Ciencia gallega para escrutar las estrellas

ESPAÑA EMIGRACIÓN

TAMARA MONTERO

El Instituto de Astrofísica de Canarias cuenta con una buena nómina de gallegos en plantilla

16 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Roberto López llegó a la isla, el telescopio ya estaba ahí. En realidad es una batería de telescopios. El primero, de la Universidad de Burdeos, se instaló en 1964. Era un pequeño big bang, que con el tiempo llegaría a crear en las Canarias un potente centro de investigación astrofísica. «Yo quería estudiar Astrofísica y mi profesor de Óptica en Santiago me dijo que cualquier sitio excepto Madrid, se llevaba muy mal con los de Madrid en ese momento». Roberto López quería volar a Canarias, porque sabía que el telescopio estaba aquí. «Me interesaba el poder trabajar tocando». El puesto de Roberto López es de ingeniero óptico, «pero después de tantos años soy algo así como ingeniero instrumentalista».

Es parte de un equipo que hace al instituto único. Son inventores, en el sentido más estricto de la palabra. Son los que crean instrumentos adecuados a lo que los investigadores quieren medir. Si no existe, acabará existiendo. «Como soy astrofísico normalmente sé entenderme con lo que quiere un científico». Acuden a él para convertir su idea en un instrumento. Lo suyo es la óptica, porque obviamente cuando uno trabaja con telescopios trabaja con la luz, pero en el proceso entran también informáticos, ingenieros electrónicos... Y la Facultade de Física de Santiago. «Nos hacen algunas cosas» gracias al perfil más investigador.

Cuando José Luis Rasilla llegó a Canarias desde Lugo, Roberto López ya estaba allí. Se conocieron cuando Rasilla empezó a hacer una práctica de holografía. Hoy su línea de trabajo está centrada en la aplicación de la fibra óptica en astronomía. «Al principio tenía pensado hacer física de partículas, pero al estar en Santiago empecé a tirar un poquito más hacia la astrofísica». En tercero, quiso venir a Canarias. La situación en casa no lo permitía. «Hice un trato con mi padre, que si acababa me vendría a hacer la especialidad aquí y luego me pondría a trabajar». Le ofrecieron una beca en Suecia, pero el dinero no era mucho. Y como le había prometido a su padre que se pondría a trabajar, escogió la oferta del departamento de Óptica del IAC. Era 1988.

A Pablo López Ramos lo llamó Galileo desde Tenerife. Era una especie de spin off del IAC. Él lleva desde 1989 en el archipiélago, pero su familia emigró desde la ciudad vieja de A Coruña a Nueva York. En Estados Unidos, López Ramos estudió ingeniería informática y después se fue a Holanda. De Holanda, a Canarias. En 1992 empezó a trabajar en el departamento de cálculo del Instituto de Astrofísica de Canarias.

«Ahora desarrollo software de control para instrumentación astrofísica, que suena muy impresionante», dice entre risas. «Estamos construyendo un instrumento con la Universidad de Florida, un espectrógrafo infrarrojo multiobjeto, que irá en el Gran Telescopio de Canarias». El grupo de este gallego desarrolla el software que controla el instrumento y también integrarlo con el telescopio.

Óscar Tubío tenía doce años cuando dejó su Boiro natal para venir a vivir a Canarias. Pero su lista de residencias es larga. Estudió ingeniería de Telecomunicación en Las Palmas y antes de graduarse empezó a trabajar en microelectrónica con un grupo de la universidad que desarrollaba proyectos para una empresa norteamericana. Allí, al otro lado del Atlántico, se trasladó durante siete meses y, al volver, se presentó a una plaza en la Agencia Espacial Europea. «Estuve en Holanda un año». Durante cuatro años trabajó en implantes auditivos para personas totalmente sordas. «Eso ya fue en Bélgica». Le surgió una oferta en Madrid. Cuando la empresa quebró, decidió parar y pensar qué hacer con su vida. Era el 2011. «Me salió la oportunidad de trabajar aquí junto a una multinacional de la electrónica en Portugal». ¿Trabajo indefinido o nueve meses de contrato en Tenerife? «Trabajar para la ciencia me gusta bastante». Y eligió el IAC. «Al final son beneficios que aprovechamos todos y tiene un impacto en la sociedad bastante grande. Y aunque no se vea desde la privada, creo que invertir más en este tipo de centros repercute también en la economía».

La lista de países de Manuel Pérez Torres, originario de A Pobra, tampoco es corta Su profesor de Física del instituto le dijo un día, «haz astrofísica» ¿Por qué no? Del doctorado en Cork pasó a Estados Unidos. También ha ejercido en Holanda y en Chile. En marzo llegó al IAC con una Ramón y Cajal. Su campo son los sistemas binarios, agujeros negros que nacen con estrellas alrededor que sienten su campo gravitatorio. «Podemos usar esas estrellas para estudiar el agujero en sí, que es invisible». A veces, roban materia a la estrella normal y cuando se precipita en el agujero negro emiten rayos X. «Así es como lo descubrimos», dice. «Esperamos a que acabe la explosión y vemos si podemos ver la estrella que está girando alrededor del agujero» Según su órbita se puede medir la masa del agujero. «Son leyes de Kepler, que tienen 300 años».

«Las guardias de pediatría son de las que casi no duermes»

Tamara Montero

Nunca ha dicho que quiere ser médico. Siempre ha querido ser pediatra. Ángela Seoane, compostelana, está haciendo la residencia en Tenerife. De Pediatría claro. Llegó en la primavera del 2016. En otoño llegó Rubén, su pareja. «Por amor» dice riéndose Ángela. Él trabajaba como dependiente en Santiago, y como el traslado no funcionó, lo dejó. Ahora trabaja en una de las mejores tiendas de calzado de Tenerife.

«Dentro de Tenerife, cogí el hospital que quería». Ejerce en el hospital Nuestra Señora de la Candelaria. Ha pasado por la planta, por la unidad de neonatos e incluso por centros de salud. Este año rota por especialidades: nutrición, digestivo, neurología, neumología... «No me imaginaba las guardias tan duras. Pediatría es una de las especialidades en las que casi no duermes». Ha descubierto que lo aprendido en la carrera «no es ni la quinta parte de lo que ves en el día a día».