La ruta favorita de América

ESTADOS UNIDOS

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Blue Ridge Parkway Es la carretera más visitada del sistema de parques nacionales de EE.UU.,755 kilómetros que serpentean por los montes Apalaches a través de Virginia y Carolina del Norte. Emigrantes gallegos ayudaron a construirla

23 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«Casi el Paraíso». El clásico de John Denver Take Me Home, Country Roads exalta el paisaje rural del oeste de Virginia, uno de los dos estados por los que transcurre la Blue Ridge Parkway. «La vida es vieja allí / más vieja que los árboles / Más joven que las montañas / soplando como una brisa», dice la canción. Y para apreciarlo nada mejor que recorrer esta carretera escénica de 755 kilómetros, que conecta los parques nacionales de Shenandoah y Great Smoky Mountains, este último en Carolina del Norte.

La ruta fue creada exclusivamente con fines turísticos y transcurre en su mayor parte por la Blue Ridge, una cordillera de los montes Apalaches cuyos perfiles azulados se pierden en el horizonte. No pasa por absolutamente ninguna población, y serpentea por la cresta de las montañas, bosques y valles, con un trazado de suaves curvas y en el que la velocidad máxima está limitada a 45 millas (poco más de 70 kilómetros) por hora.

El otoño es la estación perfecta para viajar por ella, porque la inmensa masa arbórea muda de color y se convierte en un espectáculo de hojas amarillas, rojas y anaranjadas. En cualquier estación es posible ver ciervos, águilas, ardillas y osos negros, y en verano el canto de los grillos es audible incluso cuando vamos conduciendo. Una opción muy recomendable es hacerlo a bordo de un descapotable, porque los precios del alquiler son asequibles (un Ford Mustang o un Chevrolet Camaro convertibles salen por alrededor de 65 euros al día) y la gasolina también es mucho más barata que en Europa (el equivalente a 0,75 euros el litro).

Pero más allá del paisaje -sin salir de Galicia hay zonas como O Courel igual de bonitas-, lo realmente singular de esta carretera es lo cuidada que está. Cada cinco o diez kilómetros hay un mirador, la hierba de los arcenes está perfectamente segada y hay centros de interpretación repartidos por todo el recorrido. Estos edificios de una planta, de piedra y madera, incluyen todo tipo de servicios (por supuesto, también la inevitable tienda de souvenirs) y personal que ayuda con cualquier problema que pueda surgir. Los aficionados al senderismo disponen de numerosos caminos, en general aptos para todas las edades, que se adentran en la naturaleza y permiten acceder a ríos, cascadas y algunas cumbres. La señalización es excelente y hay una guía gratuita con todos los trails, puntos de interés e informaciones útiles (por ejemplo, dónde coger una intersección para repostar, ya que no hay gasolineras en la ruta), además de una aplicación móvil (Blue Ridge Parkway Travel Planner).

No está permitida la acampada libre, pero existen diversas áreas de descanso con espacio para pernoctar en autocaravana y tienda de campaña. Los únicos alojamientos in situ son el Peaks of Otter Lodge, un precioso hotel de montaña al borde de un lago, levantado en 1966, y el Pisgah Inn, cerca de Asheville.

La construcción de la Blue Ridge Parkway comenzó en 1935 dentro de un proyecto impulsado por el presidente Roosevelt para paliar el desempleo durante la Gran Depresión. En las obras, que se prolongaron hasta 1966 -un pequeño tramo de 15 kilómetros se completó en 1987- tuvieron un importante papel emigrantes gallegos, principalmente de Terra de Montes. Su dominio del labrado de la piedra ha quedado registrado en los bloques que forman los pretiles de la carretera y otras piezas de cantería utilizadas en muros, puentes y túneles. Algunos, como Manuel Dapena, regresaron a Galicia tras media vida trabajando en las minas de carbón de Virginia y Carolina del Norte, y otros, como José y Frank Troitiño, se asentaron allí y fundaron boyantes empresas de construcción que todavía hoy perviven.

La Blue Ridge continúa al norte por una ruta similar, la Skyline Drive, aunque más corta (169 kilómetros) y que a diferencia de la primera exige un peaje de 30 euros por vehículo. Un consejo útil: evite atracciones turísticas como Granfather Mountain (se puede subir a pie, si va en coche hay que pagar la friolera de 22 euros por persona) o Blowing Rock, y disfrute del majestuoso escenario que, como dice la canción de John Denver, le hace a uno sentir que ha vuelto a casa, «al lugar al que pertenezco».

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1. «CARRETERA ESCÉNICA»

Con suaves curvas y miradores para disfrutar del paisaje. Los arcenes tienen pretiles de piedra o madera y la hierba segada.

J. A. / J. D.

2. IMÁN TURÍSTICO

Más de 14,5 millones de personas recorrieron la Blue Ridge en el 2018. Hasta los amish se «motorizan» para conducir por ella.

J. A. / J. D.

3. MABRY MILL

Este molino de principios del siglo XX es el monumento más fotografiado. La ruta exalta la vida rural en Virginia y Carolina del Norte.

J. A. / J. D.

4. GRAN DEPRESIÓN

La construcción de la carretera empezó en 1935 y se prolongó hasta 1966. Túneles y puentes llevan el sello de canteros gallegos.

J. A. / J. D.

5.  THE BILTMORE

En Asheville (Carolina del Norte) se puede visitar esta residencia de la familia Vanderbilt, la mayor mansión de Estados Unidos.

J. A. / J. D.

6. SENDERISMO

Caminos perfectamente señalizados permiten acercarse a las maravillas naturales, como las cascadas Crabtree.