Rastreando los orígenes de la más Bella

Rosa Estévez
rosa estévez VALGA / LA VOZ

EUROPA

MARTINA MISER

Carolina Otero es una de las protagonistas del museo de la historia de Valga, una pequeña caja de delicias

02 nov 2019 . Actualizado a las 20:57 h.

Carolina Otero, vestida de blanco, mira a la cámara con una sonrisa de Mona Lisa dibujada en el rostro. Está hermosa la Bella Otero en esta imagen, que preside la sala que han consagrado a su figura en el Museo de la historia local de Valga. Es como si la reina de la Belle Époque, la mujer que tuvo a sus pies a reyes y príncipes, se hubiese preparado a conciencia para su vuelta a casa. A tan solo unos metros del lugar en el que nos encontramos se hallaba su vivienda: una habitación humilde de la que huyó siendo una niña sin infancia. Una cría que conoció el frío, el hambre, los malos tratos y los abusos. Impulsada por un espíritu indomable, aquella rapaza sin futuro acabaría conquistando Europa entera, convertida en una femme fatale exuberante e incontenible. Se convirtió en la Bella Otero, con lo que eso significó: años de gloria infinita, ocaso y miseria en Niza.

Cuentan que Carolina nunca olvidó Valga. Lo que está claro es que en Valga nunca la olvidaron a ella. Y eso se nota en el museo de historia local que abrió sus puertas en la localidad en el año 2015. La Bella Otero es la protagonista absoluta de la tercera planta, donde podemos pararnos ante unas reproducciones exactas de alguna de su ropa. El hermoso vestido blanco que luce en la gran foto; el voluptuoso vestido de rica tela roja; un traje de diario, con la que nos la imaginamos de día, recorriendo las calles de París intentando no llamar la atención.

Además de su ropa, en la sala hay un amplio compendio de documentos que giran alrededor de la Bella Otero. Desde la partida de nacimiento, hasta una inmensa colección de postales protagonizadas por la valguesa. Desde vitolas de puros con su imagen, hasta piezas de la histórica Cerámica Celta inspiradas en ella. Desde una cartulina en la que aparece ataviada como una monja, hasta un recuerdo de Lourdes en el que ella es, por alguna razón, el eje de la composición. Pero hay más. Porque en la parte más alta del museo, en un entorno que pretende ser un viejo teatro del París de hace cien años, se va a crear una galería de imágenes centrada en ella. Y en el hueco del supuesto escenario se proyecta una pequeña película. Dura apenas unos segundos, pero es tiempo más que suficiente para que percibamos la lozanía de la Bella Otero, la energía embriagadora de su baile, que llena la pantalla de un soplo de energía vital. Fue ella quien contrató a unos camarógrafos para que gravasen su actuación. Ajeno a ello, un diplomático ruso se coló en el plano, con los brazos en alto. El baile estuvo a punto de costar un incidente diplomático.

La Bella Otero es, sin duda, la razón más evidente para acercarse al pequeño museo de Valga. Pero no es la única. En un adosado del edificio, se ha restaurado una vieja vivienda tradicional gallega. Una de esas casas con lareira y cuadra bajo las tablas del suelo. Un espacio que permite dar un salto atrás en el tiempo e imaginarnos, gracias a la viveza que da el tacto de la piedra y la madera, en aquellos años en los que nada era tan fácil. Los niños, dice Santi, son los que más se sorprenden al encontrase con esa realidad pasada sin agua corriente, sin luz, ¡sin móviles!. Los de más edad, se emocionan al darse de bruces con sus recuerdos de viejos trabajos y bombillas de luz amarillenta.

Pero sigue la visita, porque este pequeño museo es inagotable. En la primera planta, podemos sentirnos Gulliver al cruzar con dos zancadas el mapa aéreo de Valga que cubre el suelo. Es la planta dedicada a conocer un territorio lleno de historia, tal y como queda demostrado al subir el primer tramo de escaleras. Objetos hallados en las excavaciones arqueológicas efectuadas en el municipio, réplicas de los capiteles de la iglesia de Setecoros, un ara consagrada a Mercurio recuperada en Os Martores... Desde que abrió sus puertas, el museo ha logrado que los vecinos de Valga miren con más interés a su alrededor, que escudriñen las piedras. Y de tanto escudriñar, han recuperado para el museo un gravado rupestre y una piedra de demarcación de una devesa real. Pequeñas joyas que ahora disfrutamos todos.

Calle Baixa, número 5, junto al Concello.

De lunes a viernes, de 10 a 14 horas

Entrada gratuita

El personal siempre está dispuesto a guiar a los visitantes; «é algo que nos diferencia».