«El 98 % de mi entorno está vacunado, pero en Italia sí notas ese viento estúpido antivacunas»

María Hermida
María Hermida REDACCIÓN / LA VOZ

EUROPA

Alexandre Pallas lleva dos décadas viviendo en Italia
Alexandre Pallas lleva dos décadas viviendo en Italia

Gallegos que viven en Italia cuentan cómo se implanta la norma que obliga a demostrar que se está inmunizado para acceder a bares o al transporte público y dan cuenta de las protestas de quienes se niegan a recibir el fármaco

03 sep 2021 . Actualizado a las 13:25 h.

Italia fue el país al que todos los focos apuntaron al inicio de la pandemia, con la primera ola sembrando muerte a un ritmo tremebundo. El covid se expandió luego por toda Europa y autoridades y ciudadanos intentaban entonces mirarse en el espejo italiano para no repetir errores, para tratar de evitar lo que al final fue una tragedia en el mapa mundial. Año y medio después, los focos vuelven allí. Regresan porque Italia, como muchos países de la Unión Europea, está imponiendo el pasaporte covid para acceder a numerosos servicios, desde el interior de los locales de restauración a las gradas de un pabellón y, desde ayer, también en medios de transporte públicos. Y esta obligación de demostrar que se está inmunizado ha soliviantado a los antivacunas, que amagan con pasar del ruido en las redes sociales a enturbiar seriamente la convivencia. Tres gallegos cuentan, desde Italia, cómo ven las cosas en este nuevo septiembre pandémico. 

«Los que sabemos el desastre que fue esto no tenemos problemas con el pasaporte»

Alexandre Pallas, de A Coruña, lleva más de veinte años residiendo en Italia. Vive en la región de Verona. Tiene tres hijos y sabe lo que es que el covid te obligue a reinventarte, a buscarte la vida de otra manera. Antes de la pandemia era cocinero a domicilio y también suministraba productos a los restaurantes. El covid le empujó a buscar trabajo en una fábrica y, a mayores, atender también a su clientela. Se reconoce cansado de todo lo que supuso la crisis sanitaria. Pero esa fatiga no le hace incumplir normas: «Ahora te piden el pasaporte covid para entrar en casi todos lados y los que sabemos el desastre que fue esto no tenemos problemas para presentarlo. El 98 % de mi entorno está vacunado, pero en Italia sí notas ese viento estúpido antivacunas. Son pocos, pero radicales». Alexandre señala que le preocupa lo que llegue a pasar, porque para ayer estaban convocadas protestas para bloquear numerosas estaciones, aunque espera que sean «cuatro y no hagan nada». Se despide con una reflexión cargada del malestar que le producen los antivacunas, «porque van contra la salud y la economía». Así, sentencia: «Se quejan de que les pidan el pasaporte covid para ir a un museo... yo creo que no pisaron uno en su vida». 

Elena Ferradás, de Rodeiro, y su marido, Giorgio, en la plaza Gae Aulente en Milán
Elena Ferradás, de Rodeiro, y su marido, Giorgio, en la plaza Gae Aulente en Milán

 «Hai algúns antivacinas encubertos» 

Elena Ferradás, natural del municipio pontevedrés de Rodeiro, reside con su familia en Milán. Tiene dos hijas, una de 13 años que todavía no está vacunada -le tocará en breve-, así que ahora mismo hay sitios a los que la joven no puede entrar -el pasaporte covid es obligatorio para los mayores de 12 años-, salvo que presente una prueba negativa del virus: «Non podería ir ao cine, a un museo ou consumir no interior dun local de hostalaría. É algo temporal, porque se vacina pronto. Por exemplo, o outro día para ver un partido tivo que velo dende fora, porque ela non podía entrar ao recinto. Si pode xogar sen estar vacinada, pero non acudir como espectadora», indica. Elena tampoco ve gran problema en la norma del pasaporte covid y, como Alexandre, ciñe las quejas a los antivacunas. Eso sí, advierte: «Penso que hai algúns antivacinas encubertos. Persoas que a si que se vacinaron pero que agora non teñen claro que vaian a vacinar aos fillos, por exemplo. Din que xa veremos, que non saben o que farán». Elena y su familia viajaron a España este verano y, a la vuelta, se encontraron con que su ciudad de referencia, Milán, sigue con la vida condicionada por la pandemia: «Hoxe mesmo [por ayer] fun ata o centro e non ves esa cantidade enorme de xente saíndo das estacións que vías antes. Hai moito teletraballo aínda», remacha.

Isabel Álvarez con su hija pequeña en Italia, donde pasaron una semana
Isabel Álvarez con su hija pequeña en Italia, donde pasaron una semana

«En Italia se les olvidó lo que sufrieron, no llevan la mascarilla»

 Isabel Álvarez volaba ayer desde Italia hasta Pontevedra. Estuvo allí de turista, aunque en su caso visitar el país transalpino es mucho más que eso: regenta, junto a su marido, un restaurante italiano en la capital del Lérez, vivió allí y tiene en Caserta «un círculo de amigos muy queridos». Así que lo normal es que viaje allí al menos tres o cuatro veces al año. Se marcha con las maletas cargadas de jamón y vuelve con ellas llenas de gastronomía italiana. La pandemia interrumpió esas visitas. No se atrevió a volver hasta ahora, cuando estuvo en Caserta y en la costa del Adriático durante una semana, acompañada de su hija de siete años. Ayer regresaba. Y lo cierto es que volvía a Galicia un tanto preocupada: «Me marcho desolada, aquí se les olvidó todo, ya no se ponen la mascarilla. Ya no es que no la lleven los ciudadanos, es que tampoco la colocan bien los camareros o los dependientes. Ayer fui a una quesería muy pequeña, en la que había varias personas, y nadie la llevaba puesta», dice. Fue consciente estos días de lo que supone que te pidan el pasaporte covid para acceder a numerosos servicios. A ella se lo requirieron en locales hosteleros, por ejemplo. No le importó enseñarlo: «No me parece que suponga ningún problema. Lo que no entiendo es que pongan esta medida y que luego algo tan básico como la mascarilla lo tengan tan olvidado. Es que no vi a casi nadie con ella bien ajustada, no es comparable a la situación de España. Yo ,que soy hostelera, me parece impensable que actuásemos como aquí», indica desde Caserta.