Apasionada de la moda en Nueva York

Maite Rodríguez Vázquez
maite rodríguez OURENSE / LA VOZ

ESTADOS UNIDOS

Patricia Miranda-Pataparos, natural de Celanova, y ya nacionalizada americana, votó este año por primera vez

30 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La ourensana Patricia Miranda- Pataparos se fue a vivir a Estados Unidos con siete años. Pero todavía conserva recuerdos de su infancia celanovense, de los cursos de parvulitos en el colegio Sagrado Corazón, entonces regido por monjas. Recuerdos del colegio y de su maestra, la señorita Lourdes, que regresaron hace poco al encontrar mientras hacía a la mudanza a su actual casa, el mandilón de rayas, blanco y azul, que se usaba en el parvulario. Aunque lleva casi toda su vida en Nueva York, Patricia Miranda mantiene un fuerte vínculo con su tierra natal y todos los veranos regresa a Celanova a pasar parte de sus vacaciones. «Cuando era joven, iba tres semanas o un mes. Ahora, de casada, diez días o dos semanas, porque también vamos a Grecia, de donde es mi marido», explica.

Hija única, al llegar con siete años empezó el primer grado en Nueva York, estado en el que siempre ha residido, y siguió estudiando hasta especializarse en moda en el FIT (Instituto de Moda y Tecnología), una reputada facultad universitaria situada en la isla de Manhattan. Y a la moda encaminó sus pasos profesionales. Durante siete años trabajó en una compañía y ahora es mánager de dos locales en otra firma de comercio en la que se ocupa de todos los arreglos de la tienda y de las maniquíes, cuenta.

Patricia Miranda es una apasionada de la moda. «De pequeña me llamaban presumida porque me gustaba vestirme y arreglarme. Me sigue encantando. Para mí es algo muy importante que al levantarte por la mañana pienses que vas a hacer algo ese día que te gusta. La moda me encanta desde los ocho años y ya se lo decía ya a mi madre. Me encanta vestir a la gente y estar rodeada de ropa, lo que me ha permitido conocer a mucha gente», dice, entusiasta. Su dedicación al sector solo tuvo un paréntesis, tras los atentados terroristas del 11-S en el 2001. «Había mucha gente traumatizada, yo trabajaba entonces en Manhattan y durante un año di pausa al mundo de la moda porque no quería ir allí. Monté entonces un negocio de eventos y organización de fiestas que vendí al tener a mi hija», explica.

Valentina es la niña que tuvo con su marido griego, con el que se casó a los 24 años. Recuerda cómo fue el principio del romance: «Mi marido vio una foto mía en la casa de una amiga de mi madre. Cuando yo estudiaba en el FIT hice algo de modelaje y tenía fotos para ir a visitar agencias. Él vio la foto y dijo que me quería conocer. Vino a mi trabajo y ahí empezó el amor. Llevamos 19 años casados y súper felices». Las relaciones empresariales de la familia de su marido, propietaria de una gran compañía de alimentación le permite estar en contacto con los productos españoles que importan y distribuyen por Estados Unidos, como jamones o aceite de oliva. «Importan Aceites Abril de Ourense, conocí a Elena Pérez Canal en una fiesta en Nueva York y es mi amiga», menciona.

En cualquier caso, Patricia ya no tenía mucho problema para mantener las costumbres gastronómicas gallegas. «Soy de Celanova de corazón, y con mi madre, Marisa Miranda De Dios, que vive aquí conmigo, hablo gallego y comemos cocina gallega. Mantenemos las costumbres. El 31 de diciembre comemos las uvas y en Navidad el turrón. Nunca pierdo las raíces. Vemos la Televisión Española y hablo con mis primos de Almacenes Miranda de Celanova una vez por semana. En este país hay muchos emigrantes y todos inculcan sus culturas a sus hijos. Mi hija habla y entiende el español y le encanta ir a España, la cultura, las fiestas, con los primos en Amedo (Ponte Grande). Mi familia es parte de mi vida», asegura. Y la morriña aprieta: «Con vacuna o sin vacuna, voy este verano a España. Como si tengo que comprar un barco e ir yo sola», bromea.

Por eso le duele tanto llevar dos años sin venir; este verano pasado no era recomendable, por la pandemia, y el año pasado se tuvo que quedar esperando por los trámites para tener la ciudadanía americana. Ella y su madre, después de tantos años viviendo en Estados Unidos, se convirtieron el año pasado en ciudadanas del país y pudieron votar por primera vez en estas pasadas elecciones presidenciales de noviembre. «Fue una experiencia genial. Votar fue algo especial, súper emocionante, fui con mi hija y con mi marido. Mi madre y yo votamos a Donald Trump. Me gusta porque es millonario y lo que hace lo hace pensando en el país. Me encanta que sea tan honesto y no ande con caralladas. En la pandemia hizo cosas bien y cosas mal, como otros gobiernos, pero antes del covid la economía iba genial», confiesa.

La vida en Nueva York

Patricia Miranda reside en Manhasset, en Long Island (estado de Nueva York), desde hace nueve años. Creció en la ciudad, en Queens. Pero ahora vive en las afueras, en una zona residencial de viviendas unifamiliares, aunque a solo 45 minutos de Manhattan y a 15 de su trabajo. Tiene así la comodidad de tener cerca la ciudad pero con una casa con más espacio y con piscina. A la familia le gusta viajar al Caribe (Bahamas) y esquiar.

Temor a la pandemia.

Después de cursar los primeros años en el que era el colegio de las monjas de Celanova, Patricia Miranda se trasladó con su familia a Estados Unidos. Vivió en Queens, en la ciudad de Nueva York, y se matriculó para estudiar moda en el Fashion Institute of Tecnology (FIT), donde estudió venta y comercialización de moda e hizo un año de diseño de moda. Era su vocación desde pequeña y a lo que ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional. A sus 43 años, sigue disfrutando cada día con su trabajo, aunque el sector del comercio exija trabajar también fines de semana. La situación con la pandemia y la segunda ola también se está complicando en el este de Estados Unidos. «Nueva York y Nueva Jersey fueron los estados más afectados en la primera ola por el covid. Ahora en Nueva York han cerrado los colegios y estudian en remoto. Si sigue subiendo igual cierran los negocios. Espero que no porque sería una tragedia», comenta.