«Maruja Mallo, toda la belleza del mundo cabe dentro del ojo»

G. NOVÁS REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA EMIGRACIÓN

Las algas y la cabra. Mallo pintó en Tenerife uno de sus lienzos más conocidos, «La mujer de la cabra» (1927). A la derecha, retrato de «Maruja Mallo con manto de algas» tomado en 1945 en una playa de Chile, días que compartió con su buen amigo Pablo Neruda.
Las algas y la cabra. Mallo pintó en Tenerife uno de sus lienzos más conocidos, «La mujer de la cabra» (1927). A la derecha, retrato de «Maruja Mallo con manto de algas» tomado en 1945 en una playa de Chile, días que compartió con su buen amigo Pablo Neruda.

Se cumplen 120 años del nacimiento de la pintora considerada Frida Kahlo gallega

06 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Maruja Mallo, entre Verbena y Espantajo toda la belleza del mundo cabe dentro del ojo, sus cuadros son los que he visto pintados con más imaginación, emoción y sensualidad», dejó dicho Federico García Lorca sobre la artista gallega Ana María Manuela Isabel Josefa Gómez y González (1902-1995) que nació un 5 de enero como el de este 2022 pero de hace 120 años en Viveiro, aunque ella no era mucho de presumir de sus raíces, sino que porfiaba en definirse como ciudadana del mundo. Lo supo enseguida, ya que su infancia pasó además por Tui, Verín, Corcubión, Gijón, Madrid y Avilés tras los destinos profesionales del padre. Ya con 20 años se instaló con su familia en Madrid, momento en que comenzó un idilio con la ciudad y sus ambientes artísticos —los de la Generación del 27, entre ellos, sus amigos Dalí, Lorca, Alberti y Buñuel— en donde se formó, reformó y convirtió no solo en musa, sino también en una referencia. Pasó unos meses en Tenerife, donde pintó algunos de sus primeras obras conservadas como la popular La mujer de la cabra (1927), y en 1931 marchó una temporada a París becada por la Junta de Ampliación de Estudios. Ese idilio con Madrid remató con los inicios de la Guerra Civil que la llevaron a trasladarse a Buenos Aires, una estancia (muy viajera) en América que se prolongó hasta 1961, cuando volvió a España.

Ya en sus años americanos era toda una celebridad, en cuanto que arribó a Argentina con el elogio y el refrendo de la flor y nata del surrealismo francés. Para cuando regresa a su país tenía estatus de auténtica figura de culto, que ella misma —tan inteligente y desinhibida— mimaba con su pose rebelde y su cuidada imagen. Seguía siendo aquella que con Lorca, Dalí y Margarita Manso inventó el movimiento de Las Sinsombrero. Fue en Madrid, cuando como en un juego se despojaron del sombrero —ella, con el corte de pelo estilo garçon— «para descongestionar las ideas» y se montó un escándalo, anécdota que mucho después bautizó la tendencia emancipatoria de las mujeres de la Generación del 27.

Pasa por ser la Frida Kahlo ibérica, y —como la artista mexicana— mantiene vivo todo su enigma, más allá de que esté considerada la pintora española más importante del siglo XX. Mallo además era reacia a hablar de su vida privada, de lo que no atañese al arte o el debate intelectual. Famosa es su réplica a un periodista ante su insistencia en que se explayase sobre sus amoríos con Miguel Hernández: «Yo he jodido tanto y he conocido a tanta gente que ya se me amontonan un poco en la memoria».