La guerra comercial golpea Galicia: «A pesar de Trump, vamos a seguir trabajando en Estados Unidos»

Los distribuidores de productos gallegos sopesan no subir el precio a los compradores hasta principios de año

Los aranceles que Donald Trump quiere imponer a miles de productos agroalimentarios son el principal tema de conversación estos días entre los productores gallegos que exportan a Estados Unidos. «¿Cómo vamos a vender con un impuesto del 25 %?», se pregunta Elena Pérez, directora de exportaciones de Aceites Abril, en conversación telefónica desde Anuga, la feria de alimentación más grande del mundo que se acaba de celebrar en Colonia (Alemania). La incertidumbre recorre los stands. «No se habla de otra cosa», añade Pérez.

España no es el único país amenazado. También lo están Francia, Alemania, España y el Reino Unido. Todos ellos miembros del consorcio Airbus y a los que EE.?UU. quiere castigar por las ayudas a la aeronáutica rival de la estadounidense Boeing

La compañía de aceites con sede en Ourense lleva doce años exportando al otro lado del Atlantico y alerta de la posible competencia desleal. «No se aplica a todos los productores del Mediterráneo», apunta Pérez. Italia y Grecia quedarán en clara ventaja, a pesar de que España es el principal exportador con el 38 % del total, según datos de la Agencia de Información y Control Alimentarios (Aica). Los aranceles solo afectan al aceite envasado, no al que se vende a granel. Así que el temor pasa por que España retroceda diez años en el tiempo, hasta cuando vendía su oro líquido a los italianos y estos lo exportaban con sus etiquetas.

Los vinos gallegos, con el albariño como caldo de moda en las mesas de los estadounidenses, corren un elevado riesgo. «A pesar de Trump, vamos a seguir trabajando», sentencia Iván Gómez, director del Grupo HGA y gerente de Bodegas Regina Viarum. Cerca del 7 % de su facturación depende de este mercado. Las expectativas, reconoce, son «pesimistas», aunque aún espera con «cautela» al desenlace. «El albariño es lo más importante, los aranceles supondrían una pérdida de ventas y rentabilidad», reconoce Gómez. Su producto estrella son los vinos de Altos de Torona, que producen en su finca de Vilachán (Tomiño-Pontevedra), y triunfan en la costa Oeste de EE.?UU. Los competidores de California, Chile, Argentina y Nueva Zelanda ganarían terreno. A pesar de la amenaza, los más de diez años de esfuerzos para afianzarse en este mercado les servirán de muro de contención, por eso, Gómez, asegura que la bodega «seguirá apostando» por él, a pesar de los nuevos impuestos.

Más difícil lo tienen los que acaban de llegar. Es el caso de Conservas Portomar, de Vilagarcía. «Nos obligará a replantearnos el proyecto», comenta Javier Alonso, director general de Grupo Pereira. La conservera corre el riesgo de perder la elevada inversión realizada para su implantación en Estados Unidos, que la ha obligado a adaptar sus fábricas a los estándares exigidos por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.?UU. (FDA). Seis de sus conservas ya ocupan los lineales de una cadena de supermercados en Texas y de tiendas especializadas. «Con los aranceles, el precio final sería inviable», apunta Alonso. Está previsto que no afecten a atunes, sardinas y moluscos cefalópodos como el pulpo o el calamar. Sí entrarían los moluscos bivalvos, como los mejillones, los berberechos o las navajas. Los favorecidos serían países como China, Corea, Vietnam o la India.

Desde Nueva York, Felipe González, uno de los propietarios del restaurante gallego Tomiño, explica que los distribuidores sienten «pánico», pero ya piensan en soluciones como no subir los precios a los compradores hasta el 1 de enero. «No nos entra en la cabeza comprar vino y aceite de otro país», afirma. Pase lo que pase, la calidad de los productos gallegos «está al mismo nivel» que la de los franceses o los italianos, dice González, así que, la última decisión, como siempre, «será del cliente».

La UE presionará contra reloj a Estados Unidos para que congele los aranceles

j. m. c.

La Unión Europea quiere evitar a toda costa la nueva contienda comercial con Estados Unidos. Pero asume que las posibilidades de conseguirlo son remotas a escasos cuatro días de que entren en vigor los aranceles anunciados por el Gobierno de Donald Trump por los incentivos que varios países, entre ellos España, otorgaron al fabricante aeronáutico Airbus entre los años 2011 y 2013. «Esperamos que esas medidas se hagan efectivas este viernes, sí, pero vamos a intentar presionar para ver si conseguimos un acuerdo o, al menos, sentarnos juntos para congelar por ahora los aranceles», subrayó este lunes Cecilia Malmström, la comisaria europea de Comercio. Ese «acuerdo parcial» logrado entre Estados Unidos y China el pasado fin de semana sería la referencia inmediata, a una escala totalmente diferente, de lo que la UE, aliado natural de los norteamericanos, pretendería lograr ya contra reloj.

Malmström comparecía ayer en rueda de prensa apenas unos minutos después de que la Organización Mundial de Comercio (OMC) diera carta definitiva a esa autorización por la que Estados Unidos podría resarcirse de las subvenciones al gigante europeo de la aviación con una batería de gravámenes por valor de 7.400 millones de dólares al año (6.800 millones de euros). Una nueva ofensiva de Washington que ha colocado en el centro de la diana al sector aeronáutico europeo, pero también a productos agroalimentario españoles como el aceite de oliva o sus vinos.

«El de este lunes era un acto puramente formal y por tanto nada cambia». De hecho, nadie confiaba en que la situación fuera dar un vuelco tan rápido. Las opciones eran prácticamente nulas puesto que se requería una renuncia en pleno, absoluta, que debía incluir de forma expresa a EE.UU.

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