Tamara, de A Coruña a Bremen: «El covid me dio un montón de oportunidades y trabajo fijo en Alemania»

EUROPA

Tamara en Dublín, donde estuvo trabajando este otoño en una escuela Montessori antes de viajar a Alemania
Tamara en Dublín, donde estuvo trabajando este otoño en una escuela Montessori antes de viajar a Alemania

Esta educadora infantil cerró la puerta de su empresa para viajar, en solo ocho meses, a Sevilla, Dublín y Bremen, donde ejerce de maestra por 2.600 euros brutos al mes

18 jun 2023 . Actualizado a las 11:43 h.

Que no hay mal que por bien no venga es un dicho que pasa varias veces la prueba del algodón en el caso de Tamara Yuste, una educadora infantil de A Coruña que, cuando estalló la pandemia, despejó las penas, metió las ganas de empezar de nuevo en la maleta y no tardó en encontrar su sitio, aunque su sitio, por lo que cuenta, no está en un solo lugar.

Tamara lleva la psicología positiva y la sed de aprender en su ADN, una visión de la vida como un gran mapa con accidentes geográficos, diversos y estimulante. Con 26 años empezó a trabajar y estudiar (es sisi) para cumplir su vocación de maestra. Tras ser librera, esta amante de los libros, el riesgo y los niños se lanzó a poner en marcha Lóxica-mente, su sueño, una empresa educativa infantil que echó a andar justo cuando la pandemia paró a España.

Ahora está en Alemania, adonde voló desde Irlanda, tras varias cancelaciones por el covid. «Volé a Berlín y de Berlín me vine a Bremen, a dos horas y media en coche de la capital. ¡Arriba de todo!», sitúa.

El parón de marzo fue su impulso. «Pedí una beca Eures. Tenías que aprobar el B1 de alemán. El proceso empezó en Sevilla. Tuve que irme a vivir allí tres meses. En agosto era el examen y, una vez aprobado, la idea era irse a Alemania», comienza. El coronavirus alteró sus planes, obligó a retrasar el viaje a Berlín «primero 15 días, después un mes, luego un mes y medio... Pero estando en Sevilla me llamaron para trabajar en Irlanda y dije: ¡Voy!». Sobre la marcha, en su verano al sol del sur, Tamara mandó una solicitud de empleo a un colegio Montessori en Dublín y la respuesta fue sí. «Como era de lo mío, no lo dudé. En Sevilla había gente feliz de poder volver a casa por un mes y medio o dos. Pero yo no le vi sentido a volver a casa sin tener en qué trabajar. Cuando me llamaron de Irlanda para empezar en el Montessori, acababa la beca de Sevilla, así que cogí el avión y me fui», sin dudas ni turbulencias.

Oírla es una manera de moverse, de volar. El tiempo jugaba en contra, pero cualquier limitación es, para ella, una oportunidad. Tuvo solo dos días para cambiar Sevilla por Dublín. Dijo adiós al calor para subirse en coche a Galicia «y cambiar la ropa de la maleta, porque en Andalucía estábamos a 40 grados y en Irlanda a 5». Aun con bajón térmico, todo fue rodado: «Le dije hola a mi familia, cambié la ropa, me fui a Madrid porque desde aquí ya no había vuelos y cogí el avión a Irlanda con una maleta grande y otra pequeña. Nada más».

Viaja sola pero no está sola, tiene a la ilusión por compañera. Y no la pierde aunque sus sobrinos no estén cerca, y haya tenido que pasar, por los protocolos, varias cuarentenas.

En Dublín el cole en el que empezaba de nuevo estaba a las afueras. Buscó alojamiento y se sintió como en casa, quizá porque «en ese cole casi toda la plantilla era española. Veinte personas españolas y seis irlandesas».

Sus fotos en Instagram llaman al like. «Me sentí muy arropada. Como había mayoría de españoles, teníamos la sensación de estar en el mismo barco, pasando lo mismo: todos lejos de su casa, todos nuevos. Como todos nos sentíamos solos hicimos una piña fuerte. En realidad, nunca estabas sola, la gente quedaba contigo, había plan todos los fines de semana. Yo encajé muy bien», recuerda.

En noviembre, con mil vivencias nuevas en la maleta, pudo al fin volar a Berlín. En Alemania vivió el reencuentro con sus amigas de Sevilla, con las que se había preparado la beca para ser educadora infantil con sueldo fijo fuera de casa.

Con sus compañeros de beca en verano en Sevilla
Con sus compañeros de beca en verano en Sevilla

El trabajo que hoy tiene está remunerado «con 2.600 euros brutos al mes». En neto, explica, son 1.900 el primer año «y te suben 300 euros cada año». Es una plaza de funcionaria del Estado, con una jornada laboral de 20 horas semanales. «Va con la beca Eures: trabajo 20 horas a la semana y cobro 1.900 euros. Otras 20 horas son para la formación, pagada, de B2 de alemán, y el curso de oposición del Estado, que aquí en Alemania no es un curso planteado para competir con otra gente. Tú estudias, haces el proyecto de fin de curso y ya tienes plaza de funcionaria», dice. ¿Cómo es posible? «Es que aquí casi no hay maestras. Es un empleo fijo para toda la vida... ¡si lo quieres!». ¿Esa seguridad a plazo fijo en otro país da vértigo? «Hombre, ese ‘para toda la vida' me da un poco de miedo. Pero en Alemania se vive bien. El trabajo en la escuela está muy valorado. Tienen un respeto mucho mayor por la profesión. En Dublín es más duro; el maestro hace de todo, desde ocuparse de la lavandería hasta el comedor... En Alemania no limpias una mesa porque eres maestra, tú estás para enseñar. El sueldo sí es más o menos como el de Dublín», detalla.

Tamara con otros profesores en Hamburgo
Tamara con otros profesores en Hamburgo

¿VOLVER? NI SE LO PLANTEA

Pero allí vivir bien es más caro que en España. «Los impuestos en Alemania son altos, pero puedes ahorrar dinero, cuando en Galicia en un primer empleo como educadora infantil no te da, y el coste de la comida y el alojamiento en Bremen es muy asequible», asegura. En Dublín, continúa, una habitación («solo una habitación») te cuesta entre 650 y 850 euros. En Bremen, ella ha alquilado un estudio para vivir por 660, «con todo, con cocina, con baño, y de diseño. Aquí puedes vivir sola; en Dublín es impensable», compara. El cole en el que trabaja le ofrece residencia (por 350 euros). La comida la pone el centro, y «vas a todas partes en bicicleta». Así lo hace la mayoría. Sin humos...

A sus 38, esta maestra por el mundo, como se presenta en redes, no deja de moverse y asegura que así da gusto vivir: «En Alemania eres mujer soltera y te ayudan, si tienes hijos tienes derecho a un montón de ayudas. A mí me han pagado para venir el curso de alemán en España, la traducción del título, ahora recibo durante 14 meses mil euros al mes por estudiar. Al final, se están gastando unos 25.000 euros en que esté trabajando de lo mío».

España, subraya, tiene una formación en educación infantil que no existe en otros países. «Las educadoras infantiles españolas somos, a nivel europeo, las más formadas». Esto es un valor; «la pena, que gente tan bien formada tenga que irse de España».

El presentismo no tiene aceptación laboral ni en Bremen ni en Dublín, cuenta. Y el covid golpea «menos». «Aquí la situación no es tan mala. La gente va sin mascarilla por la calle».

Lo que más echa de menos es a sus cinco sobrinos, «¡y la tortilla de patata!». Tiene morriña, pero no se plantea volver. «Aquí estás todo el rato aprendiendo. Ganas más, y esto también influye. Volver me costaría mucho», confiesa. Ella le dio la vuelta a su vida gracias al covid. «Cuando estalló la pandemia tenía un montón de contratos para talleres de Lóxica-mente. Todo se paró, pero no me iba a quedar parada. A mí el covid me ha dado un montón de oportunidades. Salí ganando», asegura esta maestra que no deja de sumar.