Inés Rivadeneira, en el olvido

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Rivadeneira, interpretando «Carmen» en la plaza Mayor de Madrid
Rivadeneira, interpretando «Carmen» en la plaza Mayor de Madrid

Un libro publicado por la Universidad de Valladolid rescata la figura de la mezzosoprano lucense, una de las más importantes artistas líricas españolas

12 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Galicia no trata bien a sus artistas. Un ejemplo: es casi la única comunidad que no tiene un concurso de canto dedicado a exaltar y difundir la memoria de alguno de sus más destacados intérpretes líricos. Y no será porque no haya habido aquí un puñado de ellos que lograron triunfar en los principales escenarios internacionales, desde la ferrolana Carolina Casanova, que cautivó a Alejandro Dumas en el estreno de Lucrezia Borgia en París, al tenor de la Costa da Morte, José Varela, requerido por el zar Nicolas II por su prodigiosa voz; de la soprano coruñesa María Luisa Nache, compañera de Maria Callas en La Scala, a su colega de Ribadavia, Ángeles Gulín, capaz de hacer temblar las arañas de La Fenice en Venecia…

A todos estos artistas, ya fallecidos, habría que añadir el nombre de la mezzo lucense Inés Rivadeneira, que en noviembre cumplirá 91 años. Rivadeneira, una de las grandes intérpretes del rol de Carmen antes de que Teresa Berganza se apropiara del personaje de Bizet, tuvo una carrera más que interesante, con hitos como la grabación de El amor brujo de Falla bajo la batuta de Igor Markevitch o las numerosas zarzuelas que registró bajo la guía de Ataúlfo Argenta.

Pero en Galicia esta artista es casi una desconocida salvo para aquellos que por edad aún recuerdan sus actuaciones para Amigos de la Ópera de A Coruña en los títulos que cantó en sus festivales, y de modo particular para uno de sus alumnos, el profesor de música coruñés Julián Jesús Pérez, que ahora acaba de publicar una imprescindible monografía sobre la cantante.

Editado por la Universidad de Valladolid, Inés Rivadeneira, una vida para el canto, es sobre todo, como bien señala su autor, «un acto de justicia» hacia una de las grandes cantantes españolas del siglo XX. A menudo citada y recordada por haber acompañado a Alfredo Kraus en su debut madrileño, en 1956, con Doña Francisquita (éxito que ambos repetirían en A Coruña casi un año más tarde), la mezzo gallega participó en el estreno de la única ópera de Joaquín Rodrigo, El hijo fingido; intervino en la célebre integral de las sinfonías de Beethoven con Argenta, y actuó en roles principales en las temporadas de ópera españolas junto a algunos de los principales cantantes de la época, como Montserrat Caballé, Carlo Bergonzi, Richard Tucker, Victoria de los Ángeles, Ruggero Raimondi, Piero Cappuccilli o Pedro Lavirgen.

Retirada de los escenarios por decisión propia antes de que su voz anunciara declive, después de unos conciertos en el Reino Unido, incluido el Royal Albert Hall londinense, la artista se convirtió en una de las primeras catedráticas de la Escuela de Canto madrileña, donde no solo tuvo como alumnos a cantantes líricos sino también a algunos célebres actores. José Sacristán preparó con ella su debut en el musical El hombre de La Mancha. Y la almodovariana Rossy de Palma recordaba en el 2010, cuando intervino en A Coruña en la ópera La hija del regimiento, que «era la mejor profesora de canto que se pueda tener y soñar».

En el epílogo de su obra, Julián Jesús Pérez glosa las mejores cualidades de la artista: «Perfecta dicción, amplitud de registro con rotundos graves y brillantes agudos, expresividad que se acomodaba en los caracteres fuertes, cualidades actorales innatas, gracia, energía y desenvoltura en escena…». A pesar de que su carrera transcurrió sobre todo en el resto de España y en Europa, estrenando obras de García Abril, Esplá, Santa-Cruz… nunca olvidó sus orígenes, y en sus recitales solía incluir siempre canciones gallegas. «Siempre llevo alguna en mi carpeta para cantarlas en cuanto puedo, pues observo que gusta en todas partes (…) pero no solamente sus cantos tienen música, la posee la dulce ‘fala’ de sus gentes, que yo cuando paso por aldeas me paro embelesada a escuchar su cadencia», dijo en una ocasión.