Frank Fernández: «Aposté por el apriete controlado, a mí la suerte me pilló trabajando»

Sofía Vázquez
sofía vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

ESTADOS UNIDOS

MARCOS MÍGUEZ

El fundador y director general de Texas Controls tiene nacionalidad norteamericana pero un ADN muy gallego

02 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene una conversación agradable y cualquier explicación difícil la hace sencilla de entender. Se llama Frank Fernández, aunque le gusta que le llamen Frankie, («acabado en ie», recalca). Asegura que no tiene segundo apellido porque él nació en Estados Unidos —«Y allí no hay, pero yo siempre pongo Vázquez», aclara—, aunque se considera gallego y en concreto de Bergondo. Este gran aficionado de los motores es también el fundador y director general de Texas Controls, una ingeniería de apriete y sellado especializada en torsión, tensionado y apriete controlado, con actividad en todo el mundo.

—Entonces, Frank Fernández Vázquez, ¿por qué nació en Estados Unidos?

—Soy nieto de emigrantes. Mis padres se conocieron allí aunque ambos eran gallegos, mi madre de Bergondo y mi padre de Santa Cruz. Mis abuelos emigraron a Nueva York y después a New Jersey y yo nací en Newport Beach, California (el 6 de junio de 1965). Pero viví más aquí que allí. Me vine con cinco años, después me volví a ir con 18, hice la carrera y me volví con 23 o 24.

—¿Qué estudió?

—Hice lo equivalente a ADE y económicas (de esta me quedan dos asignaturas). Pero todo lo relacionado con los motores lo aprendí por mi cuenta porque me apasionan. Cuando desembarqué en España me fui tres años a Barcelona, donde trabajé en una fábrica de componentes industriales. Luego me vine a Galicia, que la adoro, y ya entonces llevaba tiempo observando que en los sistemas de apriete había un nicho muy pequeño pero con oportunidad. Fui de los primeros en dedicarme a este segmento. Te diré que yo conocí todo esto de mano de los inventores del sistema de apriete tensionado en Inglaterra. Suelo decir que la suerte me pilló trabajando.

—¿Por?

—Aposté mucho por el apriete controlado. No se le daba importancia. Pero pasó a las refinerías, a las plantas de conversión mucho más críticas (con presiones y temperaturas más altas), al sector eólico... Hoy es algo vital.

—¿Qué es el apriete controlado?

—Cuando hablas de apretar un tornillo, por ejemplo, piensas que le das vuelta a una tuerca, y ya está. No es así. Cuando estás al lado de un reactor en una refinería o un intercambiador de calor o con las palas de un aerogenerador, ves unos tornillos que realmente son un muelle que tú estiras cuando lo vas a apretar. El tornillo se estira en función de la fuerza que hagas para estirarlo, y lo que hace el tornillo es que intenta volver a su longitud original creando una fuerza de unión. Es como un muelle. Normalmente se apretaba dando vueltas a una tuerca, pero si tu das vueltas por el plano inclinado que tiene la rosca de la tuerca, tienes incertidumbre porque no todas las tuercas tienen la misma fricción en todos los tornillos. Entonces, descubrimos un sistema que es el apriete por tensionado: agarramos el tornillo y lo estiramos. Yo puedo calcular exactamente la fuerza que va a hacer ese tornillo, y puedo acercarlo a su límite. Por lo tanto, puedo dejar todos los tornillos de un intercambiador haciendo exactamente la misma fuerza.

—¿Qué se consigue?

—Consigues hacer la fuerza exacta sin dañar ningún elemento para que no «fugue» en los tres o cuatro años que va a estar en operación. Por eso nosotros nos llamamos ingeniería de apriete y sellado. Estudiamos también los materiales más adecuados para conseguir que durante la vida de esa unión no se produzca una fuga que pueda causar un incendio, por ejemplo.

—¿Dónde están trabajando?

—En todo el mundo. Australia, Brasil, en Asia... No por tamaño, pero por marcar el rumbo somos líderes mundiales. Te puedo decir que en un mes habré pisado los cinco continentes.

—¿Tiene tiempo para disfrutar con su familia?

—Durante la pandemia perdí a uno de mis grandes amigos, compañero de trabajo... Pero si hubo algo bueno en ese período, es que durante un año pude llevar a mi hija todos los días al colegio. Siempre hago todo lo posible para estar los fines de semana en casa.. Un viaje a Australia es un poco latoso, porque no se trata de quedarse en una ciudad, sino de ir a zonas complicadas. Hace quince días estaba en Brasil y se vino mi mujer conmigo. Tenemos a los niños en el extranjero, por lo que mi mujer todos los viajes que puede se viene conmigo.

—¿Es norteamericana también?

—No, de Betanzos.

—Tenía todos los boletos para que fuera americana, la verdad.

—Tenía un tío que, cuando iba a donar sangre me decía: «O que reciba o teu sangue sae falando galego». Me enamoré de mi mujer, es el amor de mi vida y da la casualidad de que es de Betanzos, aunque no tiene la suerte de ser de Bergondo [risas].

—La sede de la compañía también está en Bergondo

—La vida te va llevando. Yo empecé en un cuarto piso sin ascensor en la plaza de Azcárraga. Luego me pasé a un pequeño local en A Grela y después, en el año 2000, compramos una parcela en Bergondo. Ahora construiremos otra nave. Tendremos en total 3.700 metros cuadrados. Aquí fabricamos nosotros nuestro producto. Nos gusta controlar las instalaciones. Hacemos un control de calidad de los materiales que se utilizan y todo lo que los rodea. La meticulosidad con la que revisamos es fundamental y, por tanto, también lo es el factor humano. Creemos en la formación de nuestra plantilla. Tenemos más de 20 ingenieros, y hasta un doctor ingeniero [se ríe de nuevo].

—Me decía que era un amante de los motores.

—Mis pasiones son la música, el mar y las motos. Toda mi vida corrí en moto. Y desde niño me encantan los motores. Siendo un manazas, tenía un oído especial para ellos.

—¿Qué moto tiene?

—Tengo varias. Algunas clásicas. Soy amante de las Bultaco y tengo una BMW y una Ducati. Y barco tengo uno muy bonito en Sada, al que la familia le hemos sacado mucho partido.

—¿Cuál es el viaje que más disfrutó?

—Está por llegar. Es un raid que hago en Marruecos, algo parecido a un Dakar pero para aficionados.

[Ya ha regresado de esa aventura, sano y salvo. Dice que siempre tuvo suerte porque el resultado de sus accidentes se quedó en «alguna fractura de rodillas, clavícula...»].