«En Polonia estou como na casa»

Maite Rodríguez Vázquez
Maite Rodríguez OURENSE / LA VOZ

EUROPA

Con raíces en Vilanova dos Infantes, Carlos Araújo lleva casi diez años en el país

29 nov 2021 . Actualizado a las 19:42 h.

Carlos Araújo vive desde el año 2012 en Polonia, país al que llegó por motivos laborales y también sentimentales y familiares, pues su mujer, Kasia, es polaca. Este ingeniero industrial es un vigués de Vilanova dos Infantes. En la ciudad olívica nació y se formó, pero los veranos de su infancia y juventud pertenecen al pueblo en el que pasaba cada año «tres meses de liberdade». Allí se iban los seis hermanos con su madre al acabar el curso en junio. «Era coma unha mudanza», recuerda.

Tras acabar la carrera, trabajó en Vigo y en Madrid. Dejó la capital para probar en la tierra de su mujer —a la que había conocido en Vigo, ciudad a la que ella llegó como Erasmus en el año 2006— y aceptó una oferta de una empresa sevillana que tenía un proyecto para hacer una planta de producción de electricidad. Ese contrato se canceló, explica, pero unos pocos trabajadores se quedaron para liquidar los asuntos pendientes.

«No plano persoal, coa familia e compañeiros de traballo, en Polonia estou como na casa», dice Carlos. El clima, matiza, condiciona y echa de menos algún producto gastronómico. Viven en la zona sureste del país, fronteriza con Ucrania y Eslovaquia, en la ciudad de Stalowa Wola. «É unha poboación industrial creada alá polos anos 30 e inda conserva moita estrutura da época comunista. A 60 quilómetros está a capital, Rzeszów (Resovia) e a 100 quilómetros, Lublin. Cracovia está a unhas dúas horas e media en coche», sitúa.

Como trabaja para una empresa española, no nota muchas diferencias en la cultura laboral ni en el horario. Cuando estaba con los proyectos, además, no se cuentan las horas diarias sino que se trabaja hasta rematarlos, explica. El idioma vehicular en el proyecto es el inglés. Con el polaco ya se defiende bien, a pesar de que, dice, «é un idioma complicado, con moita declinación e unha pronunciación difícil. Chapurréoo», sostiene. Su mujer, por los años en Vigo y las vacaciones en Vilanova, habla castellano y gallego.

La idea de la pareja es quedarse en Polonia, si sigue habiendo trabajo. Están haciéndose una casa en la zona de donde es su mujer. Su día a día está centrado en el trabajo, aunque ahora con menos carga de tareas desde que se acabó el proyecto. La ciudad en la que viven es pequeña y la oferta de ocio, en cuanto a terrazas de bares no es tanta, además de que se estila más el visitar a amigos en sus casas. «É un sitio tranquilo, con moita natureza».

La economía del país llevaba 25 años creciendo hasta la pandemia, aunque los salarios en su zona son bajos y el coste de la vida ha subido, especifica. Se ven mejoras en las infraestructuras con las inversiones de la UE, pero Araújo echa en falta mejores comunicaciones con el norte, con ciudades como Gdansk —conocida por su ámbar— o con la región de Masuria, famosa por sus lagos, que Carlos recomienda visitar. Polonia es un país que se diferencia bastante si se traza una línea entre Varsovia y Cracovia separando el oeste y el este, con una parte de mentalidad más occidental y otra, la oriental más cercana a Ucrania, «máis rural e pechada». Pero el país tiene «un nivel de alfabetización alto». Como extranjero, apunta que no ha tenido ningún problema, aunque sí observa que hay reticencias en general hacia los foráneos.

En cuanto a la situación política, ha habido polémica en torno a la propiedad de una televisión y en cuestiones relativas al poder judicial. El partido del gobierno (PiS, Ley y Justicia) es «antieuropeo, daquela maneira, está alineado politicamente co de Hungría (Orban) no tema dos refuxiados; buscan romper co pasado comunista e elaboraron unha lei para evitar que os campos de concentración da Segunda Guerra Mundial se lles chamen campos polacos».

Los alegres y libres veranos en Vilanova

Los alegres y libres veranos en Vilanova. La familia de Carlos Araújo tiene todavía casa en Vilanova dos Infantes. Allí está su padre, de 81 años. Carlos tiene un recuerdo especial para su madre, Adela, apodada Chuchy, que falleció este año. La casa del Areal, ahora denominada Rúa da Igrexa, estaba siempre abierta a los chavales, recuerda Carlos y, en general, para todos los vecinos. Vilanova se convertía durante el verano en «un parque de atraccións» para los chicos, que podían estar corriendo o en bicicleta hasta las dos de la mañana sin peligro. Con la familia veraneaba la abuela materna Adela. «Era coñecida e saudada por todos os veciños pois era moi vital e coqueta a pesar da súa avanzada idade», apunta el nieto. Falleció hace tres años, a los 107. A su mujer Kasia le gusta ir a Vilanova, por la tranquilidad, el paisaje verde, para buscar moras y para escuchar las viejas historias que cuenta la gente local. Esperan poder estar allí el día de Reyes con sus sobrinos.

La vida en Polonia

«O que boto de menos son as persianas», afirma Carlos Araújo. Como tiene el mismo horario laboral que en España, le cuesta dormir con la luz que hay en verano ya a las tres o cuatro de la madrugada. Respecto a la comida, puede conseguir casi todo lo que quiere, como jamón o gambas, en el supermercado de una cadena portuguesa. Sí que hay menos pescado fresco porque se suele consumir más ahumado, detalla.