La despensa de España

? Fernando Salgado

ESPAÑA EMIGRACIÓN

Los hijos de Antón de Marcos crearon el poderoso grupo Fernández en la posguerra española. Pero antes, su tío abuelo Clemente Fernández González fue el principal abastecedor de carne gallega a Madrid

07 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En las primeras décadas del siglo pasado, Galicia se convierte en la despensa cárnica de Madrid y Barcelona. Durante la primera guerra mundial, tres de cada cuatro reses sacrificadas en los mataderos de ambas capitales tienen origen gallego. Las series estadísticas depuradas por el profesor Alberte Martínez López no dejan lugar a dudas. De las poco más de 200.000 cabezas de vacuno suministradas anualmente a las dos principales urbes españolas -promedio del quinquenio 1916-1920-, cerca de 160.000 procedían de Galicia. Adquiridas en las ferias o en la casa del ganadero por una densa red de tratantes, un reducido grupo de abastecedores de carne transportaban las reses en vagones de ferrocarril hacia los centros de consumo. La Galicia campesina, donde aún predominaba la agricultura de subsistencia y autoconsumo, colocaba así un pie firme en el mercado: por esas fechas ya comercializaba cada año entre el 16 % y el 20 % de su cabaña. A veces, como advertía Rof Codina, incluso la yunta de trabajo marchaba camino del matadero.

la primera expedición

La historia, si obviamos el precedente de la exportación de ganados a Inglaterra en la segunda mitad del ochocientos, podemos iniciarla con un nombre propio: el de Clemente Fernández González. De cuna humilde, hijo de modestos labradores de Sarria, tanto él como su hermano Marcos emprendieron de jóvenes el camino de la emigración. Marcos, el mayor, hacia Cuba. Clemente, apenas superada la adolescencia, hacia la capital española, donde un amigo de su padre lo emplea en una carnicería de la Puerta de Toledo. Esa experiencia le permitió al aprendiz de tablajero descubrir su primera oportunidad de negocio: comprar cebones, vacas y terneras en Galicia y transportarlas a Madrid, una capital cuyo consumo de carne crecía a la par que la renta disponible de sus habitantes.

En enero de 1883, ya de vuelta en su tierra, Clemente Fernández engatusa a su convecino Pedro Rodríguez y entre ambos persuaden al banquero lucense Ramón Nicolás Soler de que les financie la primera expedición de ganado. Obtienen el préstamo solicitado y adquieren unas cuarenta cabezas en las ferias de Sarria y de Lugo, pero todavía deben resolver un problema logístico: el traslado de las reses a Madrid. El tren aún no había llegado a la ciudad luguesa -el último tramo de la línea lo inaugura Alfonso XII en septiembre de ese año- y los dos jóvenes emprendedores no están dispuestos a esperarlo. Durante cuatro sacrificadas jornadas arrean la manada por montes y cañadas, y recorren los cien kilómetros que separan Sarria de la localidad leonesa de Toral de los Vados, en cuya estación embarcan el ganado. Así comenzó el asalto de la carne gallega a Madrid.

Esa primera expedición constituye el preámbulo de un floreciente negocio familiar. Marcos Fernández regresa de Cuba, ensancha la vía abierta por su hermano y convierte Lugo en el principal centro gallego de exportación de ganado bovino. Clemente se instala en Madrid, se erige en el principal abastecedor de las carnicerías de la capital y extiende su actividad a la preparación de productos derivados: despojos de vaca y ternera para la fabricación de salchichas, tripa y fundición de sebo para la industria de perfumería, empanadas de chicharrones que gozan de excelente aceptación... Almacenista de cueros y pieles, adquiere también una gran fábrica de curtidos emplazada en el Puente de Vallecas.

A comienzos del siglo pasado, asociado con su amigo asturiano Honorio Riesgo, el negociante sarriano consigue en subasta pública el monopolio para el abastecimiento de carne a los hospitales de Madrid. La prensa de la época alaba el genio emprendedor de Clemente Fernández. El prestigioso diario El Sol expresaba en 1922 su «entusiasta admiración por hombre de tan sobresalientes méritos» y subrayaba que, con voluntades como la suya, el resurgimiento de España «sería una realidad en esta época de juntas y demás calamidades». Pero tampoco le faltaron críticas, sobre todo cuando, al enzarzarse Europa en la Gran Guerra, se dispararon los precios de la carne en la capital española.

LOS PRECIOS DE LA CARNE

Entre 1915 y 1918, la cotización del cebón gallego pasó de 1,70 pesetas a 2,60 pesetas por kilo en canal. La vaca y la ternera experimentaron encarecimientos similares. Aunque los precios de otros productos registraron alzas muy superiores, muchas voces reclamaron entonces abrir las puertas a la importación de carne argentina y norteamericana. Rof Codina, que se opone a la franquicia aduanera por estimar que «sería la ruina de la ganadería española y especialmente de la gallega», culpa también al oligopolio de intermediarios de la subida de los precios. «Todos los años», escribe el prestigioso veterinario gallego, «se asocian para comprar, provocando bajas considerables en nuestras ferias, mientras en los centros de consumo elevan el precio de los canales» y obligan a los tablajeros -«estrujados por los abastecedores»- a encarecer la carne.

Clemente Fernández, en declaraciones a la prensa, rechaza la acusación de su ilustre paisano: «Nada más injusto. Los abastecedores no hacen más que dar, por una insignificante remuneración, facilidades a los tablajeros». La carne sube, alega el comerciante, por el aumento del precio del ganado y por los gravosos arbitrios municipales que soporta.

CAFÉS EN LA PUERTA DEL SOL

Al tiempo que colma de carne gallega los estómagos burgueses de la corte, Clemente Fernández les propone redondear la digestión en dos establecimientos míticos de la Puerta del Sol. Él y su amigo Riesgo habían adquirido en 1905, por 185.000 pesetas, el emblemático café Universal. Diez años después, ya en solitario, el empresario gallego compra y remoza también el Gran Café de Puerto Rico. En los veladores del primero de ellos, el «café de los espejos» del que era asiduo don Benito Pérez Galdós, se gestó el principal negocio de Clemente Fernández: la concesión para la explotación de las minas del Rif. Pero este asunto, desencadenante a la postre de la guerra de Marruecos, bien merece un próximo capítulo.

En la capital de España, el consumo de carne crecía a la par que la renta disponible de sus habitantes

Andenes de la madrileña Estación del Norte, a comienzos del siglo XX, donde desembarcaba el ganado gallego | misse