«Trump es un peligro para la ciencia»

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

ESTADOS UNIDOS

Científicos gallegos en Norteamérica respaldan la marcha convocada contra el nuevo presidente de Estados Unidos

13 feb 2017 . Actualizado a las 10:46 h.

«Hay que utilizar todas las herramientas disponibles para parar el desastre que se avecina». Carlos Sierra, investigador gallego en el Departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad de Columbia, se refiere al nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su preocupación es compartida por la comunidad científica del país, que vive momentos de gran incertidumbre. Trump, más que una amenaza, es un peligro para la ciencia. Este es el convencimiento de los investigadores, que han convocado para el 22 de abril, coincidiendo con el Día Internacional de la Tierra, una marcha por la ciencia. Es su respuesta preventiva ante lo que consideran un peligro inminente que ha empezado a materializarse con la orden presidencial, ahora anulada por un juez federal, que impedía el acceso a Estados Unidos de ciudadanos de siete países musulmanes. Muchos de ellos trabajan en los laboratorios. Pero no es el único indicio de lo que cabe esperar con la nueva Administración. Y ninguno es favorable: la elección de Scott Pruitt, un negacionista del cambio climático como responsable de la EPA, la agencia ambiental del país; el coqueteo de Trump con los antivacunas o la propuesta para obligar a la FDA a hacer menos estrictos los controles clínicos para sacar fármacos al mercado son señales que han encendido la alarma entre los científicos. Y su primera respuesta son las manifestaciones convocadas para abril.

«Existe una preocupación muy significativa en la comunidad científica del país», confiesa la coruñesa Susana Martínez Conde, directora del laboratorio de neurociencia de la Universidad Estatal de Nueva York (Suny). «En los primeros días que lleva de presidente -añade- ya ha dejado claro que no siente ningún respecto por la ciencia ni por los datos objetivos». Martínez Conde, que con anterioridad dirigió un laboratorio en Arizona, teme que las «injustas restricciones» en emigración impidan que EE. UU. siga siendo un país pionero en investigación. En su caso ya se ha visto afectada por la situación. «Poco antes de la orden ministerial de Trump -explica- recibí un correo de un estudiante de Irán expresando su interés por realizar su doctorado en mi laboratorio. Pero, a pesar de su buen currículo, esta persona, hoy por hoy, tiene prohibido venir». La investigadora gallega tiene claro que tanto ella como su marido, el también neurocientífico Stephen Macknik, participarán en la protesta que se está preparando.

El vigués José Manuel Alonso, director del Departamento de Neurociencia Visual de la Universidad Estatal de Nueva York, comparte el análisis. «Estamos todos muy preocupados por la incertidumbre que está creando el nuevo Gobierno», asegura, aunque reconoce que, por el momento, no teme que vaya a existir un bloqueo de fondos federales para proyectos de investigación biomédica. Pero, al igual que Martínez Conde, le inquieta el efecto de las futuras restricciones migratorias. «Podría afectar muchísimo -advierte- a nuestro programa de doctorado, que recibe solicitudes de estudiantes de todo el mundo». «Creo -vaticina- que nos esperan unos meses muy difíciles, no solo en el campo de la ciencia, sino también en el de los derechos sociales».

Más contundente es el ingeniero biomédico Carlos Sierra, para quien «Donald Trump está demostrando con hechos que es un peligro no solo para EE. UU., sino para toda la humanidad, y su cruzada contra la ciencia no hace más que demostrar la veracidad de esta afirmación». A su juicio, un futuro veto a científicos de países musulmanes, o incluso de otros estados, «hace un terrible daño a la ciencia, ya que se impide la llegada de científicos extremadamente cualificados de esos países». También teme que se cumplan las previsiones de disminución de la inversión en ciencia. «Por eso -dice- secundo totalmente la convocatoria de la marcha por la ciencia». 

«Incertidumbre total»

El microbiólogo coruñés César de la Fuente Núñez, investigador en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), es más cauto y prefiere esperar acontecimientos, aunque admite que «el ambiente actual es de incertidumbre total». Su miedo es que Trump rebaje las competencias de los institutos nacionales de la salud, que financian proyectos biomédicos con una inversión anual de 30.000 millones. «El rumbo de este organismo -advierte- es clave para el futuro de la ciencia de este país».

Igual de cauto es el astrofísico Juan Calderón Bustillo, que trabaja en el Instituto Tecnológico de Georgia. Aunque de momento no le afectan los cambios, su miedo se refiere a las posibles restricciones migratorias. «Desde el punto de vista científico va a afectar mucho», dice. David Brea, investigador posdoctoral en la Universidad de Cornell, tampoco ha notado, de momento, grandes cambios en su laboratorio. «Pero lo que sí es cierto -confiesa- es que se está viviendo con mucha preocupación y mucha incertidumbre». «Cualquier cambio drástico en los visados J1 o H1B -los destinados a investigadores- podría implicar que muchos de nosotros tuviéramos que marcharnos del país», advierte.

Más mesurado se muestra el catedrático de Endocrinología en la Universidad de Texas Joaquín Lado, quien incluso justifica cambios en la política migratoria. «Non estou a dicir que sexa o cambio Trump -dice-, pero si fai falla un cambio porque o noso sistema de vida e valores está baixo a ameaza terrorista do islam radical. O discurso do buenismo con terroristas islámicos non funciona». Sobre la situación en general, piensa que «ao cidadán medio de EE. UU. vaille ir mellor con Trump que con Obama».