horarios limitados, hasta las doce o la una de la madrugada, y solo se podía servir alcohol hasta las diez», explica. Pero lo cierto es que, a pesar de no haber sido los daneses los que tenían las restricciones más duras, considera que «mucha gente estaba deseando este respiro». Y se incluye en ese grupo: «Este finde salí a tomar algo y la cantidad de gente en la calle, en los bares y en todos los lados era increíble». Eso sí, aunque ya no sean obligatorias, «siempre encuentras a una o dos personas por la calle que llevan la mascarilla». Y añade: «Me he habituado. Todo ha vuelto a la normalidad excepto en el trabajo, porque seguimos en remoto». Aunque no por mucho tiempo: «Haremos una reincorporación gradual, pero está claro que aporta mucho sentarte junto a las personas con las que trabajas».

LAURA ALEGRE

«LOS DANESES SIEMPRE HAN ESTADO BASTANTE DESPREOCUPADOS»

Desde Aarhus, esta viguesa coincide con una declaración inesperada: «No se nota especialmente la diferencia». Pero hay una explicación: en Dinamarca, la mascarilla -el símbolo más representativo de la pandemia- nunca fue muy popular. Al contrario: «He recibido malas caras por llevarla puesta en clase o en el transporte». «Una vez iba en un autobús llenísimo y solo yo la llevaba puesta. Entonces, el único asiento vacío que había era el que estaba a mi lado. La gente pensaba que estaba contagiada solo porque usaba mascarilla», cuenta. E insiste en que durante el último pico de contagios, cuando se volvió a imponer el uso obligatorio en interiores, la medida tampoco tenía demasiado éxito. Destaca, sin embargo, que ahora que ya no es obligatoria algunos han comenzado a usarla en el supermercado o en el transporte. «No sé si ha cambiado algo en la mentalidad de las personas», dice, pero, en todo caso, añade: «A los daneses siempre los he visto bastante despreocupados». Dice que el covid ya se percibe como una enfermedad más y que se ha normalizado mucho el contagio.

MIRNA PÉREZ-MORENO

«UNO DE CADA CUATRO DANESES ESTÁ INFECTADO CON ÓMICRON»

Dinamarca sigue con cifras de contagios altas desde la irrupción de ómicron, que implicó un breve confinamiento en diciembre, pero el factor determinante del levantamiento definitivo de las medidas es que dejó de repercutir en la presión asistencial. Lo explica esta investigadora, que destaca que «ya no había motivo para mantener parada la sociedad, aunque en la actualidad uno de cada cuatro daneses está infectado con ómicron». «La mayor parte de la población ha recibido la dosis de refuerzo y sabemos que los casos graves ocurren mayoritariamente en los no vacunados, así que era el momento de volver a la normalidad», dice. Cree que algunas personas seguirán usando mascarilla, «especialmente los mayores», y que una ventaja de la sociedad danesa es que «ya desde antes mantenía la distancia interpersonal por un asunto cultural». «Las personas saben que hay que seguir adelante», finaliza.