«En Milán, el diseño y la arquitectura es una profesión de futuro»

María Meizoso Dopico AS PONTES / LA VOZ

EUROPA

Ana Bouza es la responsable de Studio Rubelli, dedicado al desarrollo de proyectos por todo el mundo

29 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Su día a día se organiza entre Milán, su estación central, Venecia y el aeropuerto. La pontesa Ana Bouza Hermida es la responsable de Studio Rubelli de Rubelli S.p.A., firma dedicada a desarrollar proyectos de arquitectura y diseño de interiores. «Somos un equipo con diferente formación y de culturas diversas y esto ayuda a que el resultado sea muy internacional, de diversa magnitud y tipologías muy variadas», resume. Sus clientes proceden de todo el mundo, así que vive pegada al teléfono móvil. Por eso y porque, reconoce, su día empieza y acaba conectada con As Pontes: «Siempre hay un WhatsApp o una llamada a mis padres, sin fallar un día».

-¿Por qué Milán?

-A mi profesión, como al resto, la crisis del 2008 nos esperaba con los brazos abiertos. Los trabajos para los que te formabas empezaban a escasear, al mismo tiempo que se expandía el sentimiento de tener que conformarse. Decidí cambiar de rumbo con el apoyo de mi familia. Milán no era la única ciudad que tenía en mente, pero conocía un poco la realidad de Italia en mi sector. Cuando estudiaba aquí, hice un curso de diseño en Florencia y, al acabar la carrera, me ofrecieron ir a trabajar a un estudio de arquitectura e ingeniería italiano con una bolsa europea durante casi un ano.

-Lleva siete años ahí, ¿han cambiado algo las cosas en cuanto a las oportunidades laborales?

-Visto desde la distancia, en España en este momento aún se valora poco el esfuerzo, el compromiso y las ideas. Aquí, en Milán, el mundo del diseño y la arquitectura se ve como una profesión de futuro y respetada. No es fácil abrirse un hueco porque profesionales de todo el mundo vienen a una de las capitales del sector, pero hay muchas más oportunidades.

-De entre todos los proyectos que ha desarrollado, ¿podría escoger alguno?

- La familia Rubelli, para la que trabajo, está muy unida al mundo de la cultura lo que nos permite diseñar y participar en eventos relevantes a los que no podría acceder de no trabajar aquí. Es una de las cosas de las que me siento más agradecida y orgullosa. Creo que no sería justo hacer una selección porque cada proyecto es una aventura y aporta algo. Me quedo con la oportunidad que me da mi trabajo de seguir aprendiendo, viajar y conocer personas de todo el mundo.

-Su sello ha llegado a España...

-Fue el único proyecto que me permitió trabajar en España. Lo viví con gran entusiasmo por este motivo. Fue el Alábriga Hotel & HomeSuites, en la Costa Brava.

-Habrá soñado alguna vez con que alguno de esos múltiples viajes le traiga a Galicia.

- Claro que sí y algún día quizás lo haga. Tengo las mismas ideas e ilusión que tenía desde que decidí dedicarme al mundo del diseño y las mismas que sigo comentando en casa desde hace 20 años. Galicia está llena de gente preparada y con mucho talento, se podrían hacer muchas cosas.

-¿Es de las que se plantea volver o de las que tiene esa opción aparcada?

-Estoy disfrutando mucho de todo esto, haciendo lo que quiero pese al ritmo de trabajo y a estar lejos. En España me costaría muchos más años conseguir un trabajo equivalente a mi edad y con las mismas condiciones laborales. Estoy muy unida a mi familia, así que es imposible no hacerse estas preguntas. Decidir volver es tan complicado como decidir irse.

-¿Cómo se lo monta para combatir la morriña?

-Estoy totalmente integrada en Milán, aquí soy la Gallegui o Aniña para quien lo sabe pronunciar. Pero claro, cuando te vas, te vas con todo, con lo bueno y lo malo. Con la morriña tienes que aprender a convivir para llevar una vida serena. Para compensar, en nuestra casa nunca falta el vino gallego, el buen jamón y las mejores conservas gallegas que mi familia se encarga de que no falten nunca. Las cenas y fiestas se hacen en platos de Sargadelos y me aseguro que todo el mundo sepa dónde está mi tierra. El orgullo de las raíces no desaparece a pesar de decidir vivir en otro país, al revés.