«Antes era más conformista, ahora tengo ganas de ir a más»

Carlos Cortés
Carlos Cortés MONFORTE / LA VOZ

ESPAÑA EMIGRACIÓN

Carlos Bravo está pasando unos días en Monforte, donde está preparando la apertura de un negocio
Carlos Bravo está pasando unos días en Monforte, donde está preparando la apertura de un negocio CARLOS CORTÉS

Un chico nacido en Colombia y criado en Monforte monta una inmobiliaria en Barcelona

07 ene 2022 . Actualizado a las 19:27 h.

Carlos Bravo tiene las cosas muy claras, pero no siempre ha sido así. Nacido hace 27 años en Bogotá, se crio en Monforte, la localidad en la que su madre se asentó cuando decidió marcharse de Colombia para buscarse la vida en España. La suya es una historia común a la de muchos emigrantes, apuros económicos y zozobras anímicas incluidas. Cuando terminó la ESO en Monforte sin saber muy bien qué hacer después, pocos apostarían porque diez años después se estuviese ganando la vida como lo hace, al frente de su propia empresa inmobiliaria en Barcelona y pensando en abrir en Monforte un negocio de servicios para la tercera edad.

Carlos está dando los primeros pasos para montar ese segundo negocio en Monforte. Volvió estas Navidades para visitar a su madre y a los amigos que tiene aquí, y ha aprovechado también para establecer contactos y visitar locales apropiados para lo que tiene en mente. Sabe hacerlo, porque se gana la vida con eso. Es el dueño de Cami Solucións, una empresa inmobiliaria puesta en marcha por él hace apenas un año y en la que colabora su hermano Johan, criado también en Monforte.

Cuando Carlos Bravo acabó la ESO en el colegio monfortino de la Fundación Torre de Lemos no pensaba en absoluto en la posibilidad de trabajar en el sector inmobiliario. «Ni en ninguna otra cosa —explica—, en realidad no sabía qué iba a hacer con mi vida». Empujado por su madre, que quería evitar que dejase de estudiar, se matriculó en el ciclo de cocinero de la escuela de hostelería de Rosende, en Sober. Cuando terminó la parte teórica y a falta de hacer las prácticas para completar esos estudios, le volvieron las dudas. «No sabía qué hacer, y mi madre estaba empeñada en verme hacer algo, así que casi por casualidad me puse a ayudar en una inmobiliaria de Monforte». Él y su madre conocían a la propietaria, que se ofreció a enseñarle a Carlos lo básico del negocio. Él no se encargaba del papeleo, solo de las visitas de posibles compradores o arrendadores a las propiedades que gestionaba la empresa. En realidad, no fueron más que una especie de prácticas, pero para él resultaron fundamentales. «Adquirí la confianza que hace falta para hablar con la gente», asegura.

Repartidor de hamburguesas

Después de aquel entrenamiento inmobiliario, empezó a ver cómo sus compañeros de clase en el colegio empezaban a marcharse a otros sitios en busca de trabajo. Los empleos que veía a su alcance si se quedaba en Monforte eran más bien precarios, con salarios rácanos y estabilidad escasa. En aquel momento se le cruzó una novia barcelonesa, así que para allá se marchó sin pensárselo mucho. Su primer empleó en la capital catalana fue como repartidor de Burger King. «No conocía la ciudad, así que tardaba muchísimo en entregar cada pedido», recuerda entre risas. Superado ese primer mes alguien le contó que buscaban gente en una de las inmobiliarias grandes de Barcelona, él se acordó de aquellos meses enseñando pisos y bajos comerciales en Monforte y se fue a la entrevista. Su entrevistador supo convencerlo. «Me dijo que si quería prosperar y montar algo yo mismo, iba a poder hacerlo», recuerda. Le sonó a frase hecha, claro, pero después descubriría que no lo era.

Lo que lo animó a poner en marcha su propia empresa fue un bache psicológico. Ocurrió hace aproximadamente dos años, cuando ya llevaba tiempo asentado como trabajador de esas inmobiliaria y las cosas le iban económicamente muy bien. Así lo cuenta él: «Pequé de exceso de seguridad, pasé en relativamente poco tiempo de no tener nada a tener mucho y me perdí y perdí mi objetivo, que era abrir mi propia inmobiliaria». Decidió parar y darse un tiempo.

Un año de mochila

Llevaba tiempo queriendo volver a Colombia para ver a sus familiares, pero estaba enfrascado en el trabajo y nunca encontraba el momento apropiado, así que se marchó en cuanto se vio libre de obligaciones diarias. Y allí se tiró un año entero, viajando con poco más que una mochila. «La vida bohemia es bonita, pero hace falta dinero», cuenta para explicar su decidió de dejar la mochila y volver a Barcelona y al trabajo.

Lo que le pasó hace dos años no le sirvió solo para aprender que sin dinero todo es más complicado, que eso es fácil. También le valió para tener claro que el trabajo no puede ocuparlo todo. Ser el dueño de su propio negocio le permite planificarlo todo mejor, también su tiempo libre. «Antes era más conformista —asegura— ahora tengo ganas de ir a más». Lo que le gustaría es que en un futuro le hayan ido las cosas tan bien que pueda vivir de rentas y viajar cuando quiera a cualquier lugar del mundo con su familia.

Y para comprobar cuánto de largo es el camino para llegar ahí, él va dando sus pasos. Por ahora su inmobiliaria va bien y emplea ya a dos personas, sin contarlo a él y a su hermano. Y en cuanto a Monforte, Carlos Bravo cuenta con su madre para que se encargue del día a día del negocio que planea en Monforte. Ella lleva años dedicándose a cuidar personas mayores, así que tiene experiencia de sobra. Su receta para el trabajo, y también para la vida, es simple: «Hay que hacer las cosas con respeto y con humildad». Asegura que es una de las muchas cosas que aprendió en el colegio en Monforte y tiene claro que no se le va a olvidar.