El tudense, filósofo y médico del Renacimiento, adelantó el método científico, la duda permanente y adelantó la anatomía hace 500 años
30 jun 2014 . Actualizado a las 09:58 h.Cuando pensamos en un científico de Tui, el nombre suele ser el de fray Rosendo Salvado, que a sus misiones religiosas en Australia sumó estudios de antropología o la introducción del eucalipto en Galicia. Pero mucho antes, en el siglo XVI, otro tudense se convirtió en una figura universal. Se trata de Francisco Sánchez el Escéptico, considerado uno de los padres del método científico que anticipa la duda metódica de René Descartes, hasta el punto de que se llegó a acusar a este último de plagio.
La nacionalidad de Sánchez siempre ha sido objeto de controversia. Porque todos lo quieren. No hay duda de que nació en 1551 en Tui, lo cual escribió él mismo: «Yo, Francisco Sánchez, hispano nacido en la ciudad tudense ...». Sin embargo, su madre era portuguesa y lo bautizó en Braga. Mientras que Francia lo reivindica porque vivió desde joven en Toulousse, donde desarrolló su carrera. Por último, es también una autoridad para los hebreos, porque su familia era judía conversa.
Vida en Europa
A los 11 años, los Sánchez se trasladan a Roma, donde Francisco inicia sus estudios. Con 22 años, en 1573, se doctora en la Escuela Médica de Montpellier, en la que obtiene una de sus principales cátedras. Las guerras de religión le obligan a refugiarse en Toulouse, donde ejercerá la medicina el resto de sus días como profesor en la misma facultad donde antes habían deslumbrado Miguel Servet o Giordano Bruno.
En 1580, con 29 años, publica su obra filosófica más ambiciosa. Se trata de De multum nobili et prima universali scentia. Quod nihil scitur (Del más noble y universal primer saber. Que nada se sabe). Aquí sienta las bases de su filosofía y de su apuesta por la duda metódica. En este sentido, es uno de los padres del método científico.
Nuestro tudense ataca el «argumento de autoridad» que es una forma de falacia que, en la antigua Grecia, se atribuía a la escuela de Pitágoras. Consiste en sostener que algo es cierto porque lo dice alguien que tiene una gran sabiduría. Equivale a decir «la Tierra gira en torno al Sol porque así lo dijo Galileo». En realidad, no es así. Porque la órbita terrestre puede demostrarse por métodos científicos. No, porque lo hayan dicho Galileo ni Copérnico.
Valor medieval
Esta falacia, también conocida como «argumento ad verecundiam», parece algo muy antiguo, pero es común escucharla cualquier día en los debates de televisión. La diferencia es que poner en duda la autoridad recién terminada la Edad Media exigía un gran valor, que Francisco Sánchez El Escéptico sin duda poseía.
La gran aportación del de Tui es que, para acercarse a la verdad, es preciso el examen directo y someter luego la experiencia al análisis y a la crítica racional. En esto se le considera un precursor de David Hume y, sobre todo, de René Descartes. De hecho, no faltaron quienes veían en la obra cartesiana una excesiva inspiración en nuestro amigo Sánchez.
Que el sobrenombre de El Escéptico no era exagerado lo demuestra una frase suya en la que define la Verdad: «Tú mismo la perseguirás, una vez que sea de alguna manera descubierta y sacada de su escondrijo, mas no esperes atraparla nunca ni poseerla a sabiendas; bástete lo mismo que a mí: acosarla».
Actividad astrológica
Por ello, el filósofo y médico de Tui tiene un gran valor porque, al abogar por la experiencia y por la duda como métodos, anticipa la ciencia moderna. Pero, aunque hizo varias aportaciones a la medicina o a la matemática, tampoco podemos considerarlo un devoto de la ciencia, ni mucho menos. Escribió críticas contra la astrología, como hoy parece lógico. Pero también ponía en duda las propias matemáticas, la geometría o la astronomía. Era tan escéptico, que también las consideraba una forma ideal de interpretar la realidad y, desde luego, nada que ver con la realidad misma.
Francisco Sánchez murió en Toulouse en 1623, a los 72 años, convertido en una eminencia en toda Europa. Su legado alcanzaría a otros filósofos y científicos que, como Leibniz, lo consideraron uno de los más grandes de la historia. En su parte de defunción se inscribió su nombre como François Chance. Su vida, desde luego, tuvo como escenario Francia. Pero este judío converso fue en realidad una figura europea.
Y un gran pensador que nació en la ciudad de Tui hace cerca de quinientos años.